Pasadas las ocho de la tarde del tercer día en Sitges, cuando el cansancio ya empieza a pesar más que las ganas, me acerco a la sala Prado, la más pequeña de las que conforman el festival. Es para ver My Animal, una opera prima de la que sé poco más allá del sugerente título. Sin grandes expectativas, pero con ganas de dejarme llevar, me adentro en esta historia de lobos y amor queer.
Lo primero que me llama la atención es su estilizada puesta en escena, con los tonos rojos y blancos como motivos recurrentes. Blanco como la nieve y rojo como la sangre. O tal vez blanco como la luna llena que altera el estado de nuestra adolescente protagonista, una mujer lobo —qué extraño usar la denominación femenina para un personaje fantástico que
habitualmente asociamos a la masculinidad— que apenas está iniciando su transformación. En el frío Canadá, en un ambiente tan árido como las vidas de las personas que lo habitan y donde parece haber más lugar para el resentimiento que para el afecto, el rojo pasión irrumpe en la vida de la protagonista en forma de amor adolescente, que tiene como objeto una joven recién llegada al pueblo. En su relación, encuentran ambas una vía de escape para huir de un mundo exterior que las asfixia. La naturaleza animal de la protagonista, que esconde como el más oscuro de los secretos y que la encierra de manera literal y figurada, es al tiempo una alegoría sobre su homosexualidad, rechazada con vehemencia por una sociedad que repudia lo diferente, y la empuja al aislamiento y a la violencia.
My Animal brilla cuando se acerca a la relación entre ambas chicas, interpretadas por Bobbi Salvör Meunez y Amandla Stenberg, cuya química traspasa la pantalla y dota de emoción al filme, siendo capaz de suplir las carencias narrativas de un guion endeble, que a ratos deambula sin rumbo y se pierde en los clichés. También cabe destacar el atrevimiento formal
de la debutante Jacqueline Castel, que huye de las vías convencionales para buscar imágenes simbólicas y sensoriales, que alcanzan una gran belleza en la fusión de los cuerpos de las protagonistas. My Animal es una película imperfecta, con muchos aspectos a pulir, pero salgo satisfecha del visionado, sobrecogida por la breve pero intensa historia de amor, y con
curiosidad por ver la deriva de la carrera de esta joven directora.