14 de febrero de 2024. San Valentín o Día de los enamorados. También fecha del estreno de la película documental Terapia de Parejas de Gaizka Urresti. En ella, la psicología y el cine se han estrechado la mano para reflexionar conjuntamente acerca del amor. Los cantautores Marwán y Rozalén son la saliva que sella este pacto poético meditativo-científico entre dos hemisferios curiosos para aquellos y aquellas que viven y piensan en el amor. Una apuesta atractiva en forma de viaje anfitrionado por quienes en el año 2017 sacaban un sencillo alertándonos de todo aquello que Conviene saber a la hora de relacionarnos: «conviene saber que, aunque jamás nos lo dijeran de pequeños, el amor es el único juego en el que hay que empatar». Parece que ni el de Aluche ni la albaceteña se acuerdan de esta definición de amor que dieron ellos mismos hace siete años. Lo paso por alto, aunque con un poco de retintín, retintín que pierde fuerza solo gracias a la intervenciones de Rozalén, que durante toda la cinta se dedica a compartir más serena que su compañero lo que parecen ser unos pensamientos ya cultivados que afloran con espontaneidad a una conversación también muy espontánea.
El esbozo y tarareo de una sola canción separan el atractivo de la apuesta por un proyecto así, de la extrañeza y el desconcierto de su realización. Urresti, director del documental Aute Retrato (2019), que versa sobre la vida del artista Luis Eduardo Aute, escoge una de sus elegías más profundas, su Siento que te estoy perdiendo para adular al espectador… ¿o para qué? En los tres primeros minutos del documental, tres minutos, tiempo en el que después de que Rozalén responda a la pregunta de qué es el amor y Marwán canturreé su versión de la canción de Aute, todavía podemos mantener una pequeña dosis de expectación. Después de los cinco primeros minutos ya no. Después todo se convierte en un continuo ceño fruncido, en un vistazo incrédulo al de al lado o al interior de ti mismo, en un “¿qué?”, un “¿cómo?”, un “qué raro”, un “no sé…”. De buenas a primeras parece que estás viendo un trabajo para clase de tus compañeros de la carrera de psicología.
La voz de los artistas Rozalén y Marwán pasa a usarse para leer textos explicativos por encima de recortes de vídeos en blanco y negro de algunos experimentos con animales llevados a cabo décadas atrás. Después, sobrevolamos hasta Ciudad de México con el único cometido de hablar del modelo de terapia que será puesto en práctica con algunas parejas de Zaragoza por la psicóloga Elisa Múgica, guionista y coproductora de la película. ¿Profundidad? Muy muy poca. Todo se queda a medias, o por empezar: la descripción del modelo de la terapia, la puesta en práctica, la elección de las parejas para la película. Se hizo un casting, obviamente, pero… ¿por qué esas parejas y no otras? No nos lo explican. Todo sucede a trompicones, como pensado y montado para llegar a un fin muy poco honesto. Por no hablar de las transiciones entre las secciones del documental: pueriles, insulsas, inauténticas, aburridas, repetitivas. Terminas por aborrecer un verso que se supone que tiene un papel fundamental en el documental: “Pensábamos que el amor era solo una fiesta nada más…”. Aburre.
Al leitmotiv musical le acompaña una especie de leitmotiv procurado de escenas de películas del propio Urresti (El corazón de la memoria, Malicia en el país de las maravillas, Abstenerse agencias, Acogida), de Mariano Andrade (Antonia) y de Agustí Villaronga (Incierta gloria), películas que reflejan la suerte de algunas parejas como las seleccionadas para la película, parejas desintonizadas y desconectadas, parejas “en obras” o ya abandonadas. Luego, lo más interesante que ofrece la terapeuta, Elisa Múgica, ni siquiera es fruto de su conversación con los pacientes, lo más interesante es el vídeo que le pone a una de las parejas para que él reflexione sobre la comprensión y la escucha, más necesarias que esa ayuda salvífica que inmediatamente nos da por ofrecer a quienes amamos. De todos los momentos de “diván”, el de este vídeo es el único que ofrece “algo” distinto. Es muy complicado condensar seis meses de terapia de cinco parejas en menos de dos horas de película documental. Es osado, y además, peligroso. Ni la psicología ni el séptimo arte pueden salir bien parados de este apretón de manos, y de tiempo. Ni siquiera con la ayuda de esa saliva, ya no metafóricamente, sino necesaria para la charla entre dos amigos, para la lectura de dos poetas, dos de los jóvenes cantautores más queridos de nuestro país.
En definitiva, este proyecto solo lo salva la simpatía que tengas de antemano a Rozalén, ganadora del Goya a la mejor canción original 2021 por Que no, que no (La boda de Rosa de Icíar Bollaín) y a Marwán, que echan mano de su sensibilidad y de sus recuerdos vitales para acompañar al espectador en el visionado de una mínima parte de la terapia de cinco parejas con problemas de comunicación y traumas de la infancia que esconden miedo, tristeza, dolor y soledad. Quizás no podamos responder a Marwán «por qué todos sus amores duran poco en cartelera» (como se pregunta en la canción del leitmotiv), pero que esta película documental durase tres minutos en cartelera no es de extrañar.