En 2021, la directora catalana Mar Targarona (El fotógrafo de Mauthausen) estrenaba Dos, cortísima e intrigante producción de 71 minutos donde dos desconocidos interpretados por Marina Gatell y Pablo Derqui se despiertan unidos por el abdomen. Una arriesgada cinta que obtuvo 14 nominaciones a los Goya y la quinta posición en el ranking mundial de películas más vistas de habla no inglesa en Netflix. Casi nada. Siguiendo la estela de sus últimas obras, Targarona sigue apostando por el suspense, y con El cuco nos trae la que seguramente sea su cinta más terrorífica: una alegoría sobre el miedo a envejecer cuyo leit motiv recuerda esencialmente a La abuela (Paco Plaza, 2021).
Anna y Marc son una pareja joven cuyas dinámicas encarnan la toxicidad relacional: ella, pese a estar embarazada de ocho meses, parece llevar tiempo ejerciendo el rol de madre con su chico, más preocupado por compartir cervezas con los amigos o los videojuegos que por el estado de Anna. Este tipo de masculinidad, construida sobre la inmadurez y la irresponsabilidad, y que alude directamente al síndrome de Peter Pan, conecta con algunos de los personajes masculinos representados últimamente en pantalla: Marcel en Creatura (Elena Martín Gimeno) es incapaz de acompañar a su pareja Mila en su conflicto vital desde la empatía, mientras que Laurent en Don Juan (Serge Bozon) parece alérgico a cualquier tipo de compromiso hasta que por fin se enamora.
Antes de salir de cuentas, Anna quiere preparar una última escapada, y decide probar en una página de intercambio de casas. Tan solo unos segundos después de subir las fotos de su bonito piso en Barcelona recibe un mensaje de Olga y Hans, una pareja alemana de mediana edad aparentemente encantadora, y lo que es más importante, con mucha experiencia en esto de vivir en casas ajenas. El encuentro para el intercambio de llaves pone en evidencia la obsesión de estos peculiares ancianos por el físico, haciendo especial hincapié en la bonita sonrisa de Anna y en los trabajados brazos de Marc. La reunión también sirve para sentar las bases que permitirán, en principio, que todo vaya sobre ruedas. Únicamente hay que seguir tres normas, que se corresponden con los tres capítulos en los que se divide el desarrollo de la película: respetar las pertenencias del otro, dejarse acoger por el hogar y dejarlo todo tal y como lo encontraron. Una vez ambas parejas llegan a las casas ajenas es cuando el título del film empieza a cobrar sentido. El cuco es un ave insectívora que practica el parasitismo de puesta: las hembras reparten sus huevos en otros nidos para que sus crías, al nacer, se deshagan del resto de huevos o imposibiliten su ingesta de alimento, condenándolos, así, a una muerte prematura. Dicho comportamiento funciona como paralelismo de la trama central de El cuco: una home invasion a distancia de lo más retorcida y siniestra.
No estamos frente a una propuesta explícitamente violenta: la escena más sangrienta aparece fuera de campo, y aun así, también se convierte en la más incómoda. Tampoco se trata de una película en la que la oscuridad invada todas las escenas. De hecho, existe un contraste de iluminación entre ambas localizaciones: en Barcelona reina lo tenebroso, lo caótico, mientras que en la casa alemana todo es de un blanco impoluto que a su vez también funciona como agente desestabilizador. Los enormes ventanales y la paz del bosque que lo rodean, dotan al chalé de una perfección maquiavélica, donde lo maligno se materializa casi sin esfuerzo. El montaje paralelo entre la acomodación de ambas parejas en el “nuevo” hogar se erige como el clímax de este contrapunto: por un lado, Olga y Hans parecen los primeros en saltarse sus propias normas, pues actúan con descaro y falta de respeto hacia las pertenencias de Anna y Marc. Estos, sin embargo, quedan asombrados por las comodidades y la tecnología punta que caracteriza al apartamento, al que se aproximan desde el cuidado y la estupefacción.
Uno de los puntos más destacables del film es la transformación sufrida por Marc, que tras un accidente en el coche de lujo que encuentran al llegar a su destino, empieza a actuar de manera extraña. Esto hace saltar todas las alarmas de Anna, que desde la distancia, intentará averiguar qué está pasando en su casa y cuál es la perversa intención de los jubilados.
Con homenaje manifiesto a una de las escenas de terror más emblemáticas de la historia del cine, El cuco se presenta como una cinta sobre maldiciones y rituales ancestrales, también preocupada por ensalzar la figura de la madre coraje: Anna hará lo imposible por salvar la vida de su cría, rebelión que supondrá un giro en los acontecimientos que enriquece, en un frenético último acto, la propuesta inicial.