Comedia, de La Nouvelle vague a Tailandia, pasando por La trama fenicia
Disfrutamos en el festival de diversas comedias de características harto distintas. Repasamos algunas que nos interesaron, yendo de menos a más.
En Nino (Pauline Loques, 2025) nos encontramos con un relato amable de una crisis vital, los tres atribulados días de Nino (un excelente Theodor Pellerin) a quien se le diagnostica súbitamente un cáncer y se programa para quimioterapia. Dirigida con buen ritmo, la cinta es fluida, divertida pese a la gravedad de la situación, pero discurre por caminos previsibles.
Le città di Pianura (Francesco Sossai, 2025) es un muy agradable divertimento con el aire de las obras de Dino Risi (muy especialmente Il sorpasso) o, en cierto modo, Ettore Scola. Un par de hombres maduros que actúan como adolescentes van demorando, copa a copa, su regreso a casa. En el incierto camino nocturno topan con un bobalicón recién graduado al que arrastran a una ruta de embriaguez y despropósitos. Los dos amigos planean recibir a un tercero, regresado del exilio, con esperanza de recuperar el supuesto botín de una estafa y seguir la juerga de a cuatro. Por supuesto, lo único seguro son los muchos tragos que trasiegan unos y otros, entre risas y burlas. Aunque la dirección da lugar a una película visualmente muy neutra y la historia se ha visto en numerosas ocasiones, los gags y las interpretaciones sustentan una película que era un oasis entre dramas.
Nouvelle Vague (Richard Linklater, 2025)
Todos esperábamos la propuesta de Linklater, Nouvelle Vague, en torno al debut en el largo de Jean-Luc Godard con Al final de la escapada. ¡Qué mejor lugar sino Cannes para ver su propuesta! Linklater, cinéfilo de pro y autor de obras sobre la amistad juvenil (Movida del 76, Antes del amanecer, Todos queremos algo, Boyhood), tenía puntos suficientes para sumar una buena obra, a partir del reto autoral que asumiera Godard y frente a los otros jóvenes debutantes en la dirección y compañeros de Cahiers du Cinema, Truffaut a la cabeza. Sabedores del uso que había desarrollado de la animación (Waking Life, A Scanner Darkly, Apolo 10 ½ una infancia espacial), podíamos esperar quizás alguna apuesta atrevida… Sin embargo, esta Nouvelle Vague se mantiene, muy respetuosamente, como un aplicado ejercicio cinéfilo, repasando la génesis y rodaje de la película hasta su estreno. Rodada en los lugares donde tuvo lugar la acción, utilizando a actores de gran parecido físico con los personajes reales, a los que identifica con subtítulos, Linklater pone a Godard frente a su propia insatisfacción por no haber rodado un largo, a diferencia de Chabrol, Rohmer o, especialmente, del triunfador Truffaut. Desarrollado como un personaje de comedia, ególatra, caprichoso y dictatorial, Linklater muestra como Godard consigue convencer a un productor para desarrollar en breves semanas un proyecto que rompe con todas las normas estéticas del clasicismo. Su tozudez acaba por embarcar a Jean Seberg en el proyecto, con la que mantendrá una relación casi de desprecio para la desesperación de la actriz norteamericana. Entre desplante y afrenta contra actriz o productor, Linklater pone en escena como Godard asumió los cambios estéticos que le hicieron famoso a él y que hicieron un referente cinéfilo de Al final de la escapada, aunque no quedará claro hasta qué punto se trataron de decisiones asumidas con base teórica, decisiones tomadas por falta de tiempo o presupuesto o simplemente felices accidentes de rodaje. Todo ello otorga a Nouvelle Vague un tono de comedia intrascendente, tan divertida como poco clarificadora respecto de la estrategia autoral de Godard. El canto cinéfilo de Richard Linklater es tan disfrutable para los conocedores del tema como para los que ignoran la historia de la nueva ola y del cine francés pero, hay que admitirlo, su impacto acaba poco después del visionado, situándose muy por debajo de las obras de aquellos autores a los que rinde homenaje.
La trama fenicia (Wes Anderson, 2025)
Dejémoslo claro. Seamos o no cinéfilos, hay un ámbito para el cual sólo podemos fijar dos categorías. Respecto a Wes Anderson, sólo se puede ser fan o hater, sin término medio (pronto se entenderá en que ámbito me sitúo). Sus historias llenas de personajes disparatados, de familias divertidamente disfuncionales y de personajes excéntricos se ilustran de modo casi ritualizado, con simetrías y una estética extrema en lo que a color y decorados se refiere. La trama fenicia, por tanto, sólo puede disfrutarse o sufrirse, sin término medio en tanto que es una nueva obra genuinamente andersoniana.
La historia gira en torno a Zsa-Zsa Korda (Benicio del Toro), magnate ambicioso y esencialmente liante, víctima de numerosos atentados (que justifican una serie de interludios en blanco y negro en los que es sometido a juicio divino, bajo la severa mirada de F. Murray Abraham, Willem Dafoe o un Dios encarnado por Bill Murray) a los que sobrevive milagrosamente, y sus esfuerzos por asegurar la supervivencia de su proyecto financiero en contra de todo riesgo. Sus peripecias le llevarán a diversos puntos de una Fenicia imaginaria en la que tiene depositados sus inversiones para proyectos faraónicos, sean un túnel ferroviario, una presa o un hotel palaciego, puntos en un mapa imaginario en los que llevará a cabo un enfrentamiento, una negociación y un avance de modo sucesivo.
Contó Wes Anderson en la rueda de prensa que la idea surgió tras el rodaje de La crónica francesa, por el mutuo interés de rodar con Del Toro y a partir de una imagen de éste como un personaje tan obcecado como despiadado, que ha dejado a su familia de lado para construir un imperio financiero por el que debe luchar continuamente. La trama fue construyéndose de modo progresivo entre director, guionistas y actor. De hecho, la conferencia parecía más bien un encuentro casual entre amigos y simpatizantes y al grupo de actores que se situó sobre el escenario se añadía la presencia de la hija de Roman Coppola (a la que todos dedicamos un Feliz Cumpleaños por su onomástica) así como las referencias a colaboradoras (vestuario, escenarios, diseño de producción) de los que hablara como si de familiares directos se tratara, refiriendo una relación de proximidad con todos ellos que iba más allá de la profesional. Es posiblemente por ello que, en sus mejores películas, o en los mejores momentos de las mismas, Anderson consiga transmitir la excelente relación de complicidad entre sus personajes.
La trama fenicia carece de un personaje que pudiera transmitir la bonhomía, la calidez de una relación o la fragilidad de un sentimiento como sucediera con los integrantes de la familia Tenembaum, los tres hermanos en lucha permanente de Viaje a Darjeeling, los niños de Moonrise Kingdom o el trio protagonista del Hotel Budapest. Da la impresión que fue ahí donde se detuvo cierta capacidad de Anderson por transmitir amor a sus personajes. Sin embargo, el tremendo carisma que Del Toro insufla a Korda, esa tozudez andersoniana, suplen la falta de empatía y elevan La trama fenicia por encima de los dos largos anteriores de su autor, La crónica francesa y Asteroid City. No son ajenos a ello, por supuesto, ni la selección musical que acompaña las imágenes, ni los decorados (físicos y digitales) que llenan la película, dando autenticidad a espacios quiméricos, con un nivel de detallismo y un desarrollo estético exquisitos, desde la fantasía del túnel del ferrocarril o el propio palacio, al mismísimo domicilio del protagonista, plagado de detalles, obras de arte y cuadros (todos citados en los créditos finales) que requieren varios (disfrutables) visionados.
Un fantasma útil (Pee Chai Da Ka, Ratchapoom Boonbunchachoke, 2025)
Si en el caso de Wes Anderson nos situábamos en un contexto reconocible, no era el caso de Un fantasma útil, debut en el largo de Ratchapoom Boonbunchachoke. La sorprendente evolución de la trama y la variación en el tono e intención de la misma reveló no sólo las capacidades que la comedia puede desarrollar de la mano de un director atrevido y de una cinematografía tan insólita como la tailandesa.
De un peculiar preámbulo en el que se presenta la construcción de un friso sobre la lucha del pueblo tailandés se pasa a contemplar el desmontaje del mismo en la renovación de un espacio público, obras cuyo polvo causa problemas en el barrio. Sin embargo, la historia se desplaza a una narración que cuenta como un fantasma rencoroso, fallecido de enfermedad en la fábrica, boicotea su antiguo trabajo provocando accidentes y fallos en la cadena de montaje. El argumento da un salto mortal, al contar cómo otro fantasma, la fallecida mujer del heredero de la industria, regresa con él encarnada en.. ¡aspiradora! A partir de ahí, se produce un doble enfrentamiento, entre la familia y la fantasma, a la que acusan de abducir a su familiar y, posteriormente, entre ella y el fantasma agresivo. Con humor ingenuo pero muy efectivo, la trama consigue desarrollar una crítica a bastantes aspectos de la sociedad, sin desaprovechar en ningún momento la posibilidad de un buen gag.
No obstante, si bien durante parte del metraje incluye veladas críticas (la persistencia de ciertas castas sociales, la aceptación de la presencia de espectros, la hipocresía de los monjes a expensas de recompensa pecuniaria, el papel limitante de la burocracia), la trama vira insólitamente en su tercio final a una denuncia al gobierno en sus esfuerzos por acallar la oposición de modo ilegal e inmoral. Habiendo visto la capacidad del fantasma, se le exige que identifique recuerdos antigubernamentales en una serie de detenidos para, una vez identificados, someterles a electroshock, suprimiendo recuerdos de matanzas o insurrecciones previas. Ratchapoom Boonbunchachoke deja la comedia a un lado y pone en evidencia como el poder no duda en manipular la realidad, extorsionando al fantasma y buscando la utilidad a la que alude el título. Un nuevo giro del guion, que incluye una escena de sexo homosexual de final tan hilarante como súbito o una secuencia de terror gore, permite reconducir los hechos.
Ligera en apariencia, Un fantasma útil permite gozar plenamente de la capacidad crítica de la comedia, siempre que dejemos a un lado nuestra zona de confort occidental y aceptemos la mezcla de estilos y el tono infantil que en ocasiones como ésta marcan el tono de las producciones asiáticas.




