Tras aquella fiesta que fue la publicación en castellano en 2018 de Reacciones psicóticas y mierda de carburador, compilación de textos del escritor y crítico musical Lester Bangs (publicada originalmente en 1987), Libros del Kultrum también publicó hace unos meses (octubre de 2023) Venas al frente, festines de sangre y mal gusto, esta segunda recopilación (que vio la luz originalmente en 2003), ahora con traducción de Paco Arrieta. Algunos periodistas musicales que van de provocadores y en realidad no son más que unos juntaletras del montón, más atentos a las banalidades que cada día más, y sin que podamos hacer nada por evitarlo, rodean este negocio que solía ser un arte en otra época no tan lejana, deberían aprender de estas dos biblias de la crítica musical, con su autor ya muerto (con tan solo treinta y tres años) y enterrado y a buen seguro perpetuando sus relaciones de amor-odio con sus ídolos (que ya sufrieron en vida el peso de su pluma) en el infierno. Lester Bangs no se casaba con nadie, ni con aquellos cuyos vinilos sonaban ininterrumpidamente en el giradiscos de su caótico apartamento, ni siquiera consigo mismo, aunque por supuesto aprovechaba para repartir con la mano abierta y no ser el único que recibía («…como no recordaba haber soltado ninguna soflama semejante ni nada por el estilo, pensé que había llegado el momento de sacar provecho de mi enmohecido almacén de trivialidades irremediablemente inútiles que atesora todo crítico de rock que se precie para que todos sepáis que nada de lo que estáis haciendo es nuevo en absoluto…»). Así, era capaz de poner a caldo a su idolatrado Lou Reed (raro es el texto de este volumen en el que no es mencionado él o la Velvet) en una larga entrevista en la que ambos estaban bien borrachos, y a la vez hablaban de su música muy en serio. Igual que en aquella primera compilación se atrevía a desmitificar a Lennon después de muerto, o a Elvis —en aquel artículo en el que fantaseaba con abrir el estómago de su cadáver, pura anatomía forense, y tomarse todas las drogas que encontrase ahí dentro, exactamente las mismas que tomó antes de morir, y después convertirse en el Rey, y destrozarle en primera persona, pero no gratuitamente, reconociendo sus bondades pero machacándole por sus últimos años, por publicar mierda tras mierda (o recopilación tras recopilación con un tema nuevo en cada ocasión) y no avergonzarse de que la gente siguiese tomando por oro ese material y comprándolo a ciegas solo porque llevase su foto en la portada—, aquí hace lo propio con Hendrix (por supuesto, reconoce sus muchos y grandes méritos, pero también le resta importancia) y además con sentido del humor, imaginando una entrevista con el mítico guitarrista ya en el descanso celestial.
Algunos de sus textos se convierten prácticamente en un deporte consistente en repartir cal y arena de modo que uno no llega a tener del todo claro si está a favor o en contra de aquellos sobre los que escribe, es el caso de la entrevista a Emerson, Lake & Palmer —en realidad solo a Greg Lake y Carl Palmer porque Keith Emerson estaba enfadado con Creem (el medio por el que acudía Bang) por una critica negativa anterior—, que además, por momentos resulta difícil de creer y uno llega a sospechar que es una entrevista imaginada, algo nada descartable y que el volumen no aclara. También tiene para Iggy Pop («de Iggy no puedo decir nada malo porque le voy a dar un álbum más antes de verter diez toneladas de escoria inmunda sobre sus insignificantes pretensiones») o a Island Records y al periodismo musical en general, en un artículo como el del viaje a Jamaica de una semana para una breve entrevista con Bob Marley, que no deja de ser una crónica de viajes. Incluso con Patti Smith, de cuyo Horses probablemente hace la reseña más entusiasta de todo el libro, no puede resistirse a colar un «aunque está aprendiendo a cantar».
No cabe duda de que Bangs estaba muy pagado de sí mismo, y su tono de enteradillo condescendiente puede resultar agresivo para algunos lectores, como también la misoginia que desprende algún texto (el artículo sobre la cantante de las Runaways Cherie Currie puede resultar hasta ofensivo, y aunque suene a tópico, es posible que hoy encontrase alguna que otra dificultad para publicarlo en más de un medio; la reseña de Danny’s Song de Anne Murray también se las trae: habla de sus canciones, sí, pero no sé hasta qué punto era necesario hablar de sus pezones o su vello púbico). Después uno quiere creer que no es misoginia, David Johansen también es cosificado en otro texto, parece más una deriva natural de su pensamiento que siempre termina balanceando la crítica musical con todo lo ajeno a la música que rodea a los músicos, y en ocasiones, sí, de forma algo ofensiva. Es difícil predecir cómo habría evolucionado su estilo si no nos hubiese dejado de forma prematura, y probablemente una tontería intentarlo. En cualquier caso, su vena provocadora resulta divertida, incluso cuando habla de discos que me gustan. Por ejemplo, cuando habla de Rumours, de Fleetwood Mac, que parece más un alegato contra Steve Nicks y algunas de sus letras y que por supuesto acaba llevando al terreno personal. En mi opinión, algunas cosas le gustaban más de lo que estaba dispuesto a admitir y los textos me divierten precisamente porque quiere despotricar pero se deja entrever su admiración, como cuando despachaba a los Beatles con frases como «Así pues, los niñatos con corte de pelo de fregona han acabado fregando los suelos del supermercado, lo que les mantiene alejados de la quiebra y, sin dudas, les tranquiliza en el sentido de que siguen siendo importantes a cierto nivel, pero no desprenden ni volverán a desprender un solo destello con la magia que solían irradiar con tanta aparente facilidad al unísono» en realidad trazaba una biografía de su trayectoria reconociendo la admiración que les profesó a la vez que admitía que no sentía ninguna nostalgia tras su separación o que no había vuelto a poner el Sgt. Pepper’s pasados ya (o tan solo) ocho años desde su lanzamiento. De estas contradicciones, tan humanas, está el libro lleno, y por eso mismo no puede dejar indiferente a nadie. En este tomo hay de todo, reseñas, entrevistas, artículos crónica, relatos… Miles Davis, Brian Eno, Captain Beefheart, Lou Reed (claro) o Black Sabbath son solo algunos de los elegidos en sus textos que se combinan con periodismo de investigación en torno a la mafia para hablar de un disco de Bob Dylan; una divertida crónica a lo largo del tiempo dónde cuenta cómo fue desarrollándose su amistad con la banda franco-marroquí Les Variations; una breve oda al heavy metal, o una más extensa al punk, a la par ensalzando y criticando ambos estilos, pero siempre desde el cariño y el conocimiento de un oyente experimentado. Es casi inabarcable todo lo que nos puede alumbrar en sus algo menos de seiscientas páginas… Y es que como ya ocurría con Reacciones psicóticas… sirve además para descubrir y redescubrir discos, temas y bandas de esa época no tan lejana en la que la música podría ser arte, pero sobre todo una forma de vida llena de pasión, visceralidad, energía, autenticidad, sinceridad… justo lo que desprenden los artículos de Bangs.