Ya hace cinco años que terminó Juego de tronos, sin duda, una de las series de televisión más influyentes de todos los tiempos. A pesar del mal sabor de boca que dejó su final para los fans de las novelas de George R. R. Martin, hay que reconocer que sus creadores (David Benioff y D. B. Weiss) hicieron un trabajo magnífico convirtiendo el presuntamente inabarcable universo literario de las novelas al formato audiovisual. Cinco años han pasado desde que millones de personas se manifestaran en twitter quejándose de las decisiones narrativas y estéticas (recordad la célebre batalla de Invernalia en la que todo estaba muy oscuro) de las dos últimas temporadas de Canción de hielo y fuego. En estos cinco años, el gran público ha tenido tiempo para limar asperezas con los showrunners de Juego de tronos y parece que 2024 es el momento de que estrenen nuevo proyecto. Esta vez de la mano de Netflix.
Weiss y Benioff (con carta blanca absoluta por parte de Netflix) han decidido volver a adaptar una serie de novelas, pero han cambiado la fantasía por la ciencia ficción. Aquellos que hayan leído El problema de los 3 cuerpos, de Liu Cixin, sabrán que es ciencia ficción realmente dura. De esa ciencia ficción que hace honor a los dos términos que forman el concepto. La serie se centra en un grupo de físicos que se ven envueltos en una conspiración que implica alienígenas, juegos de realidad virtual, grupos fanáticos y mucha ciencia.
Lo mejor de la serie son, sin duda, los conceptos con los que juega. A nivel narrativo es una narración de ideas más que de desarrollo. Los términos científicos y metafísicos que trabaja el guion son realmente interesantes y deja intuir tesis interesantes sobre la relación entre la fe y la ciencia o el sentido que tiene la humanidad si existe más vida inteligente fuera de nuestro planeta. El problema está en que muchas de estas ideas se quedan en eso y no existe un desarrollo satisfactorio para los personajes. Conceptos muy interesantes aparecen un par de capítulos y dejan de tener importancia y otros no aparecen hasta los últimos episodios de la temporada.
En todo esto se nota que es una primera temporada y que funciona a modo de introducción. Cabe esperar que, con más episodios, el guion vaya encontrando su tono y las piezas del puzzle terminen de encajar. Porque El problema de los 3 cuerpos es un rompecabezas con el que hay que insistir. El primer episodio recuerda a todas esas series de televisión que nacieron a rebufo del éxito de Perdidos y que nunca supieron estar a la altura de sus premisas descabelladas, como FlashForward o Manifest, pero a medida que avanza la temporada queda claro que este relato tiene mucho más que decir.
Los personajes no resultan especialmente memorables y la inconsistencia en su desarrollo no permite que las interpretaciones de los actores brillen especialmente. Todo avanza muy rápido y en dos capítulos el personaje está en un estado mental completamente distinto. A nivel visual la serie es, por supuesto, competente (teniendo en cuenta su desorbitado presupuesto), pero no brilla más que en alguna escena climática. Como en tantas producciones de Netflix, todo parece estar en su sitio y a la vez, siempre parece que podría estar mejor. Le falta, en muchos momentos, pulso cinematográfico.
Cuando hablamos de El problema de los 3 cuerpos estamos hablando de una propuesta muy ambiciosa y que pretende llegar al máximo número de gente posible. Es una serie que se habría visto beneficiada de un estreno semana a semana porque hubiera dado mucho para el boca a boca semanal (como pasó con Juego de Tronos). Es evidente que no hemos visto más que una primera temporada y que, por lo tanto, es pronto para saber si tiene potencial de consolidarse como una de las grandes series icónicas de esta década. Tiene potencial para serlo, pero el equipo de producción (encabezado por Weiss y Benioff) tienen que tomar decisiones a la altura de su ambición. Con Juego de Tronos quisieron abarcar demasiado en las últimas temporadas, esperemos que sepan dirigir muchas temporadas de El problema de los 3 cuerpos.