Conversación con Wim Wenders. BCN Film Fest 2023

El amigo alemán

El BCN Film Festival 2023 nos dio la oportunidad de escuchar a Wim Wenders (Düsseldorf, 1945) durante un buen rato, compartiendo anécdotas y también explicando su visión del cine o la razón que le llevó a filmar. Director icónico en los 70 (Alicia en las ciudades, En el curso del tiempo, El amigo americano) y 80 (Paris, Texas, El cielo sobre Berlín), su deriva al documental (Buena Vista Social Club, Pina) pero, sobre todo, las arbitrarias derivas argumentales de sus obras, le hicieron caer en el olvido y en un exilio, una reprobación, injustamente exagerada, por parte de la crítica, que olvidaba los méritos de obras más lejanas y de algunas recientes (ante las insuficiencias de El hotel de un millón de dólares y obras sucesivas, ignorando películas obras esporádicamente interesantes como El final de la violencia o Llamando a las puertas del cielo).

En la charla que ofreció el mes de mayo del pasado año, Wim Wenders saltó de un tema a otro y picoteó aquí y allá, refiriéndose a alguna de sus obras. Sin duda, el punto que me resultó más relevante fue su reivindicación del proceso de elaboración de una película como un proceso de búsqueda. Wenders, como autor, busca contextos que explorar y que le resultan interesantes pero evita tener tramas cerradas, sin orientarse tanto a su resolución sino a un proceso de construcción del personaje, que retratará a lo largo del metraje. Es este interés que le mueve a seleccionar situaciones, más que temas, y a desarrollar personajes más que historias, el motor que sin duda le satisface a él como persona y como creador pero que explicaría la inconsistencia de alguna de sus tramas y su empeño, pese a opinión crítica y de taquilla, de seguir por esta línea. Wenders comentó la experiencia de rodar sin guion y de hecho admitió que siendo una ambición que le resulta atractiva le podía generar problemas y auténticos fracasos, por la dificultad de plasmar en imágenes su objetivo o el resultado de la búsqueda.  Por otro lado, entre las distintas etapas creativas, Wim Wenders dijo preferir la preproducción, sin duda por ser la que le permite más libertad, mientras el rodaje le resulta agobiante y el montaje un proceso excesivamente lento, colaborando con editores que seleccionan imágenes y comparan visiones alternativas de la película.

Paris, Texas

París, Texas (1984)

El director alemán empezó su carrera como estudioso del arte en París, aunque su interés derivo hacia el cine. La  Cinematheque, dónde se escondía en el baño para poder ver varias sesiones por el precio de una, era un refugio barato y cómodo para un estudiante en el invierno parisino. Allí descubrió realmente el cine, especialmente el francés, británico y estadounidense, dado que la situación postbélica impedía acceder al cine alemán. Sería más tarde cuando conocería la obre de los clásicos alemanes y también a Ozu, a quien considera uno de sus referentes, algo evidente en algunos planos de sus primeras películas alemanas, en Tokio-Ga (1985) y en la reciente Perfect Days (2022).

Reivindicó durante la charla la importancia de conocer la historia y respetar a la gente que hace cine, habiendo conocido a Huston, Kurosawa o Truffaut y sus diversas experiencias vitales. A raíz del rodaje en España de su tercer largo, La letra escarlata (1973), conocería a Carlos Saura, quien rodaba Habla mudita, al rodaje de la cual fue invitado. Wim Wenders estableció con Saura una larga amistad que continuaría en los encuentros en festivales de cine y recordaba especialmente la comida en el intermedio de rodaje de Saura, junto a todo el equipo de la película española, a la sombra de un gran árbol, como un gran incentivo para seguir su carrera, convencido de que ser cineasta permitía disfrutar de un paraíso en la Tierra, a pesar de las dificultades de producción.

Wim Wenders

Wim Wenders en el BCN Film Fest 2023

Preguntado por la eterna cuestión acerca de la muerte del cine, respondió que no la ve cercana, aunque hay un continuo cambio de forma de la expresión cinematográfica que afecta tanto a los espectadores (“Ahora la juventud puede tener todas las imágenes en la palma de la mano”) como a los profesionales (“Cuesta rodar en Berlín porque no encuentras material o profesionales, las plataformas de streaming están acaparando profesionales y medios”). Sin embargo, consideraba la posibilidad, muy debatida durante el pasado año, de que la hiperproducción de las plataformas acabe por acarrearles deudas y acaben por implosionar, dando pie a que las salas de cine vuelvan a ser una nueva experiencia, sea por desarrollar el 3D o por otras tecnologías.

Posteriormente, Wim Wenders comentó aspectos breves alrededor de algunas de sus obras. En 1980, tras su participación en El amigo americano (1977) siguió a Nick Ray en sus últimos meses de vida en Relámpago sobre agua, una obra que plasmó la decadencia física de quien antaño fuera un personaje enérgico y que constituye un documento que oscila entre el testamento vital y la mirada pornográfica por su aproximación carente de pudor al dolor y la desesperación del veterano director. Tras esta experiencia que calificaba de dolorosa, fue atraído al Nuevo Hollywood de Coppola para desarrollar El hombre de Chinatown (Hammet, 1982). Cuatro años de producción, 4 guionistas y hasta 40 versiones del guion dieron lugar a un periodo de sufrimiento y a una obra fracasada. Wenders se planteó no trabajar nunca más con grandes estudios ni otros productores que no le permitieran decisión sobre guion o montaje. Sin embargo, tras el interludio en Portugal rodando El estado de las cosas (1982), una metaficción (con música de Jim Jarmusch) basada en un supuesto rodaje de un remake de El último hombre vivo en la Tierra, Wenders regresó a los Estados Unidos.

El amigo americano

El amigo americano (1977)

Era consciente entonces que la Gran Película Americana no podría nunca ser rodada por un cineasta europeo. Por ello, rodó la que denominó como una cinta romántica alemana, con producción europea en el Oeste, un Oeste como el que no se había visto nunca antes, Paris, Texas (1984). Los recuerdos que tiene de la obra, que ganó la Palma de Oro y el premio FIPRESCI en Cannes, junto a numerosos otros reconocimientos son muy buenos. Wim Wenders se refirió específicamente al trabajo con Sam Shepard con el que fue improvisando guion, aunque el escritor pudo poner orden en las ideas, así como a la colaboración con Harry Dean Stanton. El director recordó, casi con emoción, el gran trabajo del actor en la construcción de un personaje roto y del que él mismo decía que era imposible haber sido amado por una joven belleza como Nastassja Kinski. Contó también la modestia, rallando en vergüenza, de Stanton quien no quería ir a Cannes y fue, prácticamente arrastrado, por un joven Sean Penn.

Fue la época dorada de Wenders. Tras el nuevo interludio de Tokio-Ga (1985), que le permitió conocer a Chishu Ryu, protagonista de las obras maestras de Ozu, se volcó en el rodaje de El cielo sobre Berlín (1987). Definiéndose como un romántico alemán, buscó el alma de la ciudad, los rastros de la guerra, presentes en Alemania, Año Cero, y las “cosas invisibles de la vida”. Hizo aparecer ángeles en los edificios berlineses que hablaban con las palabras de Peter Handke y pudo desarrollar, de nuevo sin guion previo, una historia de seres que quieren arriesgarlo todo para ser humanos, y experimentar el dolor y el amor.

El cielo sobre Berlín

El cielo sobre Berlín (1987)

Nos quedamos con ganas de saber más de sus experiencias y sus rodajes, de la que pretendía ser su magna obra, Hasta el fin del mundo (1991), de la reflexión sobre el uso de la tecnología que extendió en Lisbon Story (1994) o El fin de la violencia (1997), así como en diversos textos, de su desarrollo en el ámbito del documental o de sus obras argumentales fracasadas. Sin embargo, la afabilidad que mostró en su charla y el atractivo de Perfect Days permite considerar que este amigo alemán tiene aun mucho que contar.

Perfect Days, de Wim Wenders