Los pequeños amores, de Celia Rico Clavellino

Los pequeños amoresEl segundo largometraje de Celia Rico reivindica su estilo completando el díptico iniciado con su ópera prima, Viaje al cuarto de una madre (2018). En Los pequeños amores las preocupaciones de la directora son las mismas que en su primera obra: la complejidad de la relación madre-hija y la exploración de la condición que conlleva ser ambas cosas. Viaje al cuarto de una madre habla sobre como a Leonor (Anna Castillo) le perseguía la culpa de irse de casa y dejar atrás ese ambiguo lugar seguro que era estar con Estrella, su madre —una magnífica Lola Dueñas— quien también tendrá que aceptar ese natural, y doloroso, transcurrir del tiempo. Sin embargo, en esta nueva aventura, la protagonista será Teresa (María Vázquez), una mujer ya mayor, sin hijos ni marido, que tendrá que poner toda su vida en pausa para volver a casa y cuidar de su madre Ani (Adriana Ozores).

Las obsesiones de la directora nos recuerdan a ese Yasujiro Ozu quien en cada plano enmarcaba como nadie la aceptación de la transitoriedad del tiempo. Ozu, en Primavera Tardía (1949), nos cuenta la historia de un padre viudo y su hija. La hija ya es demasiado mayor para estar soltera y su padre decide buscarle un pretendiente para casarla, aunque esto suponga su perpetua soledad. En este sentido, reconocemos también en el cine de Celia Rico esa nostalgia relacionada con la familia y la tradición, pero desde una mirada femenina que nos muestra a la vez esa pequeña evolución de los roles de género. Y es que, para Ani, una mujer que nunca ha necesitado de nadie, es impensable poner la sartén en el lavavajillas, usar una máquina para barrer, pintar con una pistola o comer un salmorejo de supermercado. Tan impensable como que su hija aún no se haya casado. Sin embargo, sin rechistar, acabará pintando su casa entera con pistola, rebañará el plato de salmorejo ecológico del supermercado y, aunque sea a sus espaldas, mostrará el orgullo que siente de que su hija sea tan inteligente y haya viajado tanto.

Los pequeños amores

La relación madre-hija es una cosa tan íntima como lo es la propia película, que avanza a través de los pequeños gestos que tienen la una con la otra. Todo lo que no se dice quizá sea más transcendente que los diálogos tan banales como sugerentes del filme. ¿Lloras por algo que ha pasado o por algo que aún no ha pasado? Le pregunta a Tere uno de los chicos que ayudan a pintar la casa de Ani. Pues Los pequeños amores no habla solo de la relación maternofilial, sino también de la soledad, de las luchas que comparten ambas, y de la incertidumbre, de esa vida que no hemos vivido, pero que no podemos parar de imaginar. Al final, la única certeza que tenemos es que el tiempo pasa. Sin embargo, a lo largo del metraje, la directora consigue que dentro de esa casa recién pintada el tiempo se detenga por unos instantes, y acaba construyendo ese lugar seguro que es, y siempre será, estar con tu madre.