Extraño objeto a todas horas
Nació el cine en una época en la que el orientalismo aun estaba de moda. Por ello, no es de sorprender en absoluto que los hermanos Mèlies lanzaran a sus cámaras a la caza del exotismo en países lejanos, especialmente en Asia: geishas, coolies, elefantes, palacios de Siam o arrozales serían objetos a cazar por los fotógrafos y a cotizar, como imágenes primero, como trofeos más adelante, por las altas esferas occidentales. Pasadas unas décadas, durante las cuales el exotismo pervivió en producciones hollywoodienses, pasada la Segunda Guerra Mundial, la búsqueda de lo exótico empezó a popularizarse. Vacaciones y viajes estaban aun al alcance de unos pocos, pero el interés por lo diferente empezó a diseminarse en buena parte de la sociedad. Y, aunque a nivel cinematográfico ya hubiera apuntes destacables, el triunfo de la televisión comporta la eclosión de los reportajes filmados. Por mimesis, todo turista con cámara aspira a ser reportero y captar para su público lo distinto, lo exótico, los trazos del otro.
Durante sus intentos por alcanzar el Polo Norte, Robert Peary y Matthew Henson recalaron en un poblado inuit en el que dejaron su “semilla”. Esperaba que de la fuerza inuit y la sabiduría occidental naciera una generación de superhombres. Pese a su vanidad, Peary consiguió finalmente llegar al Polo y marchó del lugar. Cien años más tarde un antropólogo trata de el árbol genealógico de las familias derivadas del paso de los exploradores y retratar la vida en el poblado de Groenlandia, el pueblo habitado más septentrional. Raúl Alaejos, sin embargo, se aleja voluntariamente del reportaje y construye lo que sería un “anti estudio de campo”. Evitando las estrategias habituales del documental (entrevistas, formales o aparentemente improvisadas, documentación de archivo, seguimiento cercano de los personajes, búsqueda de las imágenes más bellas o chocantes…), Alaejos trata de construir una imagen verídica de la cotidianeidad sin que el cineasta tome protagonismo (y cuando lo hace es para quedar en ridículo) o altere la realidad. De este modo, las tomas seleccionadas incluyen a menudo aquellas que podrían ser descartes en otras cintas: paredes o muebles caseros con objetos de los que no tendremos mayor información, un cobertizo aislado, grabación de salmos cantados sobre imágenes de la iglesia vacía, primeros planos de un cazador con los mocos congelados sobre su barba o planos de la salida de misa recogidos a distancia, sin que se diferencien rostros o palabras. Las escenas que en otras cintas podían resultar climáticas se resuelven de modo discreto: una carrera de trineos tirados por huskies no lleva, aparentemente, a parte alguna; las referencias a la caza de osos polares son carentes de tensión dramática; el robo de un meteorito…
Alaejos bromea sobre las estrategias antropológicas y el locutor de la radio local emite diversos mensajes que desmontan las teorías de aproximación al objeto de estudio que, finalmente, resulta ser el propio cineasta. Este, desprovisto de imágenes brillantes, de sucesos dramáticos que incluir en su narración o, tan siquiera, de la presencia del grueso de los descendientes de Peary (según se cuenta en un diálogo con un nativo, muchos de ellos murieron “el pasado año”) es visto por los inuit como un personaje inefable en sus vanos esfuerzos por construir una historia, un elemento, transitorio y superfluo en sus vidas. El, como todos los viajeros en tierras lejanas, es el extraño, el otro, y su punto de vista esta sesgado por su propia desubicación.
Ensayo breve, irónico, Objeto de Estudio resulta un producto que corre el riesgo de pasar desapercibido pese a ser una propuesta tan interesante como singular. Una propuesta que también podría disfrutarse en un enfrentamiento a las cintas africanas de Jean Rouch o en un programa doble con Mapa (Elías León Siminiani, 2012), cinta que reflexionaba sobre la apropiación de la imagen por parte de los viajeros. Y es que, cuando nos dan unos días de vacaciones y nos ponen la cámara en la mano, todos pensamos que somos reporteros del National Geographic.