Saben aquell, de David Trueba

Saben aquellEs complejo catalogar a alguien de leyenda. Es un estatus que trasciende el de ídolo, icono o héroe. Para tratar a alguien como legendario, no basta con que sea de las figuras más destacadas en su campo. Una leyenda debe ser reconocible para aquellos ajenos a la disciplina en la que es experto y, además, debe ser un referente para todos aquellos que buscan acercarse a ese nivel. Parece, pues, que se abusa fácilmente del término “leyenda”, puesto que cualquier futbolista con un par de buenas temporadas, o cualquier actor cuyo rostro haya salido en alguna que otra portada, se califican de figura legendaria al acercarse el ocaso de sus carreras. Sin embargo, considerar a Eugeni Jofra Bafalluy, “Eugenio”, una leyenda del humor en nuestro país está lejos de parecerse a una exageración.

La última obra del cineasta David Trueba Saben Aquell, cuenta la vida del legendario contador de chistes Eugenio. Estructuralmente, funciona como un biopic tradicional. De hecho, se asemeja a aquellos de músicos que durante los últimos años arrasan en Hollywood y en las galas de premios (Bohemian Rhapsody, En la cuerda floja…). Pero, la película se desarrolla como un chiste de los de su protagonista. Un chiste es, en estructura y lingüística, casi siempre muy sencillo. La comedia se encuentra en un ocurrente juego de palabras, o en un remate insospechado, pero no parece esconder mayor complejidad que la de decir las correspondientes palabras en un orden concreto. No obstante, cualquiera que haya intentado hacer reír a sus compañeros de trabajo habrá observado que la gracia del chiste es más difícil de localizar. Se necesita un “je ne sais quoi” que nadie ha dominado como Eugenio. La cinta de Trueba, pues, esconde todas sus virtudes en su alma, en sus detalles y en la forma que tiene de contarse: sin adornarse de más, sin adelantarse al remate y sin reírse de su propia ocurrencia. Saben Aquell es un chiste. Un chiste de esos que parecen magistrales, pero de los que es difícil saber por qué funcionan.

Saben aquell

En el centro del filme está David Verdaguer encarnando al ilustre comediante. De hecho, parece que en ese mismo centro esté el propio Eugenio, poseyendo desde ultratumba al actor que desaparece para dar paso a ese acento catalán cerrado, esa bipolar lingüística que le hace cambiar del castellano al catalán a media frase sin previo aviso y ese porte serio, recto, del que parece que no quiere estar ahí. Y es que si de algo trata la película es que Eugenio era un cómico diferente: no era un adicto a los aplausos, ni a las risas. Eugenio sólo contaba chistes por dos motivos: porque se le daba mejor que a nadie y porque ganaba mucho dinero con el que poder mantener a su familia. En lo que sí que se parecía el protagonista a otros humoristas célebres como Lenny Bruce o Robin Williams es en que, detrás del humo del cigarro y de las gafas oscuras, había unos ojos llorosos que no podían ocultar una vida llena de tragedia y enfermedad.

La vida de Eugenio es, a ojos de Trueba, la vida que compartió con su mujer, Conchita (interpretada en esta ocasión por una brillante Carolina Yuste). Conchita era la verdadera motivación del cómico. En el momento de la cinta en que ella enferma, es cuando vemos el verdadero rostro de Eugenio: cansado, abatido y desolado. Verdaguer, poseído por el cinismo y el sentido del humor oscuro de Eugenio mantiene el personaje incluso en los momentos más dramáticos, y permanece fiel y honesto a un relato profundamente agridulce. “¿Cómo te sientes al estar casada con un payaso?” preguntaba Eugenio a su mujer antes de uno de sus primeros espectáculos. Así es como se veía el artista: como un hombre triste, ajeno a ese universo de risas que no consideraba suyo, que se ponía una careta cada noche para sacar algo de dinero.

Saben Aquell es, por encima de todo, un homenaje a la figura de una leyenda que se dedicaba a hacernos sonreír sin esbozar él ni un atisbo de mueca en su expresión. El mejor y más célebre contador de chistes que ha habido en España. Huelga decir, que la cinta, sobre todo en su parte central, se convierte en una retahíla de chistes, disparados a ritmo de metralleta que arrancan carcajadas en las salas de cine. David Trueba ha sabido encontrar la esencia del personaje y ha sabido retratar el contexto cultural de la época con apariciones de personajes como Nino Bravo o Chicho Ibáñez Serrador (cameo icónico de Paco Plaza). No podía acabar este texto sin recoger, a papel y sin ninguna gracia, un chiste del maestro. Así que allá va: “El saben aquell que diu que es un tío que se muere el lunes y diu: Sí que empiezo bien la semana, tu.”. Pura ironía. Puro Eugenio.

El chico y la garza, de Hayao Miyazaki