El festival internacional de cine de Barcelona se encuentra ya a las puertas de cumplir una década, celebrando este año su novena edición. Por motivo del festival, invitados como Richard Gere o Ralph Fiennes visitaban el barrio de Gracia de Barcelona, punto de encuentro del festival donde pasarse el día viendo películas y, si se tercia, comentándolas acompañados de una birra en los muchos y animados bares de la zona.
Entre el catálogo que ofrecía el certamen barcelonés había cabida para todo tipo de temáticas: familias en duelo, autismo, el Holocausto, jazz… pero este año el hogar parecía cobrar especial importancia, siendo un tema que afloraba en más de una ocasión, a veces de forma más directa y otras relegada a un segundo plano, pero siempre presente en la definición de los personajes que habitaban tras la pantalla. Un claro ejemplo es Los Tortuga (Belén Funes, 2025), premiada a mejor dirección y mejor guion en el Festival de Málaga, cuyo título hace referencia a emigrantes que viajan cargados de equipaje en busca de un hogar. Las protagonistas, Anabel (Elvira Lara) y su madre Delia (Antonia Zegers), esta última incapaz de superar el duelo por la muerte de su marido, se encuentran bajo la presión de un desahucio y ahogadas en la imposibilidad de encontrar una nueva casa. Centrada en una relación maternofilial descrita cuidadosamente mediante gestos y objetos cuyo significado aportan una profundidad a las interacciones que trascienden al diálogo, el argumento conduce a sus protagonistas en una búsqueda del hogar que requiere de una maduración dolorosa y, en apariencia, tan inaccesible como el mercado inmobiliario.
Con un tono completamente opuesto, La furgo (2025), de Eloy Calvo, pone al actor Pol López en el papel de Ós, un padre divorciado que vive en una furgoneta que no parece tener rumbo, ni en el vehículo ni en la vida. Desde la comedia ligera que surge de la cotidianidad y simpatía de los personajes, el filme ofrece un retrato de una persona con dificultades para adaptarse a las exigencias de una sociedad en la que no encaja, viajando a través de las fantasías de sus dibujos en la “casa” móvil que le acompaña hasta encontrar su hueco en el mundo de los adultos. Por su parte, Fernando, el protagonista de Una quinta portuguesa (Avelina Prat, 2025) interpretado por Manolo Solo, parece ser lo contrario a Ós. Acomodado en la organización y con una vida estable, es él quien, por decisión propia, opta por romper por completo con su pasado cuando su mujer desaparece, abandonando su hogar en España y adoptando la identidad de otra persona para trabajar como jardinero en Portugal. La apuesta formal de Prat por una narrativa depurada y minimalista invita, una vez más, a la reflexión de sus personajes sobre su hogar e, incluso, su propia identidad, descubriendo en los cambios una vía de escape del dolor hacia una oportunidad de volver a empezar.
Entre los diversos estilos y puntos de vista del festival, las excentricidades habituales del anime japonés ofrecían su propio comentario sobre el tema con Anzu, gato fantasma (Bakeneko Anzu-chan, Nobuhiro Yamashita, Yôko Kuno, 2024). En la película de animación, Karin (Noa Gotô) se ve obligada a dejar Tokio para vivir en un pueblo con su abuelo debido a las deudas de su padre. Bajo el cuidado del gato grandullón que da nombre a la película, Karin convive con criaturas del folclore japonés, pasando más tiempo entre los fantasmas que con personas vivas. El estilo absurdo y desenfadado de la película no le quita seriedad al viaje emocional y espiritual de Karin, quien también debe aprender a superar un duelo (el de su madre) y replantear la certeza de su hogar, aunque primero tenga que hacer una parada en el infierno para afrontar la cruda realidad.
Uno de los platos fuertes del certamen barcelonés son las películas que recupera, algunas más recientes, como podría ser Perfect Days (Wim Wenders, 2023), o echando la mirada atrás como el caso de la retrospectiva centrada en el actor Marcello Mastroianni, pero lo del plato fuerte no podría estar mejor dicho, pues El festín de Babette (Babettes gæstebud, Gabriel Axel, 1987) era una de las propuestas proyectadas. La película danesa, como pasaba con Karin, ponía a Babette ante la tesitura de reinventar su vida en un lugar ajeno para ella, huyendo de su país a una pequeña villa habitada por una secta en la que no tarda en hacerse un hueco. El tercer acto del filme, el maravilloso festín al que alude el título, construye una experiencia que trasciende cualquier religión y une a sus comensales mediante la degustación de delicias gastronómicas. La extendida preparación con la que Axel planta las semillas emocionales para llegar con fuerza al festín es comparable al cuidado que Babette dedica en la cocina para ofrecer a sus invitados una cena inolvidable. La comida en comunidad resulta en una unión milagrosa que, en cierto modo, dialoga con uno de los estrenos más recientes, Los pecadores (Sinners, Ryan Coogler, 2025), con ese mágico plano secuencia que une a la comunidad a través de diferentes épocas gracias al poder transversal de la música.
Y ya que menciono la música, aprovecho para comentar una de las proyecciones favoritas del festival para un servidor. Köln 75 (Ido Fluk, 2025) es una curiosa propuesta que cuenta los entresijos de uno de los conciertos más míticos de la historia del jazz: el de Keith Jarrett en Colonia en el año 1975. La peculiaridad es su punto de vista, pues apuesta por basarse en el testimonio de Vera Brandes, la organizadora del evento, interpretada por una magnífica Mala Emde. Como reza Michael Chernus en voz en off al iniciar la película, en Köln 75 no se habla de Miguel Ángel o de la Capilla Sixtina, sino del andamio al que se subía el artista para poder pintar la legendaria obra de arte. Lejos de ser un biopic al uso, la narrativa es tan ágil y desenfadada como su protagonista, con los personajes rompiendo la cuarta pared en un ejercicio de libertad sin prejuicios y llena de golpes de humor. La simpatía que transmiten los personajes acentúa los momentos en los que se incrementa la carga dramática (y reflexiva) de la película, desembocando en un tercer acto dominado por una agobiante sensación de catástrofe ante la imposibilidad de encontrar un piano adecuado para el concierto, hecho basado en una anécdota real que no hace más que sumar a la leyenda del evento.
La búsqueda de hogar, la definición de una identidad y encontrar un espacio propio en la sociedad son temas universales que, como pasa en la vida, el cine los puede afrontar desde una infinidad de formas distintas. Los ejemplos mencionados son una muestra de distintos estilos y diferentes puntos de vista ante inquietudes compartidas entre las diferentes proyecciones. Por lo menos, mientras los personajes se debaten en su búsqueda, las salas de cine les sirven de refugio donde compartir su miedos y, cuando las hay, también sus alegrías.



