SEFF 2022. Inmotep

Marciano busca piso

InmotepDesde hace un tiempo vivo con el terror de encontrarme a la precoz filósofa y tertuliana Elizabeth Duval al bajar a tirar la basura. Todo empezó en un concierto de Triángulo de amor bizarro de infausto recuerdo, en el que me tiró la cerveza. Y yo le tengo mucho cariño a mi cerveza. Desde entonces, me imagino encontrarme con ella sin saber qué hacer ni qué decir y sudores fríos me recorren la frente. ¿Qué tal con Ferreras? Muy bonito el anuncio de Adolfo Domínguez. Me encantó tu último ensayo. Así que la noche que toca desprenderse de los restos que se acumulan en el cubo metálico de Ikea que todos tenemos en casa, a riesgo de apestar el piso, saco la cabeza por la ventana antes de bajar las escaleras para asegurarme de que la calle está despejada y puedo esquivar el encuentro. Es un miedo que se ha acrecentado con el último plano de Inmotep, la nueva marcianada del inclasificable Julián Génisson en la que, como no podía ser de otra manera, aparece la ubicua figura de Duval. Sé perfectamente que se trata de un sentimiento infundado e irracional, pero precisamente de ese absurdo se construye su cine y nuestra realidad. El juego de palabras del título hace referencia al mítico arquitecto de las pirámides que se ve reencarnado en un agente inmobiliario, voraz lector de libros de autoayuda. Como nos enseñó Hollywood anteriormente —y ahora YouTube e internet, inspiración fundamental de Génisson—, lo más importante de un arquitecto egipcio era esconder la salida de la pirámide. El director parece divertirse haciendo lo mismo con su historia. Está llena de trampas, de pasadizos secretos, de callejones sin salida y fosos de cocodrilos, y es el espectador el que debe elegir qué camino tomar si quiere escapar (él, ella y su cordura) de un universo a todas luces incomprensible. Pero Génisson, altruista como es, también te permite disfrutar de las tinieblas y el caos en el que vivimos y entregarte al delirio de la existencia.

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Génisson finiquitó su presentación con un: “son solo 65 minutos, pero…” Y nos invitó a rellenar los puntos suspensivos. Así lo hago yo: son solo 65 minutos, pero… se trata de una (casi) película muda en forma de (casi) neo-noir (casi) italianizante con toques de (casi) psychokiller, con una crítica al efecto de los camelos (casi) psicológicos de Jordan B. Peterson en los cerebros de una generación desesperanzada que acaba por convertirse en una reflexión (total) acerca de la dictadura de las imágenes.

Siete años después de Esa sensación, casi (sin paréntesis) diez desde La tumba de Bruce Lee, el que fuera uno de los principales practicantes del posthumor vuelve a abrir las puertas del Canódromo abandonado a sus amigos y allegados, en una celebración del cine más atípico y original que se hace en España: Lorena Iglesias es la chica de la película; Aarón Rux Hyperpotamus le pone música; Ion de Sosa, la producción; Pablo Hernando, la fotografía; Juan Cavestany, gran ideológo del movimiento, tiene un crucial papel secundario… Y sí, aparece Elizabeth Duval, presencia tan recurrente en mi vida como Fabio Testi en la del protagonista. Porque el mundo es absurdo y nuestras obsesiones, más todavía.

SEFF 2022. Entrevista Julián Génisson