Alps (Alpeis, 2011)

AlpsDos años después de conseguir el reconocimiento internacional gracias al premio a mejor película en la sección de Cannes “Un Certain Regard” con Canino (Kynodontas, 2009), Yorgos Lanthimos propuso con Alps (2011) una historia igual de incómoda, aunque bastante menos violenta. Protagonizada por la hermana mayor de su anterior película, Angeliki Papoulia, recientemente vista en Human Flowers of Flesh (Helena Wittmann, 2022), Alps se centra en la labor de un grupo variopinto de personas que se dedican a sustituir a gente fallecida para llenar el vacío que dejan en sus senos familiares. Esta especie de banda de escorts del duelo es la que da nombre al film, cuyo líder, autodenominado “Mont Blanc” por ser la cota más alta, escoge el topónimo de la cordillera europea por su simbolismo: las montañas de los Alpes son irremplazables, sin embargo sí que podrían relevar a cualquier otra cima. De esta manera, la enfermera o “Monte Rosa”, el conductor de ambulancias, la gimnasta y el entrenador, cuyos nombres desconocemos, forman esta asociación clandestina que si bien parece suavizar el dolor inicial de una muerte a sus respectivos allegados también se lucra del mal ajeno.

Los personajes de las películas de Lanthimos suelen destacar por una pasividad extrema: se mueven por la pantalla con parsimonia y cierta monotonía, declamando frases sin ningún tipo de entusiasmo o musicalidad, especialmente en sus primeros trabajos. Cuando los miembros del grupo están trabajando, es decir, colándose en casas desconocidas para interpretar el papel de alguien que acaba de fallecer, este rasgo se intensifica generando incoherencia y desapego. Todo parece surrealista: otra característica que define sustancialmente el cine del director griego. La incomodidad que surge de la repetición de las frases, del ensayo y error de las escenas preparadas, nos sumerge en un plano de irrealidad cercana al teatro. Lo importante aquí es saber quién era el actor favorito de la mujer del viudo o qué le gustaba comer a la joven tenista que pierde la vida tras un accidente: datos superfluos que parecen ser de crucial importancia a la hora de jugar a ser el otro. Porque de eso nos habla Lanthimos en Alps: del mortal aburrimiento de ser uno mismo, cuya única salida parece ser el entretenimiento que produce vivir otras vidas, disfrutar con aficiones ajenas, tener distintos amantes, protestar por manías que no nos pertenecen. 

Alps

La enfermera protagonista, cuya intimidad es la única a la que tenemos acceso, sufre una realidad insustancial: trabaja en un hospital y vive con su padre en un pequeño apartamento, cuya austera decoración nos recuerda a los interiores de Mungiu (4 meses, 3 semanas y 2 días). Gracias a este trabajo extra, consigue transitar por esa especie de limbo entre la vida y la muerte que le otorga algo de sentido a su existencia. Después de que “Mont Blanc” descubra su secreto y la eche del grupo, su resistencia a dejar de habitar las vidas de otras personas nos dará la clave de la película. Cuando por la mañana eres la hija adolescente de una pareja común y por la noche acompañas al baile a tu supuesto marido, no hay lugar para el cuestionamiento personal. Da lo mismo las decisiones que tomes (o no) en tu día a día, porque lo interesante es performar, aparentar, robar realidades ajenas con la única preocupación de aprenderse bien el guion. No para sumarle credibilidad, sino para quedarte con la satisfacción de haber hecho bien tu trabajo.

Lanthimos reflexiona en Alps sobre el sinsentido de un proceder mundano a través de un relato utópicamente surrealista, muy en la línea de la mayoría de sus trabajos. Con un uso sutil del humor negro (incluso pueril) que lo caracteriza y ese inquebrantable aislamiento al que sucumben muchos de sus personajes, el cineasta consigue cumplir con dos de las exigencias más demandadas a la hora de enfrentarse a una película. Por un lado, está el factor sorpresa: ninguna de sus historias te deja tibio, convirtiendo sus visionados en lapsos temporales de desconcierto asegurado. Por otro, la profundidad de los temas que trata propaga en nosotros un sinfín de preguntas, muchas de ellas incontestables, pero aun así de gran interés para entablar un diálogo fructífero con su filmografía.

Langosta (The Lobster, 2015)