Pocos escritores han descrito mejor la batalla entre el ser humano y la naturaleza que Michael Crichton. Después de dejar claro que “la vida se abre camino” en su obra maestra Parque Jurásico, escribió para el cineasta Jan de Bont el libreto de Twister (1996), en el que evidenciaba que los humanos somos tan insignificantes al enfrentarnos a una tormenta como lo somos al hacerlo contra un dinosaurio. Por supuesto, el siglo XXI arrasa como un tornado con todo aquel contenido original de las décadas pretéritas a base de remakes y reboots; y Twister no iba a ser una excepción.
La idea “original” para esta revisión fue de Joseph Kosinski, que parece ser el nuevo gurú del cine de acción después de arrasar con Top Gun: Maverick (2022). La función de director se le encargó a Lee Isaac Chung; una decisión sorprendente, pues su éxito a nivel público llegó con Minari (2020), un drama rural muy íntimo sobre una familia coreana intentando adaptarse a la vida en el sur de Estados Unidos. Y, aunque las virtudes que llevaron a Chung a ser nominado al Oscar a mejor director no parecen ser la clave del éxito para una película sobre tornados, el cineasta consigue aportar su visión a un film que, narrativamente, obedece considerablemente a la fórmula del cine de catástrofes.
Las películas que dependen en demasía de los efectos visuales corren el riesgo, hoy en día, de caer en lugares comunes y caer en la estética de “pantalla azul” presente en multitud de Blockbusters. Sin embargo, Chung contrarresta las escenas más frenéticas con momentos sosegados en los que da mucho peso visual a los paisajes de granjas y campos de Oklahoma y, como ya hacía en Minari, resalta con mucha sensibilidad la belleza de los estados sureños. Para el cineasta es tan sobrecogedor ver un tornado arrasar un pueblo entero como la imagen del viento arrancando rítmicamente las ligeras cipselas de un diente de león. Esta mirada más preciosista contrasta con la pasión por la violencia de de Bont y dota de un mimo visual a la cinta muy superior a la versión de 1996. Además, el contraste de fuerza y ritmo entre secuencias contribuye a potenciar la espectacularidad de las secuencias de destrucción.
Si Crichton hizo parecer “cool” a los paleontólogos en Parque Jurásico, hizo otro favor a la comunidad científica cuando describió el grupo de meteorólogos que ponían en riesgo sus vidas cazando tornados en Twister. Y es que el personaje de Helen Hunt era una de las protagonistas más rudas que tuvo que ofrecer el cine de los noventa, y su camaradería con toda su cuadrilla de fanáticos era tan contagiosa que hacía que el espectador quisiera convertirse en un perseguidor de tormentas. En este aspecto, la película de Chung no consigue transmitir de la misma forma el valor suicida de los cazatornados y, a cambio, construye distintos arcos para sus personajes: quizá menos molones, pero más desarrollados. El personaje principal está interpretado por la británica Daisy Edgar Jones, que se aleja de la chabacanería rural de Hunt, pero transmite mucho más tormento y pérdida con la mirada triste que caracteriza sus interpretaciones. No es capaz de disimular el dolor con las barreras emocionales que mostraba Helen Hunt, sino que abraza el trauma para construir un personaje más poliédrico, aunque, seguramente, menos memorable.
La contención de la protagonista permite brillar a Glen Powell, que está viviendo su año de confirmación como superestrella después de los éxitos de público y crítica de Cualquiera menos tú (Will Gluck, 2023) y Hit Man. Asesino por casualidad (Richard Linklater, 2023). Su carisma natural de vaquero seductor se come la pantalla y genera una química creíble con su contraparte femenina. El eslabón más débil a nivel actoral es Anthony Ramos, al que se ve algo perdido en un personaje que debería tener varias capas morales y resulta demasiado opacado por sus compañeros de pantalla, su presencia pierde peso a menudo que avanza la trama, por lo que, para el final del segundo acto, uno ya ha perdonado este déficit.
El guion es de un gran mérito, pues consigue construir cierta profundidad a una película que se construye a base de set-pieces de coches y tornados. Es sin duda, más pulida que su predecesora en este aspecto y se permite desarrollar personajes menos planos y arquetípicos. La mayor crítica que se puede hacer en el apartado narrativo es su intento de mensaje social contra el capitalismo ruin y feroz de los grandes empresarios, pues debemos recordar el tipo de película que es Twisters y que, aunque huya con éxito de ciertos clichés de los remakes y secuelas que dominan la taquilla, no deja de alejar a ciertos creadores del panorama más autoral a base de presupuesto.