El pasado 7 de septiembre Pedro Almodóvar era galardonado con el León de Oro, dando fin a la 81º edición del Festival Internacional de Cine de Venecia. El director español presentaba The Room Next Door, su primer largometraje de habla no hispana tras el cortometraje y el mediometraje titulados La voz humana (The Human Voice, 2020) y Extraña forma de vida (2023) respectivamente. Repitiendo colaboración con Tilda Swinton, coprotagonista junto a Julianne Moore, la nueva película trata un tema tan delicado como la eutanasia desde la amistad que une a la pareja protagonista. The Room Next Door imita los melodramas clásicos desde el tono tan particular de un filme de Almodóvar, en el que el diseño artístico de los escenarios y los colores en pantalla tienen tanta presencia como las estelares actuaciones. La amistad del dueto protagonista es el tronco al que amarrarse al hacer frente el conflicto en el que se encuentran, donde la eutanasia acaba ramificándose en recuerdos del pasado y reflexiones sobre otros temas, como por ejemplo una relación madre hija fallida. Almodóvar no era el único en poner el foco argumental en la relación entre dos personas, parejas de personajes que generan intensos sentimientos el uno del otro, bien positivos o negativos, de atracción o repulsión, y sobre los que se construye el resto de la historia.
En el bando más romántico, el amor une (y en ocasiones separa) a los personajes, cada filme enfocándolo desde diferentes ángulos. En Babygirl, de la directora Halina Reijn, la poderosa y estricta CEO de una gran compañía, Romy (Nicole Kidman), comienza una relación un tanto problemática con el becario Samuel (Harris Dickinson). Manteniendo el espíritu juvenil de la anterior película de la directora, Muerte Muerte Muerte (Bodies Bodies Bodies, 2022), la aventura entre Romy y Samuel sirve de base para una confrontación de modos de pensar, la rigidez de ideologías más clásicas que se topan con actitudes más abiertas y con menos prejuicios. La pasión de este encuentro despierta una tentación que hará que la vida de Romy, llena de apariencias y de reglas no escritas, se tambalee. Por supuesto, si hablamos de relaciones amorosas es difícil no mencionar uno de las proyecciones más esperadas del festival veneciano. El amor aparece en el lugar más inesperado en Joker: Folie à Deux, con Phillips repitiendo en la dirección tras Joker, que ganó el León de Oro en 2019. Introduciendo el género musical en el oscuro mundo de Arthur (Joaquin Phoenix), su perspectiva poco fiable se ilumina con la presencia de Harleen Quinzel (Lady Gaga). Los focos convierten el entorno en un escenario para que el dueto protagonista dé rienda suelta a la expresión mediante canciones y su peculiar relación romántica basada en la violencia y el malestar de Arthur. Guadagnino aportaba con Queer su propia historia de amor, o más bien de desamor, entre William Lee (Daniel Craig) y Eugene Allerton (Drew Starkey). Basada en el libro de William S. Burroughs, el imaginario tan único del escritor se traslada de nuevo a la gran pantalla, recordando al onirismo febril de El almuerzo desnudo (Naked Lunch, David Cronenberg, 1991). Enfocado en transmitir el desengaño amoroso de un personaje perdido en una ciudad imaginaria de Méjico, Guadagnino carga cada escena de una melancolía fantasmagórica que persiste inclusos acabados los créditos finales. Emmanuele Mouret, por su parte, también tenía algo que contar sobre las relaciones con Trois Amies, una simpática comedia con puntos dramáticos donde los amoríos y aventuras habituales del cine francés dan pie a un intrincado guion que expone los diferentes puntos de vista que los personajes tienen del amor. El azar y la cotidianidad son suficientes para dejar algunos momentos de impacto emocional representados desde la belleza y el respeto a los personajes de la película.
En el otro lado del espectro, también había lugar para películas en las que las relaciones entre los personajes no eran en los mejores términos, como la intensa rivalidad que se interpone a una posible colaboración entre los protagonistas de Wolfs (Jon Watts), interpretados por Brad Pitt y George Clooney. En la película, ambos se ven obligados, muy a su pesar, a colaborar para deshacerse de un cuerpo sin dejar rastro alguno. Los piques constantes dan pie a delirantes escenas a medida que descubren que tienen mucho más en común de lo que quieren admitir. En The Order, Justin Kurzel se basa en los hechos reales narrados en el libro The Silent Brotherhood (Kevin Flynn, 1989), y cuenta como un grupo paramilitar de supremacistas pretendía enfrentarse en una guerra al gobierno de los estados unidos y aterrorizar el país. Guiados por el odio y bajo el liderazgo del carismático Bob Mathews, interpretado por un magnífico Nicholas Hoult, la orden ejecuta una serie de crímenes que llaman la atención del FBI, y sobre todo del agente Terry Husk (Jude Law con un bigote que asegura que lo tenían todos los agentes a los que entrevistó para preparar el papel). Las actuaciones de ambos protagonistas recrean un enfrentamiento lleno de tensión en un intenso thriller que, lamentablemente, su argumento no parece algo tan disparatado en los tiempos que corren. Algo similar sucede en Maldoror, el filme de Fabrice du Welz inspirado en el escándalo judicial en torno al asesino en serie Marc Dutroux. Anthony Bajon da vida a Paul Chartier, un joven policía que se obsesiona en resolver un caso sobre la desaparición de unas niñas, negándose a desistir incluso a pesar de que no deja de encontrarse obstáculos a cada paso que da, provocados por un sistema legal y policial disfuncional. En un tono muy oscuro y cínico, Maldoror cuenta con escenas de una violencia visceral tan impactantes como desagradables, consiguiendo transmitir la desesperación del joven Chartier en su viaje a los infiernos más profundos de sus ser, creando una enemista entre él y el asesino palpable durante todo el metraje, a pesar de que apenas compartan pantalla.
El odio y el rencor se convierten en el combustible principal que pone en marcha el argumento en Disclaimer, la serie que presentaba Alfonso Cuarón, en la que la ira de Stephen (Kevin Kline) le conducen a intentar arruinar la vida de Catherine (Cate Blanchett). La serie cuenta esta historia de venganza en torno a la siguiente idea: ¿y si alguien, al leer una novela, se da cuenta de que esta se basa en un momento de su vida? A partir de esta premisa y siguiendo una narrativa típica de las novelas, Cuarón dirige a Blanchett y a Klein en un thriller atmosférico con momentos de una intensidad sensorial apabullante que comenta sobre la capacidad de manipular la realidad y la opinión de las personas mediante medios audiovisuales, algo que pondrá a prueba la confianza que tienen los personajes entre ellos. En la Japón distópica propuesta en Happyend, segundo largometraje del director Neo Sora, también se manipula información. Desde una ciencia-ficción minimalista, Sora propone un gobierno que utiliza el miedo a una posible catástrofe para extremar los sistemas de seguridad y, a su vez, controlar y reducir drásticamente la libertad de los ciudadanos. La amistad de dos alumnos de instituto se convierte en el centro de un conflicto en el que estudiantes se rebelan contra el director de la escuela el cual, en un paralelismo con el gobierno, ha decidido poner cámaras de vigilancia en la escuela. La amistad de ambos amigos peligra cuando su camino se bifurca en opiniones opuestas que dan para interesantes reflexiones sobre la indiferencia, la rebeldía y la conformidad con tal de evitar problemas. En esa línea, Asif Kapadia presentaba 2073, un filme que intercala escenas de ficción en un futuro postapocalíptico con un documental montado mediante imágenes de archivo. Kapadia crea así una suerte de aviso desde el futuro, señalando los poderes que deciden la dirección en la que se encamina el mundo y la conformidad generalizada que deja que así sea, hipotetizando el desastroso destino de nuestra sociedad.
En el mismo tono pesimista encontramos al israelí Amos Gitai y su Why War. El director se basaba en la correspondencia entre Albert Einstein y Sigmund Freud en la que intentaban hallar una solución para evitar la guerra. Gitai reflexiona sobre la inevitabilidad de los conflictos bélicos mediante actuaciones performáticas y sin seguir una linealidad aparente. Intérpretes en el papel de los pensadores mencionado dan voz a las cartas que, ante la imposibilidad de una solución, solo conducen a la desesperación de sus interlocutores. El director italiano Gianni Amelio también comentaba sobre la guerra en su drama bélico Campo de batalla (Campo di bataglia). Ambientada en la Primera Guerra Mundial, el filme muestra las consecuencias de la guerra poniendo el foco en los soldados que vuelven heridos del combate. La desesperación y el miedo les lleva a autolesionarse con tal de no tener que luchar más, y es aquí donde se da el conflicto principal entre los médicos del ejército que atienden los pacientes, amigos de la infancia cuya opinión diverge radicalmente el uno del otro. Mientras Giulio (Alessandro Borghi) se muestra compasivo con los soldados, Stefano (Gabriel Montesi) castiga sin piedad a aquellos que se autolesionan, priorizando la política ante el bienestar de los pacientes. Así, Amelio crea un drama con personajes complejos y algunos momentos de cierto suspense.
El variado repertorio del festival veneciano de este año, especialmente en las propuestas mencionadas en este texto, parece decantarse por un tono melancólico y un tanto cínico. The Brutalist, la gigantesca obra de Brady Corbet que hace honor a su título, o el más humilde debut de Khaled Mansour, Seeking Haven for Mr. Rambo, son dos ejemplos más, en este caso para comentar sobre la frustración de vivir en una sociedad compleja que no lo pone fácil y donde las cosas no siempre salen bien. Y el filme de no ficción Separated de Errol Morris, sobre la ley de separación que se puso en práctica durante el gobierno de Trump, parece darles la razón con la terrible historia que documenta. El cine se adapta al contexto culturar del momento y cada generación expone lo que ve y sus preocupaciones. Cuesta tener una visión positiva en una caverna en la que solo se vislumbran problemas, pero quizás, como sucede en el cortometraje dirigido por el del dúo Alice Rohrwacher y JR titulado Allégorie Citadine, estrenado en el festival y que adapta la alegoría de la caverna de Platón, en un acto de optimismo el resto de prisioneros decide creer en el joven Jay (Naïm El Kaldaoui), un niño de 7 años que ha conseguido asomarse a la superficie, y aceptar así los atisbos de luz que se cuelan en las películas que evitan una oscuridad absoluta.