F1: La película

F1: La película, de Joseph Kosinski

Pocos géneros cinematográficos son más intrínsecamente estadounidenses que la épica deportiva. Aquellos deportes que triunfan en el continente norteamericano parecen diseñados para narrar historias de superación y de arduo trabajo en equipo. El rey del cine deportivo siempre ha sido el boxeo, pero también encontramos “underdogs” en narraciones hollywoodienses sobre baloncesto, futbol americano, baseball o carreras de Indycar.

La Fórmula 1, al igual que el futbol, es un deporte global, pero con menos calada en Estados Unidos. El reto para el cineasta Joseph Kosinski estaba en adaptar la competición a la épica americana a la vez que mantenía la esencia de las carreras más veloces del mundo. Kosinski sale airoso a medias de esta dificultad, pues el relato de superación que narra F1: La película contenta al público comercial acostumbrado a las grandes épicas de Hollywood y deja algo fríos a los amantes de la Fórmula 1, que ven a su pasión representada de forma poco fiel.

En esencia, F1: La película es un relato muy propio del cine clásico. Si cambiamos monoplazas por caballos estamos hablando de un wéstern bastante convencional. El film sigue a Sonny Hayes (Brad Pitt), un piloto fracasado que vive torturado por el accidente que le arrebató su oportunidad de triunfar en la Fórmula 1 cuando era joven. Las cosas cambian cuando su buen amigo Ruben (Javier Bardem), ahora dueño de una escudería, le pide ayuda para salvar su negocio participando en las últimas nueve carreras del mundial. Necesita una victoria en sus vitrinas si no quiere verse obligado a vender, ya sea de Hayes o de su joven y prometedor nuevo compañero Joshua Pearce (Damson Idris). El argumento es predecible y se construye a base de arquetipos y tópicos para no hacer sombra a los dos elementos que el film no deja de poner en valor: la velocidad y Brad Pitt.

Y es que el punto fuerte de la cinta es sin duda la inmersión en las carreras. La dirección, el diseño de sonido, la banda sonora de Hans Zimmer… todo rema a favor de que el espectador sienta que la butaca de la sala de cine se mueve a 300 kilómetros por hora. Kosinski ya demostró en Top Gun: Maverick (2022) que el uso de elementos reales —entonces cazas de combate, ahora monoplazas de carreras— potencia el realismo de las imágenes y aumenta exponencialmente la adrenalina. Otro elemento que favorece la sensación de estar en un Gran Premio es el hecho de que todos los pilotos, a excepción de los interpretados por Pitt e Idris, son los pilotos reales del mundial de 2024. Eso quiere decir que vemos a los personajes adelantar al Red Bull de Verstappen o a Fernando Alonso felicitar al personaje de Brad Pitt por una buena posición en la parrilla.

Brad Pitt es, sin duda, la estrella de la película y su personaje, Sonny Hayes, está escrito a su imagen y semejanza. En esta etapa de su carrera, le viene como anillo al dedo interpretar este rol crepuscular de viejo vaquero que acepta participar en un último rodeo, sin perder su estatus de sex-symbol; siempre chulo, confiado e irresistible. Quizá por ser Brad Pitt, el guion no consigue escapar de la trama romántica que no aporta demasiado al personaje y no hace demasiados favores a Kerry Condon que, por otro lado, está fantástica en su papel de ingeniera jefa de la escudería.

F1: La película es el blockbuster veraniego perfecto: tiene todos los elementos para mantener al espectador pegado a la pantalla y prioriza el espectáculo técnico a la innovación narrativa. Brad Pitt sigue consolidándose como la superestrella robaplanos que siempre ha sido y Joseph Kosinski se vuelve a reivindicar como un cineasta inmersivo y con el que los estudios pueden contar para invertir cada uno de sus millones.