Actualizo ligeramente lo que escribí sobre la película en mi letterboxd, allá por octubre, cuando se estrenó y decidí escribir unas líneas de todas las películas que viese a partir de ese momento, porque como el personaje de Demi Moore, me hago mayor, y mi memoria siempre ha sido muy traicionera (y supongo que irá a peor), así que prefiero tener algo a lo que agarrarme y, de alguna manera, recordar qué me pareció tal o cual película, lo que seguramente habré olvidado en unos meses. Aunque también he de decir que de momento de La sustancia me acuerdo, y bastante.
La segunda película de Coralie Fargeat tuvo suerte con su inexplicable premio a mejor guion en Cannes y su campaña de publicidad y el boca a boca, aunque haya corrido el peligro de quedarse en la mera anécdota: otra película feminista con el añadido, eso sí, de su festín gore. Y sería un error quedarse en lo ideológico y lo escatológico cuando la película está fenomenalmente dirigida. Solo el comienzo ya es un magnífico ejemplo de cómo retratar el paso del tiempo con un plano fijo cenital sobre la estrella de Hollywood de la protagonista en diversos momentos, desde la cúspide de su carrera (la creación de la estrella) hasta sus horas bajas (en la actualidad, con la estrella ya deteriorada y sin atraer la atención de los viandantes como al principio), que ya nos remite a clásicos como El crepúsculo de los dioses o ¿Qué fue de Baby Jane?, y al fin y al cabo al tema central de la película: la fagocitación que ejerce el star system hollywoodiense sobre sus actrices (aplicable también seguramente a otros ámbitos como el de la moda) y cómo las vomita y sustituye por otras más jóvenes y lozanas cuando llegan a determinada edad. Elisabeth Sparkle (Demi Moore) se ve prácticamente empujada a remar contra la corriente cuando descubre que la van a despedir para sustituirla por alguien más joven. Justo entonces recibe una propuesta que cualquiera con dos dedos de frente rechazaría de no encontrarse en el preciso momento vital en que ella se encuentra. A través de repeticiones con variaciones Fargeat nos va transmitiendo las diferentes fases por las que atraviesan Elisabeth y Sue (Margaret Qualley) (que en realidad son una misma persona, aunque ellas parezcan olvidarlo): ese paseo de la fama camino del trabajo con sus cuerpos embutidos en su abrigo amarillo (y cómo atrae o repele las miradas; o cómo la cámara la sigue firme y tenaz o temblorosa y puro nervio), esa lente en el estudio de televisión que alimenta progresivamente la voracidad de fama de Sue, que se va creciendo; esos pasillos camino del baño, en el trabajo y en casa, testigos mudos de sus estados de ánimo y de alguna que otra carrera.
La directora de Revenge emplea grandes angulares en espacios como el lujoso apartamento, donde van apareciendo los dudosos regalos que se dejan la una a la otra antes de cada intercambio, y unos primeros planos, particularmente en el rostro de Dennis Quaid, que se acercan a lo pornográfico y resultan casi más agresivos que cualquiera de los delirios gore que asoman la patita (o la tetita), sobre todo en el último tramo del film. El guion, premiado en Cannes, es, en el fondo, quizá lo más discutible de La sustancia, pues contiene algunas salidas de tono verdaderamente admirables en su inverosimilitud (mi favorita, aunque ni mucho menos la única, el momento en que Elisabeth se pone con el soplete como si fuese McGyver y crea esa fantasía de puerta oculta en su baño; mucho peor es la propia premisa argumental, que hay que cogerla con pinzas), además del trazo grueso bien subrayado con el que expone el escrutinio a que es sometido el físico femenino (desde el vecino ligón al dantesco momento en el que el personaje de Dennis Quaid le presenta al grupo de accionistas, pasando por los primerísimos planos de culo y tetas), y que en cualquier caso me apetece interpretar como una nueva denuncia/exposición del trato al que se ven sometidas las mujeres donde la Fargeat nos hace un womansplaining para que veamos lo que se siente cuando te sobreexplican cosas que ya sabes. Por todo esto, aunque sean remarcables las influencias y homenajes o guiños de la película, y son unos cuantos (los más obvios: el de Palma de Carrie, el Stuart Gordon de Re-Animator, el Henenlotter de ¿Dónde te escondes hermano?, el Kubrick de El resplandor, el Winding Refn de The Neon Demon, y por supuesto, ella misma y su propia Revenge, con esos planos del enorme ventanal; y otros que quizá no lo son tanto como el Réquiem por un sueño de Aronofsky o la dupla lynchiana compuesta por Mullholland Drive/Inland Empire, que se respiran en los momentos más turbios dentro del apartamento de la protagonista, e incluso algunos fragmentos musicales son badalamentianos, aunque por supuesto todo esto es más personal y quizá me lo estoy imaginando), sería nuevamente dejarse llevar por la anécdota frente a un conjunto estéticamente irreprochable que eleva un guion como mucho discreto hasta el punto de convertirlo en uno de los mejores films de género de los últimos años.