Tras el cenit cultural que supuso Endgame, Marvel atraviesa un periodo de incertidumbre en el que la marca multimillonaria parece estar utilizando sus películas más como estudio de mercado que como películas con ambiciones artísticas. Entre productos tibios y apuestas desdibujadas, Los 4 Fantásticos: Primeros pasos emergía como una de las grandes esperanzas del estudio. Ya fuera por el maravilloso fenómeno social que está suponiendo Pedro Pascal o por el regreso de
una franquicia fallida pero extrañamente memorable, las expectativas, sin duda, estaban altas.
De forma algo inesperada, la película de Matt Shakman arranca con una propuesta refrescante desde su punto de partida al alejarse del harto trillado relato de orígenes y nos sitúa directamente en un presente donde los Cuatro Fantásticos son una institución consolidada. Es en este contexto donde el principal elemento disruptor de la película cobra forma: Silver Surfer, una mujer alienígena plateada cabalgando una tabla de surf a juego, aparece en la Tierra para informarles
de que Galactus, un ser gigantesco con un hambre insaciable y capaz de devorar planetas está en camino con un runrún peligroso en el estómago. Aunque eso no es todo. Lo que podría ser una premisa ya funcional para cualquier película de superhéroes adquiere aquí un matiz adicional cuando, tras una visita movidita a la nave del susodicho, Galactus les ofrece la salvación a cambio de que le den al hijo de Storm y Reed Richards, el cual dice que alberga un poder casi infinito capaz de liberarle de la condena de tener que ir devorando planetas hasta el fin de los tiempos. Casi nada.
Todo esto es lo que acontece de manera un tanto resumida y a trompicones en un primer acto que plantea el conflicto con solvencia a la par que establece un claro dilema al que el grupo debe hacer frente, aunque también aquí es donde empiezan a hacerse evidentes algunas de las inconsistencias que liman su potencial al establecerse una pugna por el poder en el tono de la película.
Más allá de servir a un propósito estético, la ambientación retrofuturista nostálgica también obedece a una clara intención por complacer. Matt Shankman establece desde sus primeros compases que esta va a ser una feel good movie, donde desde su factura hasta la construcción de sus personajes busca claramente apelar a que los espectadores se sientan cómodos y entren en una especie de estado mental de confort en el que se puedan dejar ir y fluir con el ritmo de la
acción. Lo vemos en sus trajes de franelita, en la cálida paleta de colores, en los intercambios verbales entre los personajes, en lo mucho que la sociedad les quiere, en lo perfectos que son…
La confección de su mundo y de su feeling choca de manera frontal con las aristas morales que emergen en el planteamiento de su conflicto y este particular rifirrafe se hace especialmente evidente con uno de los recursos distintivos por los que apuesta la película: la gente. De un modo similar a lo que hizo Sam Raimi con sus adaptaciones de Spider-man, Los 4 fantásticos: Primeros pasos utiliza en múltiples ocasiones planos de multitudes. Pero lo que Raimi utilizaba para enfatizar el lema de “tu amigo y vecino Spiderman”, mostrando el calado de las pequeñas
acciones del superhéroe en el ciudadano promedio, Shakman lo usa de un modo casi mitificador, en el que aparecen constantemente masas de ciudadanos clamando e idolatrando a los superhéroes que han conseguido confeccionarles un idilio. Esta construcción podría ser
comprensible como herramienta narrativa de cara a establecer un conflicto social cuando las masas se enteran de la polémica decisión. Sin embargo, la película pasa por encima del tema sin pena ni gloria, reduciendo a esa figura social a una masa infantilizada, dejándonos por culpa de esa tibieza a la hora de explorar sus conflictos una lectura política inquietante: una ciudadanía fácilmente manipulable y completamente subordinada al discurso aquellos privilegiados que
ostentan el poder.
Interpretaciones ideológicas aparte—que, aunque no buscadas, resultan difíciles de ignorar—, lo que sí se hace evidente es una flagrante incoherencia tonal. Marvel parece seguir encadenada a
la idea de que cuanto mayor sea la amenaza, más importante parecerá la película, obviando que a veces en lo pequeño, en lo local, en lo personal también hay conflictos válidos e interesantes capaces no solo de no comprometer la tonalidad de la trama, sino que se retroalimentan de la misma y ayudan a crear personajes creíbles y humanos con los que conectar y dejarse ir más allá del carisma y talento de sus intérpretes. No seré yo quien diga que las tres anteriores adaptaciones de Los 4 fantásticos eran buenas, pero sí que eran películas que se preocupaban por darle espacio a sus personajes. Vale que estos eran o cliché o insoportables, pero eran seres humanos que a lo largo del metraje erraban y aprendían, se relacionaban con el mundo expuesto en la cinta y este les afectaba de algún modo. Aquí este no es el caso. Todos los personajes de Los 4 fantásticos: Primeros pasos terminan la película del mismo modo en la que la empiezan. Todos en el mismo registro. Todos con los mismos valores. Y es que, al querer obviar la fatídica origin story, Shakman y guionistas han creado a un elenco demasiado perfecto que no tiene espacio para jugar, para equivocarse, para ser humanos.
Allá por la Edad de Plata de los cómics, Los 4 fantásticos irrumpió en el panorama de las viñetas como una revolución por ser una historia en la que sus personajes eran el factor diferencial, pues eran imperfectos y tenían que lidiar con sus problemas día a día. Unos problemas que no tan solo les afectaban a ellos, sino al grupo y por extensión al mundo entero. Y, al menos para mi, da igual la solidez estructural que puedas darle a una película o el buen rollo que te pueda despertar si, al
final del día, no eres capaz de comunicarte con el público a un nivel humano o emocional. Darnos ese algo que nos haga conectar con figuras completamente inalcanzables. Como demostró Superman allá por los años 70, los superhéroes son el reflejo de la perfección que nos gustaría alcanzar, pero son sus defectos y sus debilidades las que nos permiten soñar con ellos.




