Comienza la edición 57 del Festival Internacional de Cinema Fantastic de Catalunya y por las calles de Sitges ya deambulan cinéfilos y cinéfilas con ganas de ver películas. El equipo Miradas de Cine compartimos nuestras opiniones de aquellas propuestas que nos llaman la atención dentro del variado repertorio de películas que ofrece el festival.
Twilight of the Warriors: Walled In (Soi Cheang, 2024) – Oficial Fantàstic Competició
En su deliberada ambición, un sofisticado Soi Cheang regresa al cine marcial por todo lo alto; Twilight of the Warriors: Walled In (2024) es una apuesta brutal de acción desmedida, un golpe contundente que sentencia el dominio hongkonés sobre el género. Para hacer gala de ello, el director de las recientes Limbo (2021) y Mad Fate (2023) enfrenta a una serie de bandas y triadas en una batalla campal, situando el conflicto en medio de una ciudad-comuna envuelta de bloques apilados y pasillos estrechos, en unos decorados estilizados mediante su acumulación. En este paisaje opresivo y abarrotado, el dominio técnico sobre set-pieces resulta fascinante e invita a su explotación por medio de un torrente de ocurrencias disparatadas, distinguiéndose en una escala de poderes progresiva que se acoge a la coreografía del mejor Wilson Yip y el caos multitudinario de Johnnie To. Sobre el fondo, el paisaje portuario del Hong Kong de los años 80 invita a imaginar las historias que rodean aquel lugar, dando voz a una juventud sumergida en el mundo criminal que sueña y mira más allá de su realidad —simbolizada en un avión que atraviesa el cielo—, en un sencillo pero efectivo relato sobre aquellos que enfrentan la injusticia en desventaja y a puñetazos. Una emocionante y divertida fiesta de inspiradora hazaña con una factura formal apabullante.
Enterre seus mortos (Marco Dutra, 2024) – Oficial Fantàstic Competició
En Sitges se suele ir al Apocalipsis y el que Marco Dutra nos presenta en Enterre seus mortos es de los más completos. En un Brasil dónde se destierra a los niños a una isla para prevenir contagios de los adultos, dónde llueven piedras (pedruscos, literalmente) y una secta religiosa se hace con el control de las mentes, Edgar Wilson y Tomás, recogedores de cadáveres animales (de los humanos se encarga la ambulancia, si llega) deben encarar su pasado oculto para tratar de conseguir un futuro mejor. Pero Dutra, que no escatima en plantear un presente muy aciago, deja claro que este futuro mejor es harto improbable. Aunque el final se desorienta y desorienta al espectador, el resultado es una cinta tan desoladora como satisfactoria.
Desert Road (Shannon Triplett, 2023) – Oficial Fantàstic Competició
Una joven sufre un accidente de automóvil en las cercanías del Valle de la Muerte. Su peripecia por conseguir una grúa que la rescate, entre la carretera, la estación de servicio y las montañas la dejan en un limbo extraño, dónde tiempo y espacio la confunden. ¿Está muerta, está viva? ¿Son los pocos individuos con los que se cruza fiables? ¿son reales? Shannon Triplett desarrolla una entretenida película sobre un armazón bastante conocido, si más no, para los asiduos de Sitges. Los detalles argumentales entre la protagonista y el empleado de la gasolinera animan la trama pero, al igual que la joven, perdida en sucesivos espacios que se repiten, el espectador tiene la sensación de haber vivido ya esta película.
Segundo Acto (Quentin Dupieux, 2024) – Oficial Fantàstic Competició
Frente a un Titanic a punto de hundirse —al que la película hace referencia en un divertido debate entre Seydoux y Lindon—, con la irrupción de la inteligencia artificial acentuando todavía más la deriva del cine actual, Quentin Dupieux (La chaqueta de piel de ciervo, Mandíbulas) recupera el espíritu de los músicos que siguieron tocando hasta el último momento, como el último resquicio de esperanza en un mundo que se va a irremediablemente a la mierda. En una era dominada por las grandes producciones, Dupieux alude a un cine mucho más primitivo —un texto, unos actores y una cámara— y al mismo tiempo mucho más moderno, que reflexiona sobre el propio medio, sobre el significado del cine, sobre lo que compone la realidad y la ficción —dos conceptos que el director maneja a sus anchas, tensando constantemente la fina línea que los separa—. Lo que inicialmente se presenta como una comedia de enredos, se revela a sí misma como un ejercicio metafílmico a los pocos minutos, cuando el personaje de Louis Garrel rompe la cuarta pared para alertar a su compañero de que no haga comentarios homófobos delante de una cámara, pues corre el riesgo de ser cancelado. Los cuatro protagonistas —geniales interpretando a alter egos caricaturizados de sí mismos— se prestan sin concesiones al juego del director, riéndose de ellos mismos, pero homenajeando al mismo tiempo el viejo oficio de interpretar. Pero es el figurante —divertidísimo descubrimiento Manuel Guillot, que se maneja excelentemente en la comedia física— el que se erige como un verdadero protagonista, desmontando una vez más las expectativas de la película. Tras apenas ochenta minutos —porque Dupieux es uno de esos directores que lleva a rajatabla eso de que lo bueno, si breve, dos veces bueno— la película termina de la única manera que lo podía hacer; con un maravilloso plano que, sin desvelar demasiado, pone de manifiesto que lo que hemos visto es sólo una película, ni más ni menos. Y con eso es más que suficiente.


