Two Lovers: orígenes

Dostoeivski / Visconti / Gray

En su intención confesa de tomarse seriamente los asuntos del amor partiendo de un esquema propio de la comedia romántica, James Gray encuentra el principal referente para Two Lovers en la novela corta de Fiodor Dostoievski, Noches blancas así como en la adaptación de ésta que, con el mismo título, realizara en 1957 el cineasta italiano Luchino Visconti [1]. Escrita en 1847, esta obra primeriza del genial literato ruso narra en cuatro capítulos/noches —más un flashback y un epílogo— a través de largos parlamentos dialogados los encuentros entre el narrador y la joven Nástenka, de la que éste se enamora aún sabiendo que ella espera la llegada de otro hombre.

El cineasta italiano, sin dejar de ser fiel a su propio estilo, trasladó con fidelidad el texto de Dostoievski reproduciendo casi literalmente gran parte de los diálogos entre el narrador y su enamorada. Pero mientras Dostoievski se entretiene en los primeros compases del texto en la descripción del ambiente peterburgués a la llegada de la estación estival, Visconti reconstruye una inexistente ciudad en Cinecittá otorgando a su adaptación cierta atmósfera de ensoñación e irrealidad a través de una puesta en escena teatral que ahonda en las interrelaciones entre sus vocaciones cinematográfica y escénica (Visconti ya había llevado al teatro la gran novela de Dostoievski Crimen y Castigo en 1946 y llevaba desde 1954, época de la realización de Senso, realizando montajes operísticos), provocando que el film se aleje finalmente de la fisicidad y verismo que impregna la prosa de aquel.

Probablemente la mayor distancia entre novela y película llegue a través de las elecciones de reparto. La presencia de Mastroiani (Mario) y Jean Marais (El inquilino) ponen tierra de por medio entre los caracteres descritos en la novela y su resultado en pantalla. Como apunta el propio Gray en sus declaraciones, es difícil que veamos a Mastroiani como un perdedor, tímido y algo desequilibrado, como el que describe Dostoievski. El propio Visconti se asegura de ponerlo en boca de Mario/Mastroiani: «Yo no soy un ingenuo…», exclama en un momento de la película. Los protagonistas de Noches blancas, y Two lovers, sí lo son.

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Gray, por su parte, fiel a los postulados realistas de su filmografía, vuelve a retratar el ambiente neoyorquino desde una perspectiva de cotidianeidad y familiaridad, sustituyendo los asuntos de la vida criminal o policial, por los de una familia judía dedicada al negocio de la lavandería. Si bien, Gray toma de Visconti algunos elementos espaciales o de puesta en escena como son aquellos momentos en los que Mario cree vivir junto a Natalia unos breves instantes de felicidad: un baile compartido en una discoteca, o un frío escarceo sexual entre las paredes de un apartamento en construcción.

La variante más significativa respecto a la novela o adaptaciones anteriores introducida por Gray y Menello en su guión es la incorporación del personaje de Sandra (Vinessa Shaw), la mujer que se enamora de Leonard (Joaquin Phoenix) y a la que se ve abocado por su entorno familiar. Esto provoca que la dicotomía presentada por Dostoievski entre realidad/sueño se convierta en un dilema de carácter moral —más rohmeriano, si se quiere— del que se espera que el personaje realice una elección. De nuevo, Gray recurre abiertamente a la utilización de arquetipos para estructurar sus filmes: la atractiva rubia, desequilibrada y misteriosa presentada por Paltrow, frente a la morena, apocada y sincera Shaw. La promesa de una vida excitante (y probablemente infeliz) deseada por el soñador, frente al triunfo de lo familiar y rutinario.

La claudicación del soñador…

La última frase de la novela de Dostoievski, reza así: «¡Dios mío! ¡Todo un momento de felicidad! ¡Sí!, ¿no es eso bastante para colmar una vida?» (según la traducción de Rafael Cansinos Assens para Punto de Lectura). El soñador ve confirmada su desdicha, lo inalcanzable de su ideal, sin dejar de percibir la belleza de los momentos vividos y regodeándose románticamente en su propia fatalidad. El filme de Visconti mantiene esta misma idea: «Vete con él…y sé bendecida por el momento de felicidad que me has dado. No es poco, incluso para toda una vida», declama Mario. Gray, sin embargo, hace que su personaje sufra la marcha de Michelle de manera dolorosa, reprimiendo la violencia y frustración que hacen resurgir los fantasmas de desengaños anteriores. Leonard flirtea por unos instantes nuevamente con la idea del suicidio (la muerte por amor, el ideal romántico) pero acaba por regresar a la calidez del hogar y a la vida fácil que se le ofrece junto a Sandra, renunciando a sus sueños. Gray lleva el personaje a su terreno, prefiriendo mostrar la amargura (y cinismo) inherentes a ésta decisión que lo conecta con los héroes de sus filmes policíacos irremediablemente atrapados por su destino.


[1] Robert Bresson realizó también su propia versión del original de Dostoievski, Cuatro noches de un soñador (Quatre nuits d’un rêveur, 1971), sin duda alguna la mejor adaptación de las tres. Probablemente sea el cineasta francés quien mejor haya trasladado el universo dostoievskiano al cine; los personajes de la mayoría de sus películas beben de los dilemas desarrollados por el escritor de El jugador y Los hermanos Karamazov —cómo ver al Michel, de Pickpocket (1959) sino es como una variación de Raskolnikov; o la siempre etérea presencia de sus personajes femeninos como naturales herederos de la Sonia de Crimen y Castigo—.