Pixar siempre ha destacado por su inventiva para crear mundos. Desde la factoría de gritos de Monstruos, S.A. (Pete Docter, 2001) a la sociedad automovilística de Cars (John Lasseter, 2006), la originalidad siempre ha sido el punto fuerte del estudio del flexo. Por lo menos lo era hasta que empezó a estrenar secuelas de sus películas para aprovechar el tirón comercial de sus personajes. Si películas como Elemental (Peter Sohn, 2023) o Luca (Enrico Casarosa, 2021) no son rentables, es necesario estrenar garantías como Buscando a Dory (Andrew Stanton, 2016) o Los increíbles 2 (Brad Bird, 2018). Y, exceptuando las secuelas de Toy Story, la crítica no ha abrazado estas continuaciones.
La propuesta para una secuela de Del Revés (Pete Docter, 2015) sonaba peligrosa desde su concepción. La primera entrega sorprendió por lo original de su propuesta y una segunda película se arriesgaba a resultar repetitiva y falta de ideas. Sin embargo, tratar las emociones de la misma niña, ahora convertida en adolescente, podía resultar interesante. ¿Entonces, Del Revés 2 es otra secuela comercial o consigue volver a sorprender y emocionar? Pues se posiciona en un terreno intermedio.
Para empezar, la construcción narrativa es realmente parecida a la de la primera entrega: unas emociones temen que otras dominen la mente de Riley y deben realizar un viaje a través del universo mental de la niña para protegerla. En esta ocasión la potencial amenaza no es la tristeza, sino las nuevas emociones, más complejas, propias de la pubertad (ansiedad, envidia, vergüenza y ennui). Aumentar el número de emociones y la complejidad de las mismas obliga al guion a simplificar la aventura para mantener el foco y los personajes acaban quedando algo menos definidos que en su predecesora. A pesar de ello, la trama no resulta forzada, pues la etapa de cambios en una adolescente es el momento vital idóneo para volver a explorar sus emociones.
Si Del Revés era un estudio sobre la importancia y la validez de todas las emociones, esta secuela es un análisis sobre la identidad y como (adolescentes y adultos) debemos ser fieles a nosotros mismos sin aferrarnos en demasía a sentimientos efímeros que puedan traicionar quienes somos. Aceptar los cambios sin temor es el hilo conductor de las dos películas, que enseñan a los más pequeños y nos recuerdan a los mayores lo que es crecer. Hay que decir que el impacto emocional con el espectador es menor que en la primera película por la sencillez de la trama, pero consigue recordarnos un par de lecciones que aprendimos en el período convulso que conocemos como pubertad.
Por otro lado, si ignoramos su parentesco con su predecesora (tarea complicada dadas sus similitudes) y su falta de originalidad (sin duda, su mayor defecto), el film funciona estupendamente como aventura familiar. El humor es eficaz para todas las edades y el hecho de centrarnos más en Riley facilita momentos para brillar a cada una de las emociones nuevas y clásicas. La banda sonora acompaña a las imágenes a la perfección, pero no alcanza la iconicidad de la partitura de Giacchino. El apartado visual es incontestable —siempre lo es en la filmografía de Pixar— y se mantiene a la vanguardia de la técnica en lo que a animación se refiere. Sin embargo, no hay demasiadas propuestas o innovaciones llamativas en este aspecto y se mantiene muy fiel a la estética de la película anterior. Es cierto que juega en algún momento puntual con distintos estilos de animación, pero, de nuevo, Del Revés ya lo hizo (y lo hizo mejor).
En definitiva, Del Revés 2 es una película que ejemplifica el estado actual de su estudio. No es, ni por asomo un estado tan crítico como algunos quieren hacer creer y sus estrenos son fieles a las ideas que les hicieron ser quienes son, pero se nota que la chispa que tenían sus primeras películas ya no está. Del Revés 2 habla de como no hay que aferrarse a la persona que eras y de que tu identidad no está en aquello que fuiste. Quizá Pixar debería escuchar a Riley y abandonar los personajes que le hicieron grande para volver a centrarse en hacernos descubrir mundos nuevos solo al alcance de nuestra imaginación.