Muchos descubrimos durante la pandemia a Simon Hanselmann y los entrañables (a su manera) personajes de su infinito serial Megg, Mogg y Búho. En aquella época, sus criaturas, que lo cierto es que fueron creadas en 2008 y contaban ya con varias historias a sus espaldas) protagonizaban lo que hoy es Zona crítica (Fulgencio Pimentel, 2022), un webcómic que iba apareciendo diariamente en ese pozo, en el que conviven creatividad y basura a partes iguales, llamado instagram. En sus viñetas, que siempre han sido en su mayor parte autobiográficas, se enfrentaban, como todos nosotros, a esa pandemia global de la que al principio se sabía muy poco, y a unas restricciones que, en su gran mayoría, a día de hoy nos parecen marcianas, pero en aquel momento, y ante el desconocimiento y la sensación de peligro, eran nuestra rutina. Compartir esa rutina con una pandilla de amigos drogadictos y adictos a las series de televisión la hacía mas llevadera, y también mucho más divertida. Y no es una pandilla cualquiera, ni tampoco convencional. La forman tres compañeros de piso: una bruja (aunque no aparente serlo más allá de su indumentaria) algo depresiva, su novio, que es un gato obsesionado con el culo (más bien con el ano) de ella, y un búho extremadamente responsable y que aunque a priori no encaja con ellos no deja de ser quien pone la cordura necesaria para que no acaben todos muertos o entre rejas, aunque a veces sea él quien acaba preso; en Café Romántica, una de las veces, por posesión de pornografía infantil debido a una venganza ejecutada por Werewolf Jones, una especie de licántropo que nadie querría tener cerca (y no únicamente por la ferocidad de su especie). Por supuesto, hay más satélites (ya sean humanos o animales antropomorfos) a su alrededor, a cada cual más bizarro, como la monstruo Moco, el astrólogo Mike y su temible madre (que incluso tienen su propia minihistoria en el tomo), el camello Drácula Jr. o el oso Ian, sin olvidarnos de los malcriados hijos de Werewolf Jones.
La editorial Fulgencio Pimentel publica por fin un nuevo tomo (el séptimo ya) con más aventuras de este singular grupo de parias con los que es tan fácil sentirse identificado (incluso aunque no llevemos su libertino estilo de vida). Para el que ya conozca al autor y a los personajes se hará una idea de lo que va a encontrarse en sus páginas. Para el que no, si piensa en que Simon Hanselmann, cuando era entrevistado por David Broncano en La resistencia, dijo que acababa de masturbarse mientras cagaba en el camerino justo unos minutos antes, puede tener claro que ni él ni sus personajes tienen pelos en la lengua ni ningún tipo de filtro moral o de cualquier otra clase. Pero no hay que quedarse en lo meramente gamberro o escatológico, hay mucho que rascar. Ya en la primera historia de Café Romántica, publicada originalmente como fanzine en 2017, los protagonistas deciden drogarse con pastillas para dormir con el objetivo de tener una siesta lúcida, uno de esos sueños en los que uno es plenamente consciente de que está soñando y puede decidir el curso de los acontecimientos. Por supuesto, nada saldrá como ellos esperan y sus miedos más profundos acabarán adueñándose de la situación. El tomo, titulado en honor a un bar de Melbourne hoy desaparecido (donde se juntaba la fauna más siniestra de la ciudad australiana), que solía frecuentar el autor las madrugadas en que necesitaba inspiración (y que además aparece homenajeado en la delirante tira Los gozos de Megg), es una recopilación de historias (algunas durísimas, como La vasectomía de Jaxon; otras divertidamente asquerosas como Las escenas de fisting eliminadas de Werewolf Jones; otras emotivas, como la que cierra el tomo…) escritas en distintas épocas en fanzines, revistas y antologías, la mayoría fuera del «canon» (porque la serie tiene una línea temporal y argumental definida, aunque a veces sea quebrantada puntualmente; Hanselmann quiere seguir escribiendo estas historias toda su vida y dice tener pensados los cuatro siguientes tomos), o quizá, más concretamente, no necesariamente dentro o fuera de este, tratándose de retazos que podrían encajar o no en muchos puntos de la línea histórica global, e incluso en líneas temporales paralelas, como cuando Mogg descubre a Megg siendo infiel con Moco (y Werewolf J.), giro argumental que ya sucedió en historias previas.
Hay también ilustraciones independientes a toda página, a cual más esperpéntica y memorable (Werewolf Jones portando una visible erección mientras se tira un pedo a la vez que salta en moto por encima de una piscina donde nada un tiburón hambriento; Búho y un Jaxon adolescente uniendo sus penes con las puntas terminadas en el yin y el yang; WJ pajeándose en una desordenada habitación del Chateau Marmont plagada de los restos de una noche de excesos… son solo algunos ejemplos…). Hay que destacar la traducción de César Sánchez y Alberto García Marcos, con pasajes brillantes como la historia The Twilight Zone donde en el original los protagonistas comienzan a hablar en una jerga australiana suburbial e incomprensible para Búho que en castellano se transforma en un impecable caló; o aquel momento de «aplástate aquí», que no tengo pruebas, pero tampoco dudas, de que homenajea al videoclip de La mandanga, del insigne y polifacético cantante de tonadilla español conocido como El Fary. Respecto a la presentación, sumado al cuidado aspecto externo a que nos tiene acostumbrados la editorial (esta vez con una portada que homenajea la del álbum Another Time, Another Place, con Búho emulando a Bryan Ferry, que Hanselmann ha dibujado especialmente para la ocasión a petición de sus editores favoritos, como ha denominado en más de una entrevista a la editorial española) y su encuadernación en tapa dura, el interior, de alguna forma se transforma en metanarrativo porque la mayoría de las historias está impresa en dos tintas (aunque también hay partes narradas a todo color), equivalentes al blanco y negro, pero que pueden ser amarillo y marrón, o rosa y azul, entre muchas otras variaciones, y me atrevería a decir que el olor que desprende el ejemplar «coloca», así que, de alguna forma estamos aún más en sintonía con los protagonistas y sus «sustanciosas» aventuras. Y es que quizá hay que estar algo colocado para sentir en todo su esplendor aquella historia en que el grupo va al cine a ver la película Halo Chamber (esta es una de las partes que van a todo color y colocan más) y terminan paralelizando su historia con la de la película de una forma en la que convergen hechos terribles (sobrevuela nuevamente la mención de la muerte de uno de los personajes más queridos/odiados) de su pasado o quizá su futuro con los saltos temporales de la película y los de su propia historia en un escalofriante desenlace. Todo ello entre referencias cinéfilas (Hellraiser, Escuela de rock, Passengers… e incluso una mención a una mística visita a la tumba de Bruce Lee, que probablemente no tenga nada que ver con la película de Canódromo Abandonado, pero tampoco me extrañaría si así fuese) o seriéfilas, con alguna mención a Seinfeld que no deja de tener cierto paralelismo estructural (una comedia de situación alargada muchas temporadas en la que los personajes van evolucionando, o no) con el serial que ellos mismos protagonizan. Abrid Café Romántica, aspirad profundamente y quedáos atrapados entre sus páginas mientras esperamos las dos próximas entregas de la saga anunciadas: Werewolf Jones and Sons y Below Ambition.