Como una apertura en la tierra, la última película de Sergio Caballero emana desde el vínculo espiritual que reúne a Lolo y Sosaku, dos artistas cuya obra se desarrolla a través de la instalación y la exploración del sonido. En el marco del presente D’A, la proyección fue acompañada por un set posterior al visionado que concluía el recorrido de sus protagonistas, dando lugar a una inédita y reveladora comunión donde la pantalla traspasaba su condición en un ritual noise absolutamente demoledor.
Lolo y Sosaku – The Western Archive (Sergio Caballero, 2024) se presenta como un ejercicio de ficción-documental donde la obra previa de sus intérpretes fluctúa en su interior. Para ello, el director de Finisterrae encaja su visión en una especie de western de carácter post-apocalíptico que recuerda al mundo de Richard Stanley en Hardware: Programado para matar (1990). Sin embargo, el tono y la ausencia de diálogos —y eso de situar a dos personajes en medio del desierto— hermana su propuesta con la radical Electroma (2006) de Daft Punk. En ese paisaje árido, Lolo y Sosaku emprenden un viaje en coche sin destino aparente, desarrollando su particular relación con la materia inerte y la maquinaria. Detrás suya, una especie de doppelgängers de ellos mismos —caracterizados con la tez roja y una peluca— siguen sus pasos allí a donde van.
Este planteamiento narrativo servirá como base para la exposición de las distintas instalaciones de los dos artistas, que se integrarán en la misma película como parte de su universo. Su descubrimiento acerca el trabajo del grupo desde su particular concatenación de ideas, que surgen de la manipulación de ciertas estructuras automáticas que sirven a un propósito y la repetición del mismo. El enfrentamiento y dificultad de estas extrañas formas de vida componen una serie de imágenes y sonidos sumamente sugerentes, afinando una suma de azares que reformulan el caos y acercan la misma mirada que comparten el argentino y el japonés.
La experiencia posterior, sobre la cual —intuyo— recae la película, fue una inolvidable y sensacional muestra del talento de los dos renegados. Con una tabla de mezclas y la debida configuración de un sinfín de máquinas independientes, el espectáculo se convirtió en una especie de infierno industrial, donde la acumulación de sonidos hacía surgir la posibilidad de su excelencia. Durante cincuenta minutos, la mecánica y su pertinente ciclo de revoluciones hizo saltar las chispas de un show inédito, a medio camino entre la música noise de los noventa y la estela de grupos nacionales como Esplendor Geométrico.
Con The Western Archive, Sergio Caballero —también, director del Sònar— ha logrado acercar la sensibilidad de ambos creadores en un viaje a través del yermo. Allí, Lolo y Sosaku interrogan la tierra y el metal desde su creación, concluyendo en un último pasaje sonoro que podría firmar el mismísimo Tetsuo de Shin’ya Tsukamoto. Una pieza a reivindicar por su condición mutante y colectiva que debiera convertirse en uno de los eventos cinematográficos más sonados del panorama festivalero.