Magnolia

Magnolia (1999)

No, una cosa así no puede ser una coincidencia

Una obra coral

A lo largo de su filmografía, pero muy especialmente a partir de Pozos de ambición (There Will be Blood, 2007), Paul Thomas Anderson (PTA para los amigos) se ha centrado en personajes bigger than life. Desde el virulento y obcecado Plainview al no menos siniestro Lancaster Dodd de The Master (2012), pasando por el gélido Reynolds Woodcock en El hilo invisible (Phantom thread, 2017), todos ellos eran personajes tremendamente complejos pero cuya ambición les situaba por encima de todos los demás. Incluso el encantador Gary Valentine de Licorice Pizza (2021) arrastraba a sus amigas y conocidos en sus proyectos pecuniarios, tan ilusos como divertidos.

La situación, sin embargo, de los personajes de Magnolia no es la misma que la de los protagonistas de las cintas referidas. Tenemos un magnate en situación terminal, el enfermero que le atiende a domicilio, la joven esposa del millonario, el hijo al que abandonó años atrás, el presentador de un concurso televisivo con niños prodigio, un padre abusador y su hijo, estrella infantil víctima de avaricia paterna, un antiguo concursante que ahora ya no es ni niño ni prodigioso, la hija del presentador, una adicta que entabla relación con un policía timorato y torpe… Al revés del resto de personajes andersonianos, los de Magnolia no crean su escenario, su porvenir, sino que arrastran sus decisiones previas como una maldición que condena su presente y su futuro. Pero, a todos ellos (excepto a aquellos que ocultan secretos culpables), como hiciera con el grupo completo de Boogie Nights (1997) o como hará en Embriagado de amor (Punch Drunk Love, 2002) PTA les declara su amor, evidenciando sus vergüenzas, su fragilidad y su desconcierto vital, aunque, simultáneamente, su capacidad de arrepentimiento y su capacidad de amar. Tal vez, mejor dicho, su voluntad de amar y ser amados.

Hay blockbusters de acción o de ciencia ficción, pero Magnolia constituye un auténtico blockbuster dramático. Anderson consigue trazar cuatro hilos narrativos básicos de los que saldrán otros cuatro, manteniendo en todo momento un ritmo que atrapa al espectador en este auténtico laberinto de pasiones.

Así, en sus 188 minutos de duración contemplaremos las últimas horas de Earl Partridge y el viacrucis de Linda, su mujer, aterrorizada, dolida, de saber que heredará la fortuna de un hombre con el que se casó por dinero pero al que ahora, cuando se va, ama desesperadamente. Íntimamente vinculado a esta trama está Phil Parma, el enfermero que le cuida, cuya atención conseguirá atraer a Frank T.J. Makckey, hijo del paciente. Por otro lado, el infeliz Donnie Smith, que perdió las capacidades que tenía en la infancia al ser impactado por un rayo, vive una existencia lamentable mientras recuerda éxitos pasados viendo en el Show de Jimmy Gator a una nueva víctima del entertainment televisivo, el pequeño Stanley Spector. En paralelo, la hija de Gator es presentada como una joven que arrastra un trauma y una adicción y de quien se enamorará el policía.

El azar, el destino

Al inicio de la cinta, un antológico prólogo desgrana tres historias, tan improbables como fascinantes, sobre las que un narrador en off contrasta la falta de verosimilitud de cada una de ellas con supuestas evidencias históricas, periodísticas y periciales: un asesinato en el que los apellidos de los tres delincuentes conforman el nombre del lugar dónde morirán, un accidente de pesca que acaba con la víctima en lo alto de un árbol y un suicidio que transforma en cómplice de su propio asesinato al mismo suicida… El narrador dice que este cúmulo de circunstancias coincidentes no pueden ser casualidad, que debe haber algo más que explique, que justifique, el porqué de las cosas.

Con la colaboración (como en todas sus obras) de un elenco en estado de gracia , una destreza innata en la puesta en escena que incluye numerosos movimientos de cámara, travellings verticales y planos secuencia, un trabajado montaje y la banda sonora y las canciones de Aimée Mann y Jon Brion, Anderson desarrolla un crescendo en el que las diversas líneas argumentales se van cruzando para revelar finalmente secretos que explican la situación actual y dan lugar a un conjunto de clímax paralelos que incluyen una lluvia catártica, digna de las plagas de los diez mandamientos. Arrancando con la ironía del prólogo, a lo largo de la cinta, toques de humor (la torpeza del enamoramiento del policía y la adicta, contrastando la inocencia de uno con la astucia de la otra en un romance imposible, la actitud azorada de Phil Parma en la búsqueda del macho cabrón, Mackey, o las decisiones tan absurdas de Donnie Smith) equilibran las secuencias de mayor carga dramática (el itinerario angustiado e histérico de Linda, el abuso infantil). El resultado final dará la respuesta a la pregunta del prólogo… No es casualidad.

Un experimento musical

Si en Embriagado de amor PTA experimenta con el color, buscando su relación con las emociones, aquí traza la historia del conjunto de personajes apoyándose en las canciones cantadas por Aimee Mann (One, Build that Wall, Driving Sideways, Momentum, Save Me) que contemplan, inicialmente, a los personajes perdidos en sus cuitas, para ir uniéndolos en un coro único una vez la cinta ha avanzado y conocemos mejor su situación. De modo insospechado, consigue trenzar todas las historias y conformar una sola que les engloba a todos ellos, enlazando imagen y música, desde la inicial

One

One is the loneliest number
that you’ll ever do
Two can be as bad as one
it’s the loneliest number
since the number one
«No» is the saddest experience
you’ll ever know
Yes, it’s the saddest experience
you’ll ever know

hasta representar, tras la deriva y la inercia de toda una vida, unas costumbres que cuesta cambiar, como hay tantos pasados que pesan, limitando los futuros:

Momentum

Oh, for the sake of momentum
I’ve allowed my fears
to get larger than life
And it’s brought me to my current agendum
Whereupon I deny fulfillment has yet to arrive
And I know life is getting shorter
I can’t bring myself to set the scene
Even whin it’s approaching torture
I’ve got my routine
Oh, for the sake of momentum
Even thought I agree with that stuff
about seizing the day
But I hate to think of effort expended
All those minutes and days and hours
I’ve have frittered away
And I know life is getting shorter
I can’t bring myself to set the scene
Even whin it’s approaching torture
I’ve got my routine
But I can’t confront the doubts I have
I can’t admit that maybe the pas was bad
And so, for the sake of momentum,
I’m condemning the future to death
so it can match the past

… Hasta que les arrincona a todos ellos en una situación límite, en la que reconocen la necesidad de cambiar antes de condenarse definitivamente:

Wise up

…Prepare a list for what you need,
Before you sign away the deed,
‘Cause it’s not going to stop…
It’s not going to stop…
It’s not going to stop,
Till you wise up.

Y, por ello, llegar al punto en que piden, cada uno a su modo, salvación

Save me

Come on and save me…
Why don’t you save me?
If you could save me,
From the ranks of the freaks,
Who suspect they could never love anyone,
Except the freaks,
Who suspect they could never love anyone,
Except the freaks,
Who could never love anyone.

… Y, puestos en tal tesitura, Paul Thomas Anderson culmina brillantemente el peculiar musical con una coincidencia tan improbable como feliz, equivalente a las que abrían la película, cerrando, simultáneamente, la historia de Partridge y su hijo con una reconciliación in extremis, con una salvación inesperada para Linda, una cancelación del cobarde intento de evasión de Jimmy Gator, una reparación del error que podía condenar a peor situación a Donnie, una esperanza para Stanley y un final feliz para la insólita e improbable pareja.

Magnolia, como sus criaturas, salta del drama a la comedia, con personajes movidos por un demiurgo que refleja la complejidad de la vida y los sentimientos humanos experimentando con el montaje y la música, con el texto y los intérpretes, con el montaje. En definitiva, disfrutando y creando cine y demostrando que, en ocasiones si más no, todo sucede por una razón, por extraño que parezca.