TÁR, de Todd Field

Sinfonía de Blanchetts

TárLa cinta arranca con la entrevista que permite a Lydia Tár (Cate Blanchett) lucir su personalidad, sus conocimientos y sus ambiciones frente a un periodista y un auditorio entregados. A partir de allí, Todd Field sigue a su personaje cuando da una clase magistral y se enfrenta a un alumno políticamente correcto, cuando entra y sale de su oficina o su alojamiento para desesperación de su ignorada asistente, en los trayectos en taxi o avión, en los repetidos ensayos de orquesta, en entrevistas de trabajo y en sus escasas estancias en un domicilio compartido que tiene muy poco de hogar.

Lydia Tár es una brillante (brillantísima) directora de orquesta, discípula de Leonard Bernstein, teórica de la música que ha estudiado a los clásicos occidentales y las melodías amazónicas sobre el terreno, que reivindica tanto el papel de la mujer en la composición y la dirección como un lesbianismo activo pero que no tiene reparo alguno en enfrentarse a la corrección política para aceptar que un blanco machista heteropatriarcal como fuera Bach es creador de las más bellas composiciones musicales. Es, por otra parte, una profesional que prima la calidad profesional sobre la calidez humana o el compromiso social y que no duda en prevenir a colegas sobre los riesgos de contratar a una compañera con problemas mentales, dejar de lado a una íntima colaboradora para no dar pie a acusaciones de nepotismo o a contratar a una intérprete genial recién llegada antes que a la veterana apoyada por el conjunto orquestal. El dibujo que Field (también guionista) hace de Tár podría constituir un exquisito y complejo drama pero el abuso de situaciones y contradicciones no enriquecen al personaje sino que parecen simplemente un conjunto de apuntes para el argumento de una serie de varias temporadas.

Tár

Field elabora su obra mediante un montaje acelerado que lleva a la protagonista y al espectador de New York a Berlín, del auditorio al domicilio, del aeropuerto a la academia y de regreso a un y otro punto con auténtico frenesí, reflejando la potencia desbocada del propio personaje. Desafortunadamente las contradicciones apuntadas sobre el carácter de la diva devienen contradicciones argumentales. La relación distante con la hija de su pareja y con esta no parece justificar su convivencia. Su actitud firme en evitar un contrato que ponga en riesgo un proyecto es profesionalmente encomiable pero, finalmente, se transforma para el espectador como fruto de una actitud egocéntrica y con notas de posible mobbing. Incluso su rigurosidad y su búsqueda de la exigencia profesional parecen quedar en segundo plano ante una acusación de abusos sexuales o abuso de poder… Sin embargo, Field deja todo en el aire, fiándolo todo a la galería interpretativa de Cate Blanchett. Y el problema está en que ni la mejor actriz del momento puede hilar las costuras de una serie de retazos argumentales. Puede sentarse en un sillón y soltar con comodidad un sinfín de comentarios musicales propios de expertos (sin duda los melómanos pueden encontrar en Tár numerosas referencias obvias o veladas que hagan la cinta mucho más interesante para ellos). Puede desmelenarse (literalmente) y agitarse dirigiendo la orquesta. Puede aparecer, en una cauta tensión, frente a una víctima profesional para tenderle una oferta con más trampa que cartón. O puede amenazar con suma elegancia a la pequeña que hace bullying a su ahijada. En todas las secuencias Blanchett luce impecable… Y no obstante, no basta. Porque nos quedamos en una suerte de photo book de los estilos de la actriz australiana: la Blanchett simpática y natural, la Blanchett arrebatada, la Blanchett serena, la Blanchett gélida… A todas las hemos visto y con todas las Blanchett hemos gozado en una u otra película. El problema, decía, radica en que el hilo argumental ora se pierde, ora se enreda. Y la interpretación se queda en una exhibición tan notable como vacía. Tal es el punto que, llegados al final, no sabremos si Tár está furiosa consigo misma o con el sistema, si está resignada o triste o si, simplemente, es una suerte de autómata perfeccionista que se dedica a su trabajo sea el que sea, dónde sea, para lo que sea. No sabemos, de hecho, porqué se ha hecho esta película.