Al poco de iniciar Los delincuentes se da un incidente en el banco dónde trabajan los dos protagonistas con dos clientes que tienen la misma firma. Los empleados comentan que es posible, así como que dos personas tengan el mismo rostro o vidas idénticas. Morán, tesorero del banco, está harto de su vida rutinaria y decide robar el dinero que le correspondería percibir hasta su jubilación. En su rocambolesco plan (que incluye el ocultamiento del dinero y el paso por la cárcel tras entregarse de modo voluntario) implica a Ramón, un compañero acomodado en una vida tan simple como rutinaria, que deberá guardar el dinero que ambos percibirán a la salida de la cárcel del primero. Tras un inicio propio de thriller, mientras Morán “limpia” su culpa entre rejas, Ramón se sentirá también prisionero, ve su vida y sus creencias sacudidas, hasta el punto de dejar de lado la estable inestabilidad de un trabajo acosador (dónde el mobbing se utiliza abiertamente en su contra) y de una relación de pareja que parece impostada por acuerdo mutuo.
Por el camino, físico y emocional, que ambos siguen, alejados de su entorno habitual, y sin saberlo uno de otro, Morán y Román conocen a un trío que desarrolla en el campo tomas de sonido y parte de un rodaje, Ramón, Morna y Norma, joven de la cuál ambos se enamorarán. El juego de nombres, de ocultación de identidades y de cambio de rumbo de vida, permite al director desplazarse del género policiaco a la comedia, del noir a la nouvelle vague de Godard, Truffaut, Rohmer y Rivette. La historia se aleja pues de Cadena perpetua para acercarse a las Comedias y proverbios y exhibir, con ligereza, el modo en el que una vida puede mutar en otra. Las tres horas de duración transcurren ágilmente y es notable como el realismo inicial, urbano, se desdibuja en cuanto los personajes se alejan de la capital. La opresión recogida no sólo argumentalmente en la reacción asfixiante de la compañía bancaria y de la aseguradora contra todos los empleados, sino también en las imágenes de edificios verticales bonaerenses y el pequeño espacio del apartamento, da pie a una sensación de libertad en los paseos por la sierra y la Pampa o los chapuzones en las pozas, una sensación de libertad que parece infiltrarse incluso tras los muros de la prisión o en la cambiante banda sonora que culmina en la banda sonora con el paso del nuevo tango de Astor Piazzolla a Pappo’s Blues (disco talismán que pasa de las manos de uno a otro personaje de modo irónico y que sonará de fondo en las imágenes últimas).
Al final se verá que el amor no es tan fácil de conservar ni la libertad tan fácil de conseguir pero que, tal vez, ambas valen más que todo el dinero del mundo. Y comprobaremos, sin duda, que la línea trazada por Mariano Llinás y La flor o Laura Citarella y Trenque Lauquen reverbera a lo largo de la Pampa, entrecruzando géneros e historias de modo infinito.