Picadura de Statham
Después de haber sido parte del reparto en cinco películas estrenadas en 2023, Jason Statham nos felicita el año nuevo dos semanas después de nochevieja con el estreno de Beekeeper: El Protector. Dirigida por David Ayer (Escuadrón suicida, 2016; Dueños de la calle, 2008), nos encontramos ante una nueva iteración de una película Statham con todos los elementos que se podrían esperar cuando el actor británico es el protagonista. En este caso, el personaje que encarna es Adam Clay, un apicultor que, sorpresa, es en realidad una suerte de exagente experto en dar palos y matar gente. En concreto, Clay formaba parte de una organización clandestina llamada “Beekeeper”, cuyos integrantes tienen como objetivo proteger la colmena, o dicho de otro modo, mantener el orden en la sociedad y asegurarse de que todo funcione correctamente. Acogido por la señora Parker (Phylicia Rashad), la película comienza directa al grano con una secuencia en la que se alternan escenas calmadas de Clay ejerciendo sus tareas de apicultor, meticulosas y rutinarias, con los planos más tensos e inquietantes que exponen como estafan a la señora Parker abusando de su ignorancia ante la tecnología y vacían sus cuentas bancarias. Cuando, desolada ante lo sucedido, la señora Parker se suicida, a Clay le sobran razones para recuperar su profesión de “beekeeper”, entrar en modo venganza y buscar a los responsables que han agitado la colmena.
Y así sin más, las escenas sosegadas en las que Statham cuida de abejas dan paso a escenas de destrucción y ultra violencia. Y a referencias a la apicultura, muchísimas referencias a modo de símiles o frases lapidarias, hasta el punto que en ocasiones roza el ridículo y uno se cuestiona si existe una intencionalidad auto paródica en la película. La frase a destacar es, sin duda, cuando uno de los matones contratados para detener a Clay parafrasea a Shakespeare aprovechando que, en la versión original, hay una gran semejanza fonética entre las palabras “be” (ser) y “bee” (abeja). Chistes sobre abejas aparte, las intenciones del filme son claras y se limita a seguir el camino de venganza del protagonista, que avanza imparable de una escena de acción a otra sin muchas complicaciones, todo planteado a merced de que un Statham desatado se luzca en un alarde de chulería. Por poner un ejemplo, para colarse en un edificio custodiado por soldados, Clay simplemente se presenta ante ellos como si nada y, tras liarse a palos con todos ellos, entra por la entrada principal. Son las escenas de acción habituales en una película estándar del héroe de acción británico, con coreografías espectaculares repletas de violencia que Ayer sabe dirigir con destreza aunque, por entretenidas que sean, nunca arriesga ni sorprende lo más mínimo.
La acción solo se interrumpe para mostrar al resto de personajes que están pendientes del caos que va dejando atrás Clay, ya sea porque le persiguen o huyen de él. Por un lado, la agente Verona Parker (Emmy Raver-Lampman), cuyo deber es capturar a Clay y cuya investigación permite ir desvelando los entresijos (no muy complejos ni originales) de la trama. Por otro, Derek Danford, un Josh Hutcherson (saga de Los juegos del hambre) que ejerce el papel de villano, un joven empresario sin escrúpulos que genera millones a base de estafar a la gente mayor. Y es que la diferencia generacional se mantiene como base temática de la trama, visible en las herramientas anticuadas que usa el protagonista o incluso resaltado en el contraste que generan los looks coloridos y desiguales del bando de los malos, demasiado ocupados hablando de criptomonedas como para escuchar a generaciones pasadas, con la apariencia más tradicional del resto del reparto. Hasta los personajes interpretados por Jeremy Irons y Michael Epp, cuyo objetivo es proteger a Danford y sus empresas, se ven entorpecidos por las insolencias del joven empresario y acaban hastiados.
Beekeeper: El Protector no oculta su clara inspiración en John Wick. La escena en la que el personaje de Irons advierte a Hutcherson del error que ha cometido al cabrear a un “beekeeper”, consciente de las consecuencias que se avecinan, es prácticamente igual a cuando Viggo Tarasov le hecha la bronca a su hijo por haber matado al perro del legendario Baba Yaga. Sin embargo, aunque es divertida y la venganza de Clay sobre los jóvenes estafadores resulta muy satisfactoria, la película de Ayer se queda lejos de ser tan memorable como la obra de la que bebe y acaba siendo una abeja más de la colmena.