Voy a abstenerme de juzgar el hecho de que me parezca una aberración (bueno, quizá esto sea juzgar un poco) transformar una de las oscuras historias de Lovecraft en una fantasía juvenil con «final feliz» (y sí, con alguna truculencia delicatessen, lo concedo). Entiendo que es muy del rollo de Guillermo del Toro, que como buen showrunner ha colaborado en los guiones, y que él —que según comenta en este diálogo con Mike Flanagan daba consejos y anotaciones a los directores, aunque también, asegura, les daba carta blanca para hacer lo que quisiesen e incluso alguno no le hizo caso, ¡malditos desagradecidos! (esto no lo dice pero seguro que lo piensa)— estará muy contento con el resultado. Si trato de olvidarme de la más que decente adaptación que realizó Stuart Gordon en 2005, para aquella otra serie antológica que era Masters of Horror, mucho más fiel a su origen literario, uno de mis relatos favoritos del autor de En las montañas de la locura (una adaptación detrás de la que también Del Toro lleva algún tiempo), y me abstraigo también de este, en Sueños en la casa de la bruja de Catherine Hardwicke, puedo reconocer, al menos, cierta personalidad y esa voluntad por crear algo diferente (haciendo a las mujeres más interesantes (sic), algo que habremos de reconocer que quizá no era el punto fuerte de Lovecraft) sin resultar un plomo como el capítulo anterior, que también se basaba en uno de sus relatos con nefasto resultado, en mi modesta opinión.
Si en el relato el protagonista estudiaba el Necronomicon y otros libros prohibidos buscando conexiones con dimensiones desconocidas por el puro placer de descubrir lo oculto, forzando la geometría y la arquitectura hasta límites nunca concebidos por la mente humana, en la adaptación escrita por Mika Watkins trata de visitar el más allá para reencontrarse con su hermana fallecida en la infancia. La genealogía de esta motivación es narrada a través de un par de flashbacks (fotografiados en colores fríos, algo natural teniendo en cuenta que conectan con la muerte) a partir de los cuales profundizamos más en el presente, donde Gilman (Rupert Grint) trata de buscar una médium para conseguir lo que tanto tiempo lleva buscando. Lo mejor de Sueños en la casa de la bruja sin duda es el imaginario que despliega en ese más allá que finalmente termina encontrando, un siniestro bosque donde moran los espíritus errantes, y sobre todo la bruja (y el entrañable Brown Jenkins que la acompaña), un monstruo en toda regla, capaz de traumatizar a todo menor que se atreva a ver el capítulo saltándose las normas de la MPAA, que probablemente será uno de los hitos más recordados de la serie y desde luego el gran acierto de esta entrega en la que cualquiera de sus apariciones destaca sobre todo lo demás, con el asalto en la iglesia quizá como el momento más destacado.
Ni tú, ni la morra esa tienen idea de lo que es Lovecraft.
Del Toro decepciona enormemente y crea un verdadero BODRIO!! es una mutilación literal a la obra de Lovecraft este se volvería a morir si viera lo que hicieron.