Vivimos en un mundo cada vez más conspiranoico. Con el auge de las redes sociales y los canales alternativos, son muchos los que han dejado volar su imaginación y han empezado a dudar de los canales oficiales comandados por “las élites”. Programas como Cuarto Milenio ya no son una rara avis en contenido alrededor de lo esotérico y lo oculto, sino que centenares de canales de Youtube, cuentas de Tik Tok o perfiles de Facebook se atreven a plantar cara a lo establecido.
En este panorama cultural ha decidido centrar su nueva serie Berto Romero, el cómico catalán plasma en El otro lado una crítica a los programas que buscan visitas a través del morbo y de inculcar temor en aquellos más influenciables. La premisa es poco más que una historia de casa encantada, pero, en lugar de dar el protagonismo a los fenómenos paranormales y a aquellos que los sufren en su hogar, Romero pone el foco en los medios que buscan aprovecharse de esas situaciones.
A pesar de que la serie tenga un deliberado tono crítico, el guion no niega o ridiculiza la posibilidad de la existencia de entes paranormales y fantasmagóricos, como digo eso es lo menos importante para su creador, sino que centra toda su ira contra aquellos que persiguen el redito económico a estos sucesos y a aquellos que lo ven como un pasatiempo para llenar su noche de domingo.
El protagonista de la serie es Nacho (Berto Romero) un perseguidor de lo oculto, que fue apartado de los medios tradicionales y busca un nuevo nicho con un canal de Youtube en el que se mezclan su pasión por la divulgación y su depresión severa por su falta de éxito. Después de un intento de suicidio fallido, Nacho empieza a relacionarse con el fantasma del Doctor Estrada (Andreu Buenafuente), su fallecido mentor, que le ayudará a recuperar su pasión a través de una actitud más decidida, pero desfasada (y altamente machista) propia de los “buenos tiempos”. Los seis capítulos siguen la persecución de un caso de espiritismo en un piso de Barcelona, donde los intereses del pequeño y “honesto” proyecto de Nacho chocan con las del gigante del esoterismo: el presentador de televisión Gorka Romero (parodia descaradísima de Iker Jiménez interpretada por Nacho Vigalondo), antiguo compañero de reportajes de nuestro protagonista.
Es cierto que se nota la pasión de Berto Romero en el proyecto y cumple como líder del reparto, si bien se nota que sus dotes actorales son limitadas y, en los momentos más dramáticos, puede resultar poco convincente. Buenafuente funciona mejor porque se le pide menos en un rol secundario y reducido al alivio cómico. La estrella, sin duda, del reparto es Nacho Vigalondo imitando con un descaro increíble al presentador de Cuarto Milenio. La caricatura llega hasta la voz, los gestos y las muletillas de Jiménez, y convierte al personaje en lo más divertido de la serie.
A nivel de dirección (a cargo de Javier Ruiz Caldera y Alberto de Toro) las escenas de terror logran ser escalofriantes sin acercarse al horror más puro, lo que facilita que se mantenga el tono de la serie. Berto Romero cita Al final de la escalera (Peter Medak, 1980) como una de sus influencias para la creación de algunos ambientes y el tipo de terror atmosférico del filme canadiense se nota en muchas secuencias, especialmente la sesión de espiritismo con una médium experta y su grupo de ancianos.
El otro lado es un entretenimiento muy funcional que logra aunar comedia y terror siendo fiel al imaginario de su creador. La serie se beneficia de su corta duración (seis episodios) y no pide una segunda temporada, pues su tesis sobre los medios de comunicación, el morbo y la hipocresía del telespectador queda clara y condensada en el metraje que ya ha ofrecido.