Reivindicación del doblaje para entender el cine (y ya que estamos, el mundo)
No sé si ustedes estarán dispuestos a prestarme atención durante un rato, pero voy a hablar de una serie de equívocos y falsas atribuciones que llevan molestándome más de la cuenta de un tiempo a esta parte. Voy a hablar de cine subtitulado y quiero hacerlo en los términos de una peligrosa moda que empieza a afectarnos a todos como una gripe porcina de poderoso calado y nefastas consecuencias para la salud mental, una especie de distinción cool y pseudoculta, que alcanza sus mayores cotas de absurdo cuanto más tiende a la exclusión y al etiquetado sistemático. Quizá esta fiebre que ahora sufrimos, y que llevamos arrastrando desde hace varios años con el aplauso de los medios de comunicación y la anuencia del espectador medio, que teme como a la peste que se le tache de superficial y poco instruido, tenga su origen en la aparición de las salas de versión original, acorazados búnkers para intolerantes connaisseurs, que sólo programan un cine comprometido, en teoría más atrevido e innovador, generalmente europeo, y lo hacen en su idioma original y con los temibles subtítulos de rigor a modo de elegantísimo aggiornamento. Quizá fuera entonces cuando se iniciara esta chistosa dicotomía entre el cine comercial norteamericano, destinado a las multisalas atiborradas de copias dobladas de otras películas, y el cine más personal e inquieto, surgido en el seno de las productoras independientes y aplaudido a rabiar por esa cosa llamada crítica de élite. Digo chistosa porque el asuntillo enseguida se salió de madre y en poco tiempo resultó que apoyar el doblaje y disfrutar del cine doblado pasó a equivaler a echar por tierra toda producción alternativa y ponerte de lado de la odiosa masa a la que todos pertenecemos pero de la que nadie quiere formar parte. De este modo, ver cine subtitulado se convirtió, como decíamos, en una forma de distinción cultural, en un grado. Por contra, quien se inclinaba por el doblaje estaba apoyando no sólo un cine de género efímero y descerebrado, culturalmente inane o incluso ideológicamente execrable, y poco menos que, por extensión, también el consumismo desorbitado, la idiocia generalizada, el pensamiento único, el fast food, y ya que estamos, incluso el imperalismo usamericano.
Los subtítulos pasaron a ser de izquierdas. Los subtítulos se pusieron de moda como en otro tiempos los mullets o los pantalones de pata de elefante. Los subtítulos mutaron en sinónimos de progreso, inquietud (qué fea palabra) y creatividad. A aquellos que, me incluyo honrosamente, seguimos sintiéndomos más a gusto en la multisala plagada de melosas parejitas y garrulos palomiteros, preferiblemente anclada en un centro comercial, que en la sala de versión original de turno, no se nos dejó abrir la boca. ¿Para qué? Éramos idiotas. O pero aún. Éramos la masa irreflexiva. Éramos normales en una época en la que ser normal ya no molaba. Pero nada, eh. Ni pizca.
«No, no quiero ir a ver La cinta blanca todavía». Prefiero esperar a que salga una copia doblada. Estas palabras, que recuerdo haber pronunciado hace escasos meses en mitad de un coito, enseguida despertaron el desconcierto, y poco después la rabia, de mi hasta entonces entregada compañera, que no dudó en darme la espalda (lo que en aquel preciso instante interpreté de otra manera) para luego retirarme la palabra como si hubiera lanzado un grito reivindicando el Holocausto. El cine doblado arruinó aquella efímera relación, del mismo modo que ha puesto en jaque muchas de mis amistades a lo largo de mi vida, lo que no ha hecho más que radicalizarme, a veces un poco irracionalmente. Sí, porque aquellos que elegimos el doblaje, como quien escoge la vida, estamos condenados a ser vistos como unos parias, unos desherados de la fortuna. Es extraño pensar esto cuando entiendo que el doblaje es ante todo un privilegio, un regalito que nos hace el sistema para que el supositorio del conocimiento entre mejor y duela menos, y hay que tener muy mal fario para condenar los lujos simplemente porque nosotros queramos prescindir de ellos. Además, por lo general, en nuestro país siempre se ha doblado con gracia, meticulosidad, respeto y joie de vivre. A pesar de que la multiplicación de series televisivas en los últimos años haya generado un doblaje a veces en exceso frío, funcional pero hecho un poco para salir del paso, el nivel tanto de los profesionales como de los resultados es sorprendentemente alto, forma parte de nuestra historia, y desde luego, debe verse como una expresión artística tan válida como cualquier otra. Cierto también que en ocasiones muy puntuales a sus responsables se les ha ido la mano, en esa modalidad de doblaje creativo que afecta sobre todo a algunas comedias, empeñándose en multiplicar sus gracias hasta la náusea y en trufar el conjunto de bromas coyunturales y de círculo reducido que pierden punch a los pocos años. Un daño colateral, un mal menor, si pensamos que también existen muchas teleseries y películas, y también en particular muchas comedias, que han mejorado con un buen doblaje. Pienso por ejemplo en La casa de los dibujos (Drawn together, 2004), cuya reinterpretación en clave latina conecta a la perfección con el espíritu eminentemente destroyer de su animación. Pero esta encendida defensa, discutible como casi todo, se torna ridícula en el momento en que cabe la posibilidad de elección. Hoy día, y sobre todo gracias a Internet, es muy fácil conseguir una copia en versión original subtitulada de cualquier cosa. Los subtítulos se multiplican en la red hasta el infinito. Por el contrario, ciertas películas independientes y de autor, por el hecho de venir etiquetas ya de fábrica con ese sambenito cultural, resultan realmente difíciles de ver dobladas. Me imagino al núcleo duro de los dobladores diciendo algo así como No, ésta no la doblamos porque los intelectuales odian el doblaje y se puede montar una bien gorda. Sin embargo, los hooligans del cine subtitulado nunca están contentos, no les basta con los numerosos deuvedés con subtítulos hasta en húngaro, no les basta con sus salas de versión original y sus páginas de Internet, sino que quieren ir más y más allá. ¿Expandir el virus también a las inocentes multisalas? ¿Por qué no? ¡Si al fin y al cabo es por su bien! Tenemos la obligación moral de imponer la copia subtitulada a la pareja que sólo quiere retozar un poco y al grupo de quinceañeros que acude a liarla a la sala. ¡No quedará ni uno sin abrazar y empaparse de nuestra cultura! Gracias a este pensamiento, la opción se convierte en imposición, pues el defensor de la versión original, por lo general, es profundamente excluyente y sólo piensa en su ombligo. ¿No sería ridículo una campaña que promoviera la retirada de las escaleras mecánicas en el metro sólo por el hecho de que bajar un tramo a pie es más sano y elimina más calorías? Claro que sí, porque los que se niegan a hacer ejercicio también tienen sus derechos. Exactamente los mismos que los que se niegan a aprender un idioma. Propongo una contraacción para frenar el disparate. Debemos reivindicar nuestro derecho a ser simples, incluso un poco paletos. No, gracias pero no, no estamos interesados en vuestra cultura, quedáosla toda para vosotros, y si podéis, no dejéis de ella ni las migajas. Por fortuna, todavía el cine es mucho más que eso. Ya nos llegará la hora en que queramos ir al cine a aprender, de momento, señores, tenemos otras cosas en la cabeza y no queremos que nadie nos arruine la juerga con una copia de El plan B (The Back-up plan. Alan Poul, 2010), o de San valentín sangriento (My bloody valentine. Patrick Lussier, 2009), o de Qué les pasa a los hombres (He is just not that into you. Ken Kwapis, 1999), en versión original subtitulada. Por favor.
Pese a nuestro tradicional gusto por la queja indiscriminada, infundada y envenenada, lo cierto es que ahora mismo contamos con gran cantidad de opciones en lo que a cine y lenguaje se refiere, y no me refiero sólo al menú del deuvedé, aunque bien es cierto que esta multiplicidad da lugar a una cierta saturación (¡ea!), que genera asimismo un cierto aturdimiento (¡aúpa!), que nos conduce a una no menos cierta abulia (¡bravo!) y, de nuevo, a la queja como via de escape de nuestra incapacidad de decidir (¡mierda! ¿qué coño ha pasado que vuelvo a estar solo y con el muro de Facebook cual patena?). Si quiero ver una película comercial doblada puedo hacerlo. Si quiero ver esa misma película comercial subtitulada puedo recurrir a Internet o esperar al deuvedé. Si quiero ver una película independiente subtitulada puedo acudir a una sala de versión original. El hecho de que no todas las provincias tengan salas de versión original es culpa de la distribución y del mercado, ya que muchas de estas películas son minoritarias, no sólo lo son sino que presumen de serlo, y la minoría nunca debe imponerse sobre el gusto mayoritario. La masa será idiota, pero, como la palabra indica, es mucho más grande, y todos formamos parte de ella, mal que nos pese, en algún momento de nuestras vidas, cuando no siempre. En todo caso, nos queda todavía la opción de Internet y la espera del deuvedé. Exactamente lo mismo que si queremos disfrutar de la copia subtitulada de la película comercial, o incluso si lo que buscamos de la copia doblada de la película independiente. Insisto tanto en este punto porque la protesta central de muchos de los detractores del doblaje es precisamente la falta de opciones del espectador medio. Una queja que el panorama actual ya se encarga de desmentir sin excesivo esfuerzo y que, en contra de lo que piensan sus denunciantes, no va tanto dirigida al cine doblado sino a la demanda de cine de autor frente al de gusto masivo. Pero deberíamos tener un poco más cuidado con lo que deseamos… si lo que queremos es que el cine independiente pase a ser de gusto mayoritario, es decir, que llegue hasta a la última sala perdida de Morrojable, perderá por tanto su esencia e independencia, y por tanto, una de sus principales señas de identidad. Por tanto, mucho ojito ahí, queridos autores, pues en el momento en que la gente lea a Proust en el metro en lugar de a Dan Brown, llegará un momento en el que leer a Proust… ¡ya no será reivindicable, ni significará nada! Me explico: en el supermercado de ofertas y demandas en el que estamos inmersos irremisiblemente, todo necesita un valor para existir. Las cosas existen en función de este valor, que es más que nunca, un valor social que repercute sobre las relaciones personales. El valor económico, o mejor, la posición de cada elemento en el mercado, está directamente ligado a este valor social, tanto es así que aquello que carece de él desaparece. La minoría existe en función de la mayoría y bebe de su realidad, de su crítica y su negación. Nunca antes como ahora ha habido una relación tan estrecha entre el objeto y lo que representa, lo que supone (socialmente) y lo que connota. El suplemento ha llegado a ningunear a su referente. La gran victoria del capitalismo ha sido incluir la autocrítica en el corazón de su propio engranaje; es un error pensar que lo contracultural y alternativo existe al margen del mercado global, pues no sólo forma parte de él, sino que constituye una pieza fundamental para su crecimiento y desarrollo.
Llegando un poco más lejos, uno podría preguntarse cómo es que hasta el momento nadie ha osado a comparar el doblaje de una película con la traducción de un libro. Pues en el mundo de la literatura existe un respeto mucho más generalizado por el gremio de los traductores; los hay reputados y venerados, que reciben elogios de la crítica y premios a mansalva, y los hay chapuzas, como en botica, pero pocos son los que se atreven a negar la necesidad de su labor a la hora de universalizar las virtudes de la obra artística. Citemos a Cioran ahora, que nos viene al pelo: “He conocido a escritores obtusos e incluso tontos. Por el contrario, los traductores con los que he tratado eran más inteligentes e interesantes que los autores a quienes traducían. Es lógico: se necesita más reflexión para traducir que para crear”. No son pocos los traductores que presumen de mejorar los originales, corrigiendo algunos de los vicios de su autor y adecuándolos a una gramática más cuidada y ordenada. Hay traductores creativos, como Borges, que incluso se permiten adaptar el estilo del autor al suyo propio, sin que a nadie se le caiga los anillos por ello. Todo aficionado a la literatura, aun reconociendo que es mucho mejor disfrutar de la obra en su lengua original, sabe distinguir una buena traducción de una mala, y siempre está dispuesto a alabar las virtudes de la primera. Dejándonos llevar por arrebatos postmodernistas, incluso podríamos apuntar que toda traducción es no ya sólo una reescritura, sino una reinterpretación muy personal de una obra concreta. Autores de gran prestigio hay para apoyar esa tesis, aunque pocos son los que se aventuran a equipararla al doblaje de una película. Pues en el doblaje, como en toda reinterpretación personal, la obra original nunca es conculcada, sino que continúa en su lugar, en su estado primigenio, conservando intacta toda su pureza, pero ahora enriquecida además por esa nueva versión que le aporta distintos matices y sobre todo una accesibilidad mucho mayor para un determinado tipo de público que de otro modo jamás se hubiera acercado a ella. El día en que los defensores de la versión original lleguen a casa después del cine y lean a Ibsen en noruego, yo comenzaré a tomarlos en serio.
El subtítulo, en cambio, tan sólo es un suplemento, en apariencia inofensivo, que genera un simulacro de respetabilidad sobre el producto original: una nota al pie, un hipertexto que rompe la barrera del idioma en una dimensión diferente, acompañando a la película base. Simulacro, sin duda, pues la obra continúa siendo traducida, adaptada, y por tanto, reinterpretada, aunque esto suceda en la parte inferior de la pantalla y con un halo aséptico que disimula su condición traicionera; simulacro, además, porque proporciona al espectador la falsa sensación de acercarse a un idioma y comprenderlo de una forma del todo inadecuada, tan engañosa como el uso de ruedines laterales para aprender a montar en bicicleta, y finalmente inútil (no vamos aprender japonés jamás por ver películas japonesas subtituladas, y el adiestramiento que se le supone con respecto a un idioma de aprendizaje más generalizado, como el inglés, es muy pequeño, casi despreciable en comparación con otras vías menos cómodas, y sólo adquiere importancia, precisamente, cuando el subtítulo desaparece); y simulacro, en definitiva, porque, pretendiendo una mayor implicación del espectador con la película, sólo funciona como obstáculo o interferencia, por mucho que presumamos de poseer cerebros multitasking.
El recurso de las dos dimensiones (yo no sólo veo películas… ¡las leo! ¡Y leer es algo tan importante!) afecta más de lo deseable a la comunicación autor-espectador. El mensaje nos llega distorsionado, confuso, pero no porque exista una voluntad previa para que esto suceda, sino porque nuestra percepción sobre él es parcial e incompleta. No nos engañemos: esto va a suceder siempre que nos acerquemos a una obra en un idioma distinto a aquel con el que hemos crecido, incluso en el caso de que lleguemos a hablarlo con fluidez, y tanto el doblaje como el subtítulo suponen poco más que alternativas imperfectas para sobrellevar este acercamiento, sólo que cada una de ellas hace prevalecer unos aspectos por encima de otros. El doblaje apuesta (había escrito apesta, dichoso corrector de Word infectado de virus indie) por una identificación completa, nos permite vivir en la obra sacrificando el supuesto respeto por el original: es una mentira amable que nos concede entrar sin obstáculos en la atmósfera y la dinámica de la película, si estamos dispuestos a asumir las reglas del juego. El subtitulado prefiere irse al otro extremo: la identificación no es tan importante si podemos disfrutar de la obra tal y como su autor la diseñó, aunque no la comprendamos, y si nos perdemos un tanto, ahí tenemos el recurso orientativo de ese jps escrito que nos ayuda a sobrevivir durante el camino. Se trata, claro, de una supervivencia torpe, a trompicones, mucho más inexacta y francamente incómoda, pese a que con el tiempo uno se acabe acostumbrando a ella, asumiendo por inercia sus carencias e imperfecciones, sobre todo, por el miedo a reconocer las ventajas del modelo contrario. El equivalente aproximado a una traducción literaria que sucediera no en lugar del texto original, ni en la independencia de la página siguiente, sino en una sucesión interminable y catedralicia de epígrafes multiplicados e intercalados hasta la desesperación, que se fundieran y confundieran con las palabras originales hasta dar con las formas de un monstruo, abrumador e incomprensible, pero a fin de cuentas, muy mono.
No negaré que el modelo del subitulado presenta algunas ventajas y ciertos beneficios que, curiosamente, casi nunca aparecen en las argumentaciones de sus defensores habituales (por ejemplo, su innegable valor para la comunidad de sordos), pero para quien esto escribe ese vivir en la película es fundamental, más aún teniendo en cuenta que el respeto que supone la otra opción es muy relativo y en cualquier caso discutible. Más nos vale recordar que el cine es un fenómeno único, incomparable, regido por leyes capaces de alterar nuestra percepción de lo real. En esta realidad entra, cómo no, el tiempo: recurramos a la añeja magdalena de Proust, metáfora modernizada, acaso perfeccionada, por ese plato de ratatouille que consigue trasladar al circunspecto crítico gastronómico a habitaciones secretas, desterradas y semiolvidadas, de su memoria. Algunas de las mejores películas llevan incorporadas una pequeña píldora que nos permite viajar de vuelta a la infancia. A esos sentimientos y sensaciones quién sabe si más puros o auténticos, pero sí diferentes a los que experimentamos de corrido con la llegada de la edad adulta. Mi caso particular me remite a Tod y Toby (The fox and the hound. Richard Rich y otros, 1981), La historia interminable (Die unendliche Geschichte. Petersen, 1984) y Regreso al futuro (Back to the future. Zemeckis, 1985), pero cada lector podrá extraer asimismo sus referentes. Éstas son las tres primeras películas que recuerdo haber visto en la soledad de una sala de cine, y todas aquellas que he disfrutado o sufrido desde entonces, y que vea en un futuro, sean chinas o alemanas, evasivas o de arte y ensayo, por fuerza habrán de medirse con ellas, compararse con las emociones que me despertaron cuando aún desconocía según que cosas. A eso voy: como no podía ser de otra forma, las tres las vi con doblaje español, pues afortunadamente los niños todavía estábamos exentos de esos absurdos distingos culturales propios de aquellos que hace tiempo que abandonaron los paraísos perdidos de la infancia. Esto implica que difícilmente podré esperar este viaje proustiano de recuperación del tiempo perdido con una película subtitulada, por el mero hecho de que la experiencia del subtítulo no llegó a mi vida, para quedarse, qué remedio, cuando ya me hallaba sumergido en las mucho más turbias aguas de la adolescencia. Hagan la prueba sin miedo: buceen en su experiencia personal y clasifiquen. Quizá comprueben asustados que las películas que ahora les gustan lo son porque les remiten a experiencias intelectuales posteriores a sus doce años, aquellas que van parejas al descubrimiento de que hay vida más allá de la vida, esto es, que existe un refugio llamado cultura al que podemos aferrarnos, y que hemos asociado inconscientemente a una cierto placer en el dolor, pues el esfuerzo intelectual es también dolor, qué duda cabe, y que florece en citas al pie, neologismos, tecnicismos y otros elementos ajenos al fluir natural de las cosas, es decir, un poco también ajenos a la vida. El crítico gastronómico ante el plato de ratatouille, no obstante, no se estremeció al experimentar este proceso, pues ya estaba un poco hasta las narices de tanta impostura y tanto esfuerzo vano. Lo hizo cuando volvió a su infancia, aquel territorio virgen de ambages e interferencias, al recuperar esa pureza previa a la constitución de la armadura de referencias, pero tan determinante en la formación de la personalidad.
Quizá por esto hasta los más acérrimos detractores del doblaje excluyan a los niños, y coloquen las películas infantiles como única excepción de su particular cruzada. No sólo porque los niños aprenden a disfrutar con la imagen antes de aprender a leer, lo que constituye la piedra de toque de la cultura audiovisual que hoy defendemos o denostamos, sino porque a los niños no se le exige el peaje intelectual, tan doloroso, que aparece siempre asociado a la creación de la citada coraza referencial, de forma parecida a que las horas de gimnasio, ejemplo meridiano del sufrimiento encaminado a un fin, sólo cobran sentido cuando generan el revistimiento muscular capaz de marcar las diferencias. Pero… ¿qué hay de los adultos que quieren disfrutar del cine como los niños que eran? Pues mucho me temo que sólo podrán conseguir su objetivo limpiando la obra de todo elemento que pertenezca al engranaje intelectual; entre ellos, el dichoso subtitulado de marras. Enfrentamos, por tanto, y casi sin buscarlo demasiado, una cultura organizada, sistematizada, esforzada y regulada, que tiene su origen en la adolescencia, con esa cultura libre, o no-cultura, espontánea y natural, cuyo principio y fin es el disfrute mismo, y que nace con el individuo, difuminándose hasta casi desaparecer cuando es sustituida por la nueva cultura. En este sentido, la querencia del intelectual moderno por el subtítulo incondicional semeja peligrosamente un sentimiento asociado a la negación de la infancia, conmovedora en su pretensión de desterrar todo elemento que venga dado sin el filtro regulador y selectivo de su particular idea de la pureza cultural. Por eso tú no recuerdas / a qué huelen las flores cantaba el dúo La sexta duda, dando forma a ese comprensible reproche que el degustador de la vida dirige a esta nueva clase de intelectual, forjado más en su empeño, tantas veces infructuoso, de buscar la esencia que en el goce mismo, víctima de una enfermedad antagónica al síndrome de Peter Pan, que podríamos bautizar, así, por la cara, como el síndrome de Andrei Tarskovski.
Conmovedora, decía, porque el subtítulo apenas supone una mejora estimable con respecto al doblaje, puesto que las mismas películas, dobladas o subtituladas, siguen siendo buenas o malas, y sus interpretaciones comedidas, entonadas o histriónicas en lo básico, del mismo modo que los libros continúan siendo buenos y malos después de pasar por las manos de un traductor competente; y los matices que se pierden en el proceso palidecen en comparación con las ventajas de introducir a los personajes en el universo del espectador a través del reconomiento del idioma, pieza fundamental a la hora de percibir el mundo. El defensor radical del cine subtitulado vive espatarrao y a la bartola en un regazo de rampantes mentiras: a) cree estar viendo un cine comprometido cuando está tragándose uno igualmente gobernado por leyes de mercado que le son desconocidas, y cuyo supuesto compromiso no es más que un elemento de marketing, más o menos disimulado, dentro del proceso; b) cree estar sumergido en la élite cultural y selecta cuando no hace más que abogar por un pensamiento único y la desaparición paulatina de las alternativas y las comodidades; c) piensa estar respetando la intención original de un artista acercándose a su obra en versión original, cuando al mismo tiempo la está leyendo una traducción en su propia lengua, y en el curso de un proceso que el autor jamás consideró el natural, no ya el óptimo, para el disfrute de su trabajo; y d) cree estar aprendiendo un idioma y familiarizándose con su slang, cuando sólo se acostumbra a un soniquete que es incapaz de situar en un contexto ni de desentrañar sentido alguno.
Ahí encontramos otro punto importante. El dominio a nivel general de diferentes idiomas, también conocido por el término técnico de chapurreo, es hoy por hoy una característica básica de la jerarquización entre clases y quizá la forma más determinante de distinción cultural en cuanto a que tal vez sea la más fácilmente comprobable. Más interesante resulta analizar hasta qué punto vemos más cool y meritoria la pretensión que el hecho. Esta pretensión casi nunca consumada de acercarse a otras culturas a través de su lengua no sólo es el mejor remedio contra el estrés y la depresión para el urbanita integrado (Cada vez que me deja un novio, me apunto a un curso de idiomas. Contigo fue el italiano, y ahora estoy en mi etapa francesa…oído en una comedia romántica) sino como una muestra socialmente aplaudida de buen aprovechamiento del ocio, puesto que contiene todos los ingredientes necesarios relacionados con la ya citada y muy temible inquietud: interiorización del ritual, implicación en el progreso global, apertura de miras y voluntad de sacrificio. ¡Oh, ese gusto tan posmoderno por el simulacro! Si este esfuerzo es episódico e inútil, tanto más valioso. Lejos quedan ya las perspectivas utilitaristas, idealistas o picarescas presentes en canciones como Yes, I do de Los Nikis o de Hazle caso a mi corazón de Aerolíneas Federales. En la primera, el protagonista acudía religiosamente a una academia (Voy a clases de inglés por las mañanas/ estudio mucho, no aprendo nada), presentándose siempre voluntario y echando el resto en los exámenes para ganarse los parabienes de una atractiva profesora, pero volvía a caer en la charca del fracaso cuando ésta era sustituida por un capullo de Edimburgo. La segunda, alejada de este enfoque cínico y mucho más celebratoria, repetía como un mantra Y es que el idioma es lo de menos / ¿sabes, mona?, hoy me voy a enamorar/ Tengo todos los cursillos / un profesor nativo /nena hazle caso / a mi corazón. Mucho más adelante, otra canción popular, Europe is living a celebration, interpretaba en Eurovisión por la cantante Rosa, borraba de un brochazo pop toda implicación romántica en el proceso de aprendizaje. La inquietud cultural, reflejada en ese acercamiento a otras lenguas, parece ahora un requisito indispensable para el ingreso en el nuevo club, que ya no era la élite sino la aplastante y omnipotente normalidad. Una normalidad que no sólo arrambla con todo, sino que lo hace como si de una fiesta universal, o por lo menos europea, se tratara.
Lázaro Carreter atizaba de mala manera el doblaje español en sus célebres artículos recopilados en el volumen El dardo en la palabra, echándole la culpa de la avalancha de deformaciones, calamidades y usos inadecuados que afectaron al castellano durante los años ochenta y cuyos mayores estragos siguen haciendo sangre a las letras actuales, sobre todo en el lenguaje oral y en los artículos periodísticos. Una cosa, por lo menos, cabe reconocer al prestigioso lingüista: el doblaje ha repercutido enormemente, para bien o para mal, en el desarrollo de nuestro idioma, a veces empobreciéndolo, de acuerdo, pero también modernizándolo, adaptándolo a los nuevos tiempos, creando expresiones, giros e incluso palabras que, sin demasiado esfuerzo, pasaban a formar parte del habla coloquial gracias al éxito de un hit concreto. Para desesperación de ese grupo de filólogos al borde de un ataque de nervios, la lengua mutaba de forma descontrolada y galopante, pues por obra y gracia de la magia performativa, todo lo que aparecía en la pantalla pasaba a ser real y, del mismo modo que los jóvenes se empeñaban en imitar los comportamientos de determinadas películas, la mayoría de ellas norteamericanas, a la hora de estar a la última o parecerse más a sus héroes de referencia (y para ser tan reales como ellos, más extraños que la propia ficción), el primer paso, quizá anterior incluso que la moda, era el lenguaje, pues nada era más fácil de imitar que una manera de expresarse para que luego, con suerte, fuera llegando todo lo demás. Los dobladores de los ochenta, por tanto, no fueron sólo meros profesionales de la traducción, ni siquiera intérpretes de las intenciones de un determinado artista, sino también creadores y modificadores de patrones de conducta y de hábitos de consumo. Trend setters, en definitiva, mucho antes de que la tendencia dejara de ser una palabra vacía para convertirse en un estilo, y también, claro, en una marca de clase. Esto ha afectado tanto a nuestra generación, que casi podríamos afirmar que cuando los defensores del subtítulo lanzan sus diatribas en contra del doblaje posiblemente lo hagan, sin saberlo, utilizando giros y expresiones que aprendieron de películas dobladas.
No cabe duda de que el insigne y finado filólogo daba en la diana cuando culpaba al doblaje de dichos males, incluso puede que se quedara corto al no subrayar su notable papel a la hora de impeler modas y tendencias al margen de la propia lengua, pero tampoco conviene pasar por alto que probablemente ahora, vistas las catastrófes y los atentados a la lengua que han consumado, con un silencio sospechoso por parte de los críticos, los encargados del subtiltulado, se llevara las manos a la cabeza y comenzara a patalear de pura rabia sandunguera, concluyendo con aquel aforismo tan quemado como certero que dicta que a veces el remedio llega a hacer más pupa que la enfermedad. Y es que, ¿qué otra cosa es el subtitulado sino un remedio ineficaz, disfuncional y torpe que acaba multiplicando los mismos errores y carencias que pretendía paliar con la mejor y la más ingenua de las intenciones? Porque si las tareas de doblaje, previa traducción de la lengua, la desempeñan profesionales cualificados a los que sí cabe exigírsele el papel de vigilantes del idioma, la irrupción de Internet y de la cultura wikipédica, ese hágalo usted mismo tan útil de cara al insasiable consumidor pero a veces enemigo del resultado óptimo, ha abierto de par en par las puertas de un territorio ilimitado donde los subtituladores amateurs puedan actuar a sus anchas, esto es, cometer las mayores barbaridades linguísticas, ortográficas y gramaticales, por el mero hecho de no estar cobrando por su trabajo. Exagerado, pensarán algunos, pero quien esto escribe ha visto en subtítulos tales lindezas como la confusión de la palabra mami por momia (mommy / mummy), con un resultado capaz de dejar estupefacto al más pintado, por no hablar de momentos como el de aquella secuencia de cena familiar en el que el patriarca alza su copa y pronuncia, con alegría festiva y dominguera: Me gustaría dedicar una tostada (en este caso la acepción correcta de toast era, desde luego, brindis). Son sólo un par de ejemplos escogidos al tuntún de un pestoso lodazal de inconveniencias y despropósitos. Por no hablar de la monstruosa traducción de algunas expresiones, como esos numerosos y chirriantes Es mi punto, ¿Qué tan lejos…? u Oh, mi Dios, que al paso que van, acabarán en unas horas incrustados en la panoplia del habla… Si Lázaro Carreter se tiraba de los pelos por errores muchísimo menos llamativos en textos periodísticos y ponía el grito en el cielo acusándolos de maltratar ostensiblemente nuestra lengua, no es muy difícil imaginar que esta alternativa, a tenor de unos resultados que elevan a la categoría de lo grotesco el nivel de la perversión lingüística, tampoco le terminara por hacerle muy feliz. Mejor el mal amigo conocido…
Pero volvamos a la puñetera masa, que es lo que más nos interesa. El relato de Quim Monzó Un cine funcionaría, acaso, como un preclaro sintentizador del espíritu de nuestros tiempos. En sus páginas, el narrador se encuentra sumergido en el asfixiante submundo de una sala de cine habitada por una fauna de lo más molesta, desde una pareja en plena discusión postcoito a un ávido consumidor de bocadillos de atún, cuyos arrumacos, ruidos y olores no hacen sino perturbar más y más el visionado de una película ya de por sí mediocre y sin interés. La víctima/narrador, que cuenta su particular odisea en primera persona, considera varias veces la posibilidad de abandonar aquel sindiós hasta que es interrumpido por una mano en uno de sus muslos; mano que pertenece a la taquillera del lugar, quien, animosa, le explica que aquella caterva de tarados forma algo así como una familia a la cual el pobre espectador ha pasado a pertenecer nada más adquirir la entrada y cruzar la puerta del cine. One of us / one of us, repiquetea el inconfundible eco browningiano. Ni que decir tiene que las exaltadas palabras de la taquillera, también acomodadora, no hacen sino precipitar su huida, presa ahora de turbias ensoñaciones que equiparan a los habitantes de la sala con ultracuerpos de serie B, que tal vez le esperan en el seno de su hogar o en la comisaría más cercana. Espíritu de nuestros tiempos, decía, porque el temor de cualquier ciudadano a la sala de cine (eje también de otro relato contemporáneo que compara de forma similar el miedo al grupo humano con el cine de horror y ciencia ficción clásicos: Hombres sin alma de Juan Manuel de Prada) puede verse ahora más que nunca como una manifestación de fobia social. Un temor que aparece considerablemente disimulado en la sala de versión original, donde, en un momento que incluso los cines porno han devenido en lugares de contacto e intercambio sexual, el espectador puede disfrutar de una película sin tener que pagar el engorroso peaje que supone el acontecimiento social. Individualización y aislamiento que aparecen aún más marcados con la mediación de Internet, donde la soledad del espectador frente a la obra es, por fin, absoluta. El subtítulo constituye una parte más, imprescindible diría yo, de este proceso. Subtitular, bien, mal o regular, es una actividad solitaria. Doblar una película con un resultado aceptable, profesionalmente hablando, está sólo al alcance de unos pocos, y en cualquier caso, en el improbable supuesto de que uno se lance a ello, requiere muchísimo más tiempo. Para subtitular, en cambio, sólo basta un aproximado conocimiento del idioma y un programa de lo más sencillo. Si a esto añadimos la cuasisimultaneidad del proceso, capaz de romper con los impedimentos geógraficos (los subtítulos de un capítulo o de una película determinada aparecen en la red poco tiempo después de su estreno, salvando los escollos de la espera y satisfaciendo las necesidades del fan), el barco de los seguidores del doblaje y sus rituales parece cada vez más abandonado. Así, el espíritu de Internet, ese inagotable fluir que une secretamente a las almas anónimas del ciberespacio sin la necesidad de una aproximación física, define las pautas de una actividad, el visionado de una película, que en sus orígenes no tenía sentido sin la presencia fáctica de un grupo más o menos numeroso de personas, que interactuaba constantemente salpimentando el ritual de inagotables interferencias que añadían nuevas dimensiones a la obra en sí, como capas sobrexpuestas de Photoshop que en su conjunto proporcionaban, cuando menos, un resabio de juerga colectiva y participativa, e incluso un cierto halo de espectacularidad.
El doblaje, lo han adivinado, es una de estas capas con fecha de caducidad incrustada en una sociedad como la que vivimos /padecemos /disfrutamos. La ventaja de la integración que antes citábamos no es en ningún caso equiparable al goce de experimentar esa comunicación autor-espectador de forma unidireccional y en la angosta comodidad de mi cubículo, al margen de esa indeseable masa que tanto me la pela a fin de cuentas. ¡Qué más me da si el mensaje me llega distorsionado si esa distorsión la escojo YO, la modulo YO, la estructuro YO, la condimento YO, porque YO soy él que manipula y quien pervierte el contenido según el pie con que me haya levantado! O en su defecto, a lo peor, un compañero desconocido que está tan al margen del sistema como un servidor que sufre, llora y consume en silencio. Y si, aun con estas ventajas, me empeño en replicar, ahí tengo el marasmo de foros y redes sociales, que me permiten esa interactuación artificial con los otros en el tiempo que determine, previa reflexión o depuración de mi macedonia de interferencias. No seré yo quien caiga en la ingenuidad de decir que este camino es peligroso, no sólo porque responde a unas demandas y a unos deseos muy concretos de los propios integrantes de la sociedad, sino porque tiene la innegable virtud de no engañar a nadie. Es comprensible que con el paso de los años el hombre haya escogido por cuenta propia un paulatino desvinculamiento de toda actividad social y de sus implicaciones… o, mejor dicho, haya conseguido que lo que antes entendemos por actividad social cambie. Lo que me interesa subrayar es la progresiva vinculación del doblaje con las obligaciones sociales clásicas y del subtitulado con las libertades y pulsiones individuales relacionadas con la modernidad. Pero como todo en la vida marcha en ciclos, y al hartazgo se impone tarde o temprano la nostalgia y la reivindicación, no es disparatado aventurar que con el paso de los años el predominio de cine subtitulado se desvirtúe y la película doblada, falso estadio anterior ya superado, se barnice con el componente icónico que ahora posee el disco de vinilo. Por esta regla de tres, un capítulo doblado de Perdidos en un futuro no tan lejano puede cotizarse como una reliquia en eBay.
Mi pretensión con este artículo siempre fue la de defender una convivencia amable entre las distintas opciones, pero, visto lo visto, no es disparatado aventurar, pues, que a este paso acabaremos echando por tierra el privilegio del doblaje en virtud de nuestras fabulosas aspiraciones culturales. En una encuesta realizada a través de Facebook para el número 2000 de la revista Fotogramas, medio que dista de dirigirse al público selecto de un Cáhiers o un Dirigido por… a pesar de incluirlo también dentro de su target, un cincuenta y dos por ciento de la muestra afirmaba preferir el subtitulado. Fácilmente, esta cantidad aumentaría en proporción a la mayor especialización del medio, hasta casi alcanzar la unanimidad, del mismo modo que puede deducirse que irá creciendo en años venideros, al margen de tendencias y caprichos sociales, conforme a la cada vez más extendida asociación de la copia doblada con un acercamiento desvirtuado a la obra artística. Si se produjera el mismo fenómeno en el ámbito literario, el gremio de los traductores se rasgaría las vestiduras consciente de que su público le está negando su espacio y razón de ser. Los profesionales del doblaje, como en su día los artesanos de la cartelería, deberían ir empezando a actuar en consecuencia porque los intelectuales han ido, poquito a poco, minando sus logros y convenciendo a la opinión pública de que no sólo no hacen falta, sino que además son perniciosos para la buena salud cultural de la mayoría. Lo que, a fin de cuentas, no deja de ser un excelente ejercicio de demagogia filibustera. Disfrutemos de estos, nuestros últimos días en el paraíso de la reinterpretación, los esterterores de la copia doblada, más que nunca prostituta feúcha y enferma a la que nadie quiere acercarse ni para menear el bullarengue. Seamos sensatos, radicales y procaces. Hagamos caso, por una vez, a ese estribillo desafinado y afónico que dicta el corazón. Exijamos nuestra copia puntualmente, como el ticket de la compra, bien si vemos una película de trompazos o un documental indie sobre el aumento del spleen en Indonesia. Asintamos, como si lloviera, con la mirada fría y orgullosa a quienes nos tachen de ignorantes y paletos. Ni siquiera perderemos el tiempo explicándoles nuestras razones. Perdámonos con los ojos cerrados en ese torrente de sonidos que nos son tan familiares y que por supuesto nos pertenecen. Pongámonos finos con nuestro trozo de tarta antes de que toquen diana; estiremos los brazos y las piernas, sin avergonzarnos un ápice de nuestra condición bobona, romanticoide y carnavalera. Recordemos aquellas sabias palabras: si es que el idioma es lo de menos / ¿sabes, mona? Hoy me voy a enamorar. En cualquier caso, a la larga, el oculista también nos lo agradecerá.
Comete usted un error tremendo. El amante los subtítulos que presenta en este artículo es el de hace 20 años, no el de ahora. Este artículo y su creador viven anclados en el pasado.
Quien escribe este muestra una autoestima bajísima. No pretendo hundirle en su sentimiento de inferioridad, para eso se vale él solo, pero resulta un ignorante y un intransigente de mucho cuidado.
El circuito de V.O no supera las nueve copias por película en España, las más de 2000 salas restantes son en V.E. ¿De que habla este hombre de «virus» de la V.O»?
«El doblaje debe verse como una expresión artística tan válida como cualquier otra» pero ¿a quién se le ocurre semejante chorrada? Habrá doblajes malos y doblajes menos malos pero de ningún modo el doblar una película es una forma de expresión independiente a la obra que se dobla. Hay directores de doblaje malos y buenos, con buenos días o malos días, pero lo que puedo asegurar de primera mano, es que no son creativos. En el momento que dejan de ceñirse al audio original de la obra que doblan ya no valen como profesionales. Una película se dobla en una semana, a veces menos. Los actores llegan a la sala de doblaje sin tener ni idea del tipo de personaje que van a doblar. Si un buen doblaje consiste en respetar el original lo máximo posible ya esta mecánica de doblar dice muy poco en favor de los resultados. He visto películas muy buenas ser destrozadas por un mal doblaje. Al depender de mucha gente es lo que se suele correr el riesgo. El que escribe esto no puede entender esta apreciación si solo ve cine doblado. Sin embargo, jamás he visto una buena película ser destrozada por un irregular subtítulo. Pues a la hora de subtitular solo necesitas dos personas. Un traductor y un localizador. Ambos se ocupan de revisar el trabajo de su compañero y jamás, y llevo años trabajando en el mundo del doblaje y del subtitulado, he visto una película joderse por unos subtítulos.
El doblaje es una tradición de países con pasado fascista. Alemania, Italia y España son los únicos países donde el doblaje domina masivamente. Debería el que ha escrito esto investigar un poco las razones de esto. Con fijarse en la reciente imposición del cine doblado al catalán (una imposición que ni pide el público, ni los exhibidores, ni los distribuidores, sino solo los políticos en su idea de la aniquilación del castellano) le será suficiente. Ya sea en V.O o V.E debería echar un vistazo a LA CICNTA BLANCA para examinar las consecuencias de la imposición de una educación totalitarista sobre la gente. El problema del doblaje o el subtitulado no es de las distribuidoras, es de una educación impuesta desde hace mucho tiempo con fines de manipulación de las masas. A día de hoy en España vivimos esas consecuencia con nuestra incapacidad de aprender otros idiomas, entre otras cosas.
Una distribuidora en España termina doblando todo su producto, si lo que quiere es que alguna televisión se lo termine comprando. Cada vez el cine da menos retribuciones, por lo tanto la necesidad de amortizar en otras plataformas es esencial.
Me parece muy bien que quien escriba esto reivindique su «derecho a ser simple, incluso un poco paleto.» pero que lo haga a costa de insultar a aquellos que no son desean ser como él, es de persona, no solo «paleta», sino muy mal educada. De nuevo ese es el problema, la educación.
En Catalunya no hay imposición señores, aqui les aseguro yo que muchisima gente tiene un profundo sentimiento de amor hacia nuestro idioma (el catalán). O sea que ojito con estos comentarios neofascistas.
Palmira, lo que dices de los «comentarios neofascistas» sería mejor si los razonaras, ya que el comentario que criticas está razonado y el tuyo carece totalmente de cualquier análisis. No te quedes tan ancha tirando la piedra, amenazando con un «ojito», y escondiendo la mano.
En Cataluña se ha impuesto una ley que ni demandaba el público, ni los exhibidores, ni los distribuidores. Una ley que hará que se cierren cines y que hará que muchas películas no se estrenen en Cataluña. El público catalán no quiere películas en catalán, o si las quiere no lo demuestra, pues en los estudios hecho hasta ahora en multicines con la misma película doblada al castellano o al catalán, el espectador catalán solo hacía cola para ver la doblada al castellano. Las cifras de las copias dobladas al catalán eran de risa. Y si no hay interés no hay negocio, y sin negocio a nadie le compensa. Detrás de la recientemente aprobada ley hay una imposición basada únicamente en el interés político hacia el independentismo y hacia un aislamiento cultural, que hace todo lo posible por expulsar cualquier vestigio del castellano. La intromisión de esta ley afecta de lleno a un sector privado, cuya base y interés no está centrado únicamente en la región de Cataluña. Por lo tanto, es toda una intromisión en el sector privado, que es la distribución y exhibición de cine. Que en mi trabajo de un sector privado, ahora me toque rendir cuentas al departamento de política lingüística de la Generalitat cada vez que quiera estrenar una película, es algo que los que trabajamos en este sector no vamos a tolerar, por mucho que unos políticos, que solo se miran al ombligo, se empeñen. La actitud totalitarista es del gobierno catalán que quiere hacer cumplir su ley por que sí.
¿Este tío está mamao? «Los subtítulos son de izquierdas» JAJAJAJAJAJAJAJA
Qué lindo, no le gusta ver películas con su soundtrack original…
Del mismo modo que el subtitulado no deberia quedar a manos de cualquiera que sepa manejar un software de edicion, apoyo el doblaje y reconozco sus meritos SIEMPRE Y CUANDO y SI Y SOLO SI no sea con el horrendo acento español, que DISTRAE enormemente y SIEMPRE me ha ARRUINADO cualquier pelicula que pretendan doblar, la cual pienso solo podra ser disfrutada por quienes compartan ese particular modo de cantar el castellano.
En general, estoy en desacuerdo con su texto, mi amigo.
En Argentina el único cine doblado que se proyecta es el cine para niños que no saben leer. Tanto las películas de «cine arte» como las «comerciales» (ambas categorías confusas y arbitrarias) se proyectan subtituladas, y esto no significa que seamos «intolerantes connaisseurs». La mayoría ve, como en todas partes, películas comerciales y pasatistas.
¿No te parece importante escuchar la voz de Jack Nicholson, de Robert De Niro? ¿No te parece posible, además, que alguien por ejemplo las entienda porque sabe inglés? Quiero decir, hablo de Argentina, país del tercer mundo. Se supone que en España son (o deberían ser) más cultos y educados que nosotros, puesto que tienen más posibilidades.
Acá dejo un famoso texto de Jorge Luis Borges publicado en 1945 (hace 65 años, nada menos) en donde ya deplora el doblaje.
http://www.scribd.com/doc/10109552/Borges-Sobre-El-Doblaje
Joer con los de miradas, ya no sabéis qué bobadas publicar. El texto no es más que un cúmulo de estupideces sin ninguna trascendencia, y no sé cuán gracioso y, mucho menos, necesario, elogiable o rompedor puede resultar el decir que has dicho lo de La cinta blanca durante un coito. Me parece un recurso bastante feo. Y no te engañes, el doblaje no es más que un producto de una mala educación a nivel institucional, de la ignorancia y del encerramiento tradicional de un país. Ahora mismo en la mayoría de países europeos (salvo, seguramente, y junto a España, Francia, Inglaterra e Italia, la mayoría de los ciudadanos hablan dos (cuando no tres o más; en Suiza la mayor parte de los menores de treinta habla más o menos bien hasta ¡cuatro! -alemán, francés, italiano e inglés-). Es un problema de ser justo con la cultura, y con el propio interés por abrirse al mundo, y debería ser hora de que España se incorpore a ese mundo, pero claro, la gente como tú sólo contribuye a acrecentar esa ignorancia…
Es usted peor que Boyero y críticos de ese jaez: confiese que está confabulado con las grandes distribuidoras para que las pelis veraniegas vengan o no firmadas por autores de qualité sean todas dobladas… Casi lloro al comprobar que no se ha estrenado copia en v.o.s. de «Airbender».
Por cierto, a los comentaristas que me preceden: ¿se han escapado de algún programa de Telecinco? Si no, les emplazo a que busquen acomodo en alguna de esas tertulias sobre temas trascendentales… son ustedes realmente singulares.
Gracias por el divertido texto
Jorge Arbusto
Lamentable artículo. Evidentemente yo me alegro de todo lo contrario, de no pertenecer como usted a esa mayoría paleta, que va al cine a liarla y que piensa en «La Cinta Blanca» mientras practica un coito.
Encantado de saludarte, Santiago. En primer lugar, el mayor número de gente sana en relación a la gente infectada no niega la existencia de un virus. De hecho, casi siempre suele ser así. Ay, qué pereza me da la teoría de la herencia franquista… Las historias de España, Italia y Alemania son los suficientemente diferentes como para que cualquier comparación me parezca bastante aventurada. El franquismo instrumentalizó el doblaje, como hizo con la televisión o la prensa, que era de lo que se trataba, pues si no, no sería tal dictadura… De ahí a afirmar que el doblaje es malo de por sí, va un trecho. Y en cuanto a Cataluña, me parece otro caso claro de instrumentalización; puedo no estar de acuerdo del todo con el método, pero sí lo estoy con el fin básico, que es la supervivencia y expansión de un idioma y la diversificación lingüística en el territorio español. Los componentes políticos que hayan detrás de esto es algo que me la trae bastante al pairo, porque en el fondo me parece fantástico que las películas se doblen también al catalán, y no voy a disimularlo. ¿Cómo es posible que algo que según usted es una herencia del franquismo desempeñe ahora un papel tan importante en algo diametralmente opuesto al objetivo del régimen por aquel entonces, que era la imposición incondicional del castellano?
El franquismo («franquismo» intenta ocultar el término «fascismo») impuso el doblaje ante todo para aplicar la censura y el control cultural sobre la población. Exactamente la misma razón que Alemania e Italia. Si te da pereza profundizar en estos hechos históricos normal que te de igual pereza profundizar en cualquier otro argumento y tu artículo resulte tan soez y superficial. Me parece igualmente criticable la imposición del doblaje sea donde sea, en España, Cataluña, Alemania o Italia por los motivos políticos que digan proclamar, que al final, y usted no tergiverse la realidad, son los mismos motivos de control cultural. Bienvenido sea el subtitulado al catalán. Ah claro, llenar los cines de V.O subtitulada al catalán no interesa, ¿por qué no, si las salas estarán igual de vacías con subtítulos al catalán que con doblajes al catalán? Al final o se pueden ver filmes doblados o no se podrá ver filmes en absoluto, ese es el problema, lo cual es increíblemente triste y muestra que la imposición del doblaje tan solo busca invocar la predestinación y el determinismo. El doblaje es como visitar lugares pero no llegar nunca a conocerlos, y el impedirte el conocimiento te impide ese «continuo ejercicio impostergable que se llama vivir».
El doblaje en España lo impuso Franco, que no era muy de izquierdas. Y menudo favor le hizo al cine español, regalarle el idioma al cine extranjero… Gran perspicacia la de Franco. A usted nadie le obliga a ver una película subtitulada, si no le gusta, ¡pues no vaya!. Tampoco hay porqué ver sólo cine subtitulado o cine doblado. Su intolerancia respecto al cine doblado es evidente. Usted quiere que todo el mundo vea el cine doblado, como ha sido casi siempre, y como sigue siendo casi siempre, qué desfachatez. Un fascismo como otro cualquiera.
No. El doblaje no es un invento franquista como muchos creen, de hecho llegó a España en 1932. Otra cosa es que luego Franco y los suyos lo manipularan para censurar y todo eso…
No. El doblaje no es un invento franquista como muchos creen, de hecho llegó a España en 1932. Otra cosa es que luego Franco y los suyos lo manipularan para censurar y todo eso…
No. El doblaje no es un invento franquista como muchos creen, de hecho llegó a España en 1932. Otra cosa es que luego Franco y los suyos lo manipularan para censurar y todo eso…
¿Usted escribe desde una gran ciudad en la que tiene la ocasión de elegir si ve películas subtítuladas o dobladas, verdad?. ¿Se ha planteado la de pueblos y ciudades de provincias que no tenemos esas opciones, o sólo de muy ven en cuando, estamos condenados al doblaje y a una oferta de cine paupérrima? ¿y aún le parece mal poder elegir?. Parece que siempre se queja más quien menos motivos tiene.
No es mi caso. Aunque ahora vivo en Madrid, he sufrido durante muchos años la situación que usted me comenta y créame que me es muy familiar. Pero que usted culpe al doblaje de eso me parece desproporcinado. Las películas que no llegan a las provincias lo hacen fundamentalmente por cuestiones de distribución y mercado. Es fastidioso, de acuerdo, pero la opción contraria sí que me parecería verdaderamente aterradora: que las películas que no pudieran acceder a esos circuitos fueran las mayoritarias y no las «independientes». De hecho, si muchas de estas películas se doblaran sistemáticamente sí tendrían una mayor posibilidad de acceder al multicine de su barrio. Vivir en provincias tiene sus inconvenientes, pero también numerosas ventajas; allí a veces la gente se enamora por inercia o aburrimiento, lo que no deja de ser muy útil y, si me apura, hasta hermoso.
Estoy COMPLETAMENTE de acuerdo con todo lo escrito aquí. Nunca entendí lo de leer en el cine: ¿De qué arte hablamos?
Y a los que hablan en los comentarios sobre Franco, decirles que aquí se habla de la situación actual, no de los acontecimientos que lo provocaron. Es como si yo ahora estoy vomitando, pero en lugar de ir al baño me dedico a llamar al restaurante donde he comido: simplemente, no podría hacerlo porque el vómito me impediría hablar.
El texto es todo un cachondeo con el único propósito de llamar la atención, sin duda.
Pero a modo personal, no me parece apropiado que una web seria como MIRADAS se vea en la necesidad de recurrir a boutades como los textos del señor Vázquez sólo para atraer atenciones. Una pena.
Se supone que «Miradas» es una web sería y el artículo roza lo ridículo. ¿Cuántas salas hay en Espala en VO? ¿Existe iguadad de condiciones para elegir cine en VO o dobladas? Sin contar que muchos de los dvds originales que se venden en este pais no contienen subtítulos en español (sobre todo en cine clásico)
La red está plagada de subtítulos por la escasa oferta de cines en VO. Chico dedícate a otra cosa, para escribir gilipolleces mejor te quedas en casa fresquito.
Lamentable el artículo.
El artículo lo he escrito desde casa, y con aire acondicionado. No entiendo la relación entre no escribir un artículo y salir de casa.
Si la red, como tú bien dices, está plaga de subtítulos, eso ya constituye una parte importante de la oferta.
El artículo no pretende acabar con los cines de versión original, ni que estos se reduzcan en número. Es un artículo destinado a los enemigos del doblaje, que SÍ pretenden que la versión original se convierta en la única opción, y no hay más que echar un vistazo a la red para comprobar sus declaraciones. Eso ya lo digo varias veces en el texto. Gracias, de todas formas, por opinar y colaborar.
Aviso: al próximo lector que se atreva a descalificar el magnífico artículo del Sr. Vázquez apelando a la seriedad de Miradas, cien zurriagazos en los glúteos con la Cahiers España más gorda. La seriedad no consiste en atenerse dogmáticamente a la idea de ella que nos ha sido inculcada, sino en relativizar sus imposturas y lugares comunes con argumentos perspicaces. Y en este texto hay unos cuantos.
Por lo demás, me da la impresión de que a los integristas de la v.o.s. les pasa como a esos primeros titulados en un clan de agricultores o encofradores, que hacen gala de su condición universitaria recién adquirida con un talibanismo del que carece quien ha visto desde la niñez racimos de orlas colgados en su casa, y sabe valorar su importancia en la justa medida. He conocido familias en las que hay mucha más cinefilia por metro cuadrado que en todo el ámbito de la afición y la crítica que he tratado después, y por condicionamiento cultural y comodidad sus mayores suelen ver el cine doblado. ¿Son criminales de guerra, merecen la muerte, tienen menos criterio que vosotros, yonkis del .SRT?
No me gusta hacer spam, pero mi respuesta es demasiado larga (y ha dado pie a un texto independiente sobre el tema): http://elansia.wordpress.com/2010/08/10/doblaje-y-subtitulado/
En síntesis: creo que el artículo se equivoca dando tanta importancia a un enemigo (el snob) inventado o, como mucho, obsoleto, uniéndolo directamente al subtitulado; y, por otro lado, es un texto demasiado partidista, lo que no permite desarrollar toda la riqueza del tema. En mi opinión y sin acritud, claro.
Felicidades! Ha conseguido usted resultar tan agresivo e intolerante como esos supuesto defensores del subtitulado a los que ataca.
A mí me hace gracia… ¿cómo se puede presumir de ver cine doblado? ¿cómo captar lo que transmite Marlon Brando en On the Waterfront -La Ley del Silencio para los españolitos? El doblaje del cine es nacionalsocialista, surgió para censurar, no es arte, es absurdo, y las personas que ven cine doblado son simple y llanamente vagas, no me cabe otra explicación. Y no me vale la excusa de que no da tiempo a ver las imágenes, eso a principios del S. XX puede ser, pero ahora cualquier persona lee a una velocidad suficiente, y si no te apuntas a clases de lectura, no te jode! Lo mismo que se ha dicho sobre la imposición del subtitulado catalán, me srive para el subtitulado del español, pensosamente subvencionado por los sucesivos Gobiernos de Español (aka Paletolandia) e incomprensiblemente aceptados por la industria cinematográfica. Yo si fuera un director de cine serio y que no pensara solamente en el dinero, impondría que mi película sólo pudiera visionarse en el idioma que los actores hablan. Ya vale de doblajes de pena, como la voz doblada de Woody Allen, penosa y ridícula hasta la médula.
Espero que en no mucho tiempo podamos ir a ver una película en Versión Original sin que la «plebe» te tache de friki y sin que tengamos que hacer una investigación doctoral para saber en qué sala ponen determinada película en su idioma de verdad.
«El doblaje del cine es nacionalsocialista»
Emmmm… ejem… me quedo sin palabras. Es un estado de Facebook estupendo, en cualquier caso.
Joder, macho, cómo se pone los modernos en cuanto le tocas uno de sus tótems. Lo que es incomprensible es la cantidad de estupideces que estáis diciendo los que atacáis este artículo y lo que defiende. Ya basta de desenterrar dinosaurios a la mínima para dejar claro que somos los más políticamente comprometidos; ¿es que no se puede discutir sobre nada en este país sin que alguien saque el tema del franquismo? Si el cine se dobla es porque en España hay una gran demanda de películas dobladas. A la gente le gusta. Y nadie puede arrogarse el derecho, en virtud de algún oscuro ego paternalista que sabe qué es lo mejor para las masas (¿no es eso una forma refinada de fascismo intelectual?), de rechazar ese hecho y condenarlo de manera tan arbitraria.Y lo de vivir en ciudades pequeñas, pues es lo que tiene: no puedes acceder a la misma oferta cultural que tendrías en una gran urbe. Eso no es culpa del cine doblado, sino de los mecanismos de distribución que imperan en nuestro país, como dice el artículo. En fin, el que quiera ver películas subtituladas, que lo haga. Y que deje en paz al resto.
Por otro lado, algunas matizaciones sobre el cine subtitulado que no he visto por ahora ni en el artículo ni en los comentarios:
– A favor tiene dos bazas importantes: por un lado, el visionado por parte de los niños desde que son pequeños de películas, por ejemplo, en inglés con subtítulos, ayuda muchísimo a su desarrollo intelectual y a que aprendan otra lengua. Algo que, en España, nos vendría muy bien. Por otro lado, es cierto que los matices de las actuaciones de los actores pueden captarse mucho mejor en su lengua original. Nada nuevo, en definitiva.
– En contra, y aquí va mi reflexión principal: el cine, en un nivel muy básico, consiste en el arte de contar historias con imágenes. Con imágenes. La imagen sería, por así decirlo, su materia prima. Una imagen que va indisolublemente unida al sonido. Imagen más sonido. Bien. Estoy convencido de que los que defendéis los subtítulos como parte esencial de la intelectualidad moderna no os dais cuenta de la enorme pérdida de atención sobre la imagen y el sonido que supone tener que estar desplazando los ojos continuamente por la parte inferior de la pantalla y leyendo. Os equivocáis al considerar que la lengua en que se haga una película importa; lo que importa son las imágenes, que al fin al cabo suponen la carga de trabajo principal del director. Trasladando la atención de la imagen a los subtítulos os impedís disfrutar de la esencia del cine: la imagen.
¿De verdad estáis dispuestos a sacrificar lo mejor del arte cinematográfico para ser los más modernos en algún oscuro antro para indies intelectualizados (que no intelectuales) un viernes por la noche?
Yo no, la verdad.
De entre todo lo que he podido leer aquí hasta ahora, este comentario tuyo, Gonzalhus, es, de largo, el que más me ha gustado. Un pequeño apunte al respecto de tu segunda matización sí tengo. Estoy muy de acuerdo en que los subtítulos suponen un obstáculo para el espectador a la hora de atacar la imagen -que es, y dudo mucho que alguien pueda estar en desacuerdo con esto, el elemento primordial en el cine-, pero donde podemos diferir es en que yo no considero que ver una película subtitulada suponga sacrificar la imagen en absoluto. Sí supone una mayor dificultad y sí requiere de un trabajo mayor y de diferente tipo por parte del espectador el visionar una película con subtítulos respecto a visionarla con el audio doblado, pero el subtítulo no modifica la película ni elimina ni uno sólo de sus elementos y, por contra, el doblaje sí lo hace. Lo que intento decir es que, de verdad, sin fanatismos, sin pretender situarme por encima ni por debajo ni a los lados de nadie que no opine acerca de esto como yo, prefiero aceptar el subtítulo a costa de tener que esforzarme más y trabajar más intensamente al ver una película -o, a veces, tener que verla varias veces para poder entrar en ella todo lo necesario- que, por contra, aceptar el doblaje a costa de, entiéndaseme, por favor, capar la película de tal modo que sea imposible, por mucha carne que yo ponga en el asador, que parte de ella penetre en mí.
Yo, como la gran mayoría de gente en este país, me inicié en esto del cine, hace ya un buen puñado de años, viendo únicamente películas dobladas, tanto en las salas como, claro, en la televisión. Y, desde hace ya mucho, opino sinceramente que ver, por ejemplo, The quiet man o The wire (un clásico clásico fundamental y un clásico moderno fundamental, al menos para mí) en versión doblada implica renunciar a una parte tan y tan esencial de estas obras, que el auténtico sacrificio pasa por no esforzarse lo que sea necesario -lo que sea necesario- para poder llegar a entrar en ellas y comprenderlas en su gloriosa totalidad.
Dicho todo esto, también me gustaría dejar claro que considero que un artículo como este que nos ocupa no es ni bueno, ni malo, ni mejor, ni peor, sino, sencillamente, del todo necesario. Y considero que lo es, fundamentalmente, por el debate que genera, por lo que saca a luz, por, hablando con propiedad, la mierda que remueve. Muy bien.
Bueno, lo de que con los subtítulos pierdes en atención sobre la imagen suena a topicazo. Para empezar porque en el cine no está la imagen y luego el sonido, eso es una idea preconcebida. El cine, tal y como lo concebimos hoy, y al menos desde finales de los años veinte, y pensándolo de una manera objetiva, está formado de un 50% de imagenes y de un 50% de sonidos. Si alteramos alguna de esas dos mitades estamos alterando la película misma. Una película de Bresson, de Pialat, de Nanni Moretti, por ejemplo, difícilmente será la misma película sin el sonido, sin los diálogos, porque en ellos (y en la mayoría de los cineastas pese a quien pese, mainstream o no) el sonido se plantea también como un elemento para crear un rítmo (en esas están Gray, Eastwood y muchos grandes cineastas americanos: la manera en que la palabra resuena en el relato es uno de sus más grandes logros). Y por llegar a casos extremos, no me quiero imaginar una película como Shoah doblada, sería absolutamente inservible. Y si nos ponemos a pensar en la raíz «técnica» del asunto, en el montaje de las películas, a la hora de crear el ritmo, el sonido no es ni más ni menos importante que la imagen, todo funciona como un conjunto, la misma entonación de una frase puede llevar a un lado o a otro y muchas veces un diálogo que lleva a una parte no deseada hace cargarse un plano maravilloso. Entonces, ¿quién tiene el derecho de alterar ese trabajo, que es también un trabajo que sacrifica cosas? Luego, otro factor a tener en cuenta debería ser la propia lógica antropológica de la película, ¿cómo una película que transcurre en Irán con actores iraníes hablando en iraní puede ser recibida por el espectador en un perfecto castellano de Segovia?
Y es cierto, seguramente una gran parte de la población española prefiere ver las películas dobladas, pero es un mal hábito, una cosa a cambiar. Es encerrarse al mundo, porque el lenguaje es una manera de cultura; acercarse a otras lenguas a través de las películas, me parece una hermosa motivación. Y lo de que «leer» impide el fijar la atención en la imagen no deja de ser otra cuestión de hábito, es hacerse al asunto. Yo, por ejemplo, no encuentro ese problema, y puedo asegurar que he desarrollado muchísimo el oído hacia otros idiomas, he aprendido mucho más de otras lenguas que en estudios o cursos de idiomas (en el caso de idiomas de raíz latina y también en inglés). Lo ideal sería no necesitar de los subtítulos y, sinceramente, no me parece difícil si uno se inicia desde joven.
Tiene usted todo el derecho a dar su opinión, y a defender y fomentar el cine doblado. Creo que en este país se hacen muy buenos trabajos de doblaje, pero ha de reconocer que en siempre la calidad de estos esta relacionado con las inversiones y las perspectivas económicas que tienen de ellos las distribuidoras. Yo no lamento un cine bien doblado, sino el que esta tan mal doblado que interfiere en nuestra percepción del filme.. me viene a la mente por ejemplo, una verdadera joya fílmica (Hierro 3 ) con un doblaje deprimente. Y luego ni que decir de las películas dobladas a lo «humor amarilla» (que titulo más inapropiado!), que cambian el sentido de las frases y añaden gracietas fuera de lugar como es el caso de kungfusion… En fin, personalmente prefiero el cine subtitulado, porque deviene en algo asequible en la red (a pesar de algunas calidades de subtitulos demenciales), y porque prefiero oír el sonido original y disfrutar de las interpretaciones de los actores que estoy viendo. Y estoy señor mio, no tiene nada que ver con que yo me crea moderno, ni un cultureta de pacotilla. No niego que existan esas motivaciones, pero el mundo de las apariencias ya es otro tema, y no viene al caso.
Que fácil es acusar a los que prefieren los subtitulos de culturetas, elitistas o pretenciosos. Para mí por ejemplo, los subtitulos son una alternativa tan valiosa como lo es el doblaje. Celebro que podamos gozar de tal privilegio en la mayoria de las peliculas. Pero cuando un doblaje es nefasto e irrespetuoso (los hay que incluso perturban el clima de la pelicula y le quitan el interés), entonces tomo la opción de los subtítulos.
Además, ambas opciones te permiten disfrutar de la misma obra con distintos matices. Pero no creo que eso sea suficiente para acusarme de cultureta, elitista o pretencioso. Ni creo que se deba considerar a los que prefieren solo doblajes como simplones vulgares.
Este artículo me aturde. Yo veo, indistintamente, películas dobladas y subtituladas. En mi ciudad, durante años, no llegó ni una que no fuera doblada, y cuando les dio por poner una salita en vos me puse muy contento, empecé a valorar lo que antes me parecía prescindible. Pero ahora seguimos igual, sólo llegan las dobladas. No entiendo ese ataque atroz al ávido o no ávido consumidor de vos, menospreciándole con calificativos como «cool, pseudocultos, etc. Yo veo subtituladas cuando me dejan o puedo y no soy nada de lo que describe el autor del texto. También veo y escucho mayormente dobladas, y por eso no me convierto en mejor espectador de cine. Hace 20 años era el amante de los subtítulos el que era acribillado, y creo que la cosa no ha cambiado demasiado.
Insufrible artículo. Devaneos gratuitos en torno a un par de ideas. Aprenda a escribir y a ser conciso, que no es Zizek, sólo un opinionista amateur más…
El principal problema es como siempre la educación, prácticamente los únicos paises que siguen doblando son España e Italia. No es casualidad que han padecido ambos paises dos grandes dictaduras en el siglo XX y para ocultar diálogos que no querian mostrar surgió la absurda idea del doblaje. Con esto quiero decir, que si en el resto del mundo se ven en la versión original que el cineasta ha querido en su obra, ¿porque en España hay que seguir doblando cuando en principio somos una sociedad libre y pogresista? Aún así pienso que no hay que prohibir el doblaje drastivamente, sino que hay que educar poco a poco al espectador medio poniendo en tv y multisalas films en su versión real de menos a más progresivamente, para que en 20 años todos los defensores de doblaje se habrán acostumbrado a las auténticas voces de los actores, igual como en su día se acostumbraron a escuchar voces de dobladores. La educación como siempre es lo más importante, y si las nuevas generaciones se educan visualizando films en su versión original sin mutilarlas, aprenderán a creer en la conservación de las obras de arte en su justa medida, sin cambiarles nada ni inventarse absurdos diálogos como ha pasado siempre al doblar. Educación si, doblaje no.
Te equivocas. El doblaje es un invento americano del año 29 para poder paliar las perdidas de las dobles versiones.
La alternativa al subtitulado no es el doblaje, es aprender idiomas.
Ya, pero hay muchas personas que no tienen la oportunidad de aprenderlos, o los niños y mayores que se quedarian entonces sin ver cine y tv. No vas a llevar a un niño a ver Toy Story en Ingles con subtitulos… el doblaje por tanto es necesario y en España tenemos el mejor doblaje.
En mi opinion, la entrada de Pablo Vazquez, tiene mucho de cierto, aunque creo que se ha extendido demasiado dando vueltas sobre lo mismo una y otra vez, y rebuscando palabrejas…al final no lo he podido leer entero porque me aburria pese a interesarme el tema.
Lo siento Pablo.
Respecto al tema que se trata, he de decir que yo hablo ingles perfectamente, cosa que, sin animo de parecer que me echo flores o que el tema tenga mucho merito, seamos honestos, en nuestro pais no es muy habitual… (no hay mas que ir por las multinacionales y escuchar a los que dicen «hablarlo» para darse cuenta del nivel general que hay), y sin embargo, pese a manejarme perfectamente bien con el idioma, haber vivido en Inglaterra, etc, a la hora de ver una pelicula, rara vez escojo la version original, ya que me es imposible entender todas las frases hechas, todas las jergas, todos los dobles significados y todos los acentos diferentes que en una pelicula inglesa o americana aparecen… asi que dudo mucho que todos los que tanto asisten a ver peliculas en version original y critican el doblado, se enteren de la misa la mitad de lo que se habla en dichas peliculas.
Y ¿que decir de los subtitulos? Creo que si critican el doblaje porque desde su falta de informacion afirman que desvirtua el guion original, (cosa que no es cierta, ya que los guiones traducidos al castellano se ciñen al maximo al guion en ingles, solo que se adaptan para que coincidan los labios y se note menos) cuando intento ver alguna pelicula con subtitulos:
1º se reduce tanto el texto que no es ni la sombra del original
2º no puedo leer y ver todo lo que ocurre en la pantalla y en la cara del actor a la vez, con lo que acabo mareada y habiendome perdido muchas cosas.
En definitiva, creo de verdad, que si el doblaje es bueno, que casi siempre lo es, muchas veces incluso mejora la actuacion del actor original y en el resto de ocasiones lo iguala.
Asi que desde aqui mi apoyo al cine doblado, porque esta bien tener la opcion de verlo en original pero hay que ser conscientes de que gracias al doblaje se han salvado muchas peliculas y la «actuacion» de muchos actores mediocres o cuyas voces no pegaban ni con cola con el personaje. Ademas, lo dicho, en España hay muy poquita gente con nivel de ingles suficiente para ver una pelicula en version original y entenderla de verdad, asi que hay que respetar a toda esa gente que no habla el idioma que no es poca, o que simplemente no quiere estar una hora y tres cuartos intentando leer los subtitulos y ver la pelicula a la vez…
Gracias Maria por tu comentario. Totalmente de acuerdo, me he dejado llevar y el texto me ha quedado demasiado largo, pero me alegro de que coincidamos en lo fundamental. Me alegra también comprobar como algunos de estos argumentos dichos por ti no suenan tan disparatados sino cargados de sentido común. Y por cierto, el doblaje de Toy Story 3 es maravilloso…
PODEMOS MIRAR A OTRO LADO QUE NO SEA NUESTRO OMBLIGO, POR FAVOR? Cuantísimas personas van a la cine por pura distracción, entretenimiento, y diversión. Sólo por eso! y además….por qué no pensar en ese grandísimo porcentaje de personas mayores que no han podido o no lo han necesitado estudiar inglés, o chino o ruso……..Y QUE HABLAN En CASTELLANO MEJOR QUE MUCHOS JÓVENES!!!!!!!
¡POR FAVOR! EL DOBLAJE NO ES UN INVENTO FRANQUISTA… Informaros antes de denostar una profesión con la etiqueta de franquista. El doblaje se creo antes de que Franco llegara al poder, que luego lo utilizara a su favor durante la dictadura no significa que lo inventara él.
Respecto a los subtitulos tengo que aclarar que es siempre un versión mutilada y reducida de un guión. Obviamente no se traduce toda la conversación, por lo que es como leer un resumen de una obra. En cualquier pelicula de Woody Allen comprendereís que es imposible subtitularlo todo. Yo defiendo la libertad de poder elegir como disfrutar una obra, en su idioma original o en el nuestro. Querer lo contrario me parece fascista. Este articulo me ha gustado mucho, porque por lo menos se toma la molestia de razonar su opinion más alla del gusto personal, que es lo que hacen muchos de los detractores del doblaje.
Por ultimo decir que si no se estudia la gramática de un idioma es imposible aprenderlo por osmosis, solo por oirlo…
Este artículo no es mínimamente serio. Este señor ve fantasmas donde no los hay (a no ser que viva en Martín de los Heros), trata el tema mezclando conceptos (subitulación/cine independiente- doblaje/cine comercial); insultando gratuitamente al espectador de cine subtitulado; y descalificando los argumentos en favor de los subtítulos con atribuciones totalmente peregrinas del tipo «realmente, no se están enterando», (sí, claro, porque Vd. lo diga). Alucinante. No puede ser, sencillamente, que de vez en cuando a alguien le apetezca oír la voz real de los actores. No, impensable, la verdadera motivación es parecer culto.
El cine doblado tiene muchas virtudes, forma parte de nuestra historia y es cultura, pero no necesita ningún tipo de defensa. Y menos, defensas como esta.
Me parece muy bien que al autor de este artículo le guste el doblaje. Pero me hace gracia que pretenda una convivencia amable entre ambas opciones: en mi ciudad no hay cines en versión original y prácticamente todas las películas de la tele iban exclusivamente dobladas hasta hace unos meses (bendita TDT).
Yo le enviaría a Portugal una temporada. Así tendría algo que reivindicar.
Sabes que el doblaje en muchos países es una pura cuestión económica que no se pueden permitir? Y de otra forma el que se doblen al castellano creo pero solo creo ehhhhhhhhhh que tiene que ver por que hay una cantidad considerable de hispano-parlantes… Así que lo de Portugal sobra… porque apuesto a que muchos portugueses les gustaría ver doblado a su idioma…
Y ya que estoy, te contestaré a esto también, de buen rollo, eh? Qué país es más rico, aquel que se permite doblar (producir, contratar… GASTAR -sin freno muchas veces- a fin de cuentas a cuesta de los contribuyentes -véase el fiasco español de las TV’s autonómicas- o aquel país que, gracias a no tener pptos. para doblar, levanta generaciones de políglotas casi gratis porque se ven abocados a una TV en V.O.? Saludos.
¡Epa! que va ha desparecer el cine bien doblado al castellano como DIOS manda. Primero los catalanes y ahora esto, si es que el español está en vias de extinción.
Que tendra que ver el churro con las Meninas… Torito, que hablamos tambien de una pelicula espanola que no se doble al Tailandes… que es de lamentable. En Inglaterra no se dobla ni una pelicula y no creo que se vaya a perder el ingles, o si?… ya estamos con los cocos.. que viene el lobo!… que lo diga mi tatarabuelo… lo entenderia!
«En una encuesta realizada a través de Facebook para el número 2000 de la revista Fotogramas, medio que dista de dirigirse al público selecto de un Cáhiers o un Dirigido por… a pesar de incluirlo también dentro de su target, un cincuenta y dos por ciento de la muestra afirmaba preferir el subtitulado». No seas ingenuo, amigo. Los talibanes de la VOS funcionan como cualquier secta minoritaria: ante todo, hay que hacerse notar, demostrar que existen y que son muchos más de los que son. En cuanto esta encuesta corrió entre el mundillo talibán, allá corrieron todos a votar. La inmensa mayoría de la población española, que prefiere el doblaje, no votó porque ni quiso ni se enteró. Y así, el resultado es obvio: hacen creer a los ingenuos que son muchos, cuando sólo son cuatro gatos que dan la brasa por todas partes. Si fueran tantos, las grandes ciudades por lo menos se llenarían de megacines donde poder ver «Avatar» u «Origen» en versión original, y mucho me temo que eso es un negocio fracasado.
«La inmensa mayoría de la población española, que prefiere el doblaje…» Qué suerte que conozcas a tanta gente!!! Les has preguntado uno a uno? Debes referirte, claro está, a «la inmensa mayoría de la población española» que prefiere ver telebasura, ¿verdad? Cuánta demagogia y qué mal hecha.
Si le preguntas a mi Madre y a su generacion pues te van a apoyar. Si le preguntas a la gente que ve la telebasura, te van a apoyar. Pero senor aqui estamos hablando de cine y de cultura. De realismo y fidelidad con la obra… ni de ingles, chino, sueco o aleman.. de dejar las cosas como se hacen. Intactas.. o es que hay que hacer las cosas para las mulas? para que las entiendan mejor?…
Yo de vez en cuando veo películas en versión original, para recordar por qué no me gusta ver películas en versión original. No es sólo por los malditos subtítulos que te obligan a tener la vista estrábica. Oyes la voz varonil de Clint Eastwood doblada al español, y luego oyes su auténtica voz de pito aflautada, y se te cae el mito a los pies.
¿Voz de pito aflautada? Creo que confundes a Eastwood con Gracita Morales.
No sé si te das cuenta Genjuro que, con tu contestación, das la razón al articulista. Pareciera como si fuese un delito el que alguein opte por el cine doblado frente al subtitulado… y esto te lo dice alguien que prefiere el VOSE.
Ver películas en VOSE es, al menos para mí, una cuestión de cinefilia pura y dura, nada más. Todo lo contextualizado (sea demagogia o no) por el autor alrededor de este tema para mí ya no importa. Allá cada cual. Yo seguiré disfrutando de los filmes tal y como salieron del horno, sin ningún tipo de añadido que empeore o incluso mejore el resultado. Pero claro, yo me lo puedo permitir con mi super proyector….quién vaya a las salas, pues no sé….
Ah, felicidades por el artículo.
Tu largo comentario no tiene ni pies ni cabeza…. comentario idiota y discriminatorio….. con esos prejuicios no puedes convencer a nadie, y me extraña como este sitio tan respetable te da comba para escribir semejante imbecilidad….
No se puede comparar la literatura, su traducción, con el cine.. puesto que este último ímplica mucho más. El cine en V.O.S. es simplemente necesario para conservar el valor artístico TOTAL (lo tenga o no, para no discriminar..) de una película. La interpretación original de los actores (algo MUY IMPORTANTE) , el uso del sonido ( al margen de las nuevas tecnologías.. esto es más para aquellos antigos doblajes que violaban directamente el sonido restante)…
Por lo tanto no hay que ser demagogo con el cine VOS… no es para un público determinado, y sobre todo, es de elección libre. Hoy día cualquiera puede optar por ambas opciones…
Pero, por favor, a los que defendemos… o nos gusta… el VOS… no nos insulten con estos comentarios tan largos como estúpidos… no por gritar más alto se tiene mayor razón…
«Los subtítulos pasaron a ser de izquierdas»
Mucho debe haber cambiado este lugar para que dejen escribir semejantes gilipolleces….
El hecho de escribir en miradas, deberia significar un mínimo de conocimiento del medio del que hablas…
«Reivindicación del doblaje para entender el cine (y ya que estamos, el mundo)» solo con este enunciado habla de alguien que no tiene ni idea de lo que habla, de cine, supuestamente… y, tal vez,ni del mundo..
Las imagenes de peliculas elegidas no ayudan…
Eso si, queda clara la vinculación con los profesionales de doblaje…
Alucinante me parece la gran cantidad de estupideces que el autor de este artículo ha podido escribir del tirón. Paso de enumerarlas y de tratar de rebatir sus «argumentos» porque me parece innecesario; es obvio que nada de lo que dice se aguanta por ningún lado (porque en las traducciones para doblaje no hay errores, ¿verdad, mi estimado fan fatal de Lázaro Carreter?) Da la impresión de ser un amargado al que su novia estudiante de cine acaba de dejar o uno de estos «modernos que critican a modernos más modernos que ellos» intentando ir de enfant terrible, criticando e insultando al personal cinéfilo en un medio como éste, además de no tener ni idea ni de cine ni de traducción… En fin.
Claro está que lo deseable es ver las películas ni dobladas ni subtituladas, y que lo mejor que se puede hacer es verlas una vez con la traducción para enterarnos de lo que se dice y hacer los siguientes visionados sin nada que contamine la obra original. (Y ojo, ¡que me dedico a la traducción! Pero los traductores, traductores son, no cineastas, y, querido amigo, las películas no son novelas. Si no ves la diferencia, realmente, no sé qué coño haces escribiendo, supuestamente, sobre cine.)
El subtitulado es un mal menor que nos permite disfrutar del 100% de la interpretación del actor (aunque no sepamos noruego ni leamos a Ibsen en su lengua original) y librarnos así de crímenes como el del doblaje de El replandor, por poner un ejemplo.
De todas formas, aunque prefiero ver las películas en VO, no necesito insultar públicamente a los detractores del subtitulado ni hacer la demagogia que se hace en este artículo… Chaval, diazepam.
Que artículo tan inútil e intolerante
Sé que tal vez se quejarán de la validez de mi comentario, ya que soy mexicano (o mejicano si prefieren) y nunca he estado en España, pero aún así lo teclearé. Aunque sí estaba enterado de su extraña predilección por el cine doblado, no creí que pudiera llegar a estar tan exacerbado, como lo acaba de demostrar el autor del artículo. Aunque confieso que desistí de leerlo completo, quiero suponer que éste tipo de opiniones obedecen más a una cuestión de preferencias inculcadas desde la niñez, que a un verdadero gusto por el doblaje.
Sólo así lo puedo explicar, ya que el asunto en mi país es casi exactamente invertido al de España, acá sólo son dobladas las películas animadas y uno que otro blockbuster veraniego, con lo que buscan atraer (sin mucho éxito) a la gente que nunca va al cine. Así que es difícil encontrar películas dobladas en cartelera, y más difícil aún, encontrar personas que irían a ver dichas películas.
Con éste razonamiento trato de entender el artículo, pero no es fácil, a mi cerebro mexicano le cuesta mucho comprender, cómo alguien puede preferir escuchar, por ejemplo, a una actriz francesa hablar español, que su propio idioma, tal vez lo entendería un poco más con las alemanas, y aún así tienen su encanto. Como ya tecleé anteriormente, creo que es una cuestión de preferencias, pero que los subtítulos le den al cine una «distinción cool y pseudoculta», es demasiado, creo yo.
Saludos desde México.
Que olor a OMBLIGUISMO, por usar un giro idiomático (usado en mi Argentina), que tal vez no tenga traducción o sinónimo en otros paises de habla hispana, suena mejor EGOCENTRISMO. La discución sobre cine doblado o subtitulado no tiene base posible, puedo ponerme del lado del bando de las pelis subtituladas, porque es el cine con el que me crié, puedo ponerme del lado del cine doblado, porque es el cine con el que me crié mirando televisión, puedo ponerme del lado del cine subtitulado porque fue el primer cine ruso, alemán y coreano que ví en VHS, o puedo ponerme del lado del cine doblado al español mas castizo (o castellano) cuando conseguí mis primeros videos de ANIME. Todo se reduce a cuestiones culturales, pero como la cultura se enseña y se aprende, enseñemos y aprendamos a abrir nuestras cabecitas y disfrutemos de esa maravilla llamada CINE, doblada o subtitulada.
Walubik, que sarta de ARGENTINADAS, por usar un giro idiomático universal que tal vez no tenga traducción o sinónimo antes del big bang, suena mejor que cantidad de palabrería hueca.
Al menos toda esta patochada ha servido para descubrir un artículo de Borges. Gracias a quien tuvo la amabilidad de enlazarlo.
Lo que me resulta significativamente patético de todo este asunto es el vergonzoso/ante maniqueísmo al que se entrega con sumo deleite el mencionado plumífero en cuestión. Francamente hay que ser muy mezquino o ignorante para mezclar los conceptos de doblaje/subtitulado con el cine «de autor» y/o circuito de festivales y/o de arte y ensayo, llámenle como quiera, y el cine comercial y/o palomitero. Cualquiera de las dos posibilidades, que sea Ud. un mezquino o un ignorante, son dignas de compasión. Ante tan erróneo punto de partida, no vale la pena ni siquiera molestarse en argumentar al respecto, de hecho debería Ud. estar bastante agradecido de que un buen número de personas inteligentes y cabales se hayan tomado la molestia de intentar argumentar con Ud. su sarta de despropósitos.
No creo que haga falta «descubrirme» pero sí, soy consumidor única y exclusivamente de cine en VO, ya sea inglés, chino o catalán, y tanto me da que la película sea «Das weisse Band – Eine deutsche Kindergeschichte» que «Solomon Kane», no tengo reparos en este aspecto, pero sí gusto personal que no necesita de Cahiers ni similares que me digan qué cine debo ver para ser un «buen cinéfilo».
Y para terminar, no estaría de más Sr.Vàzquez, que no solo comentase cuando otras personas está de acuerdo con el tema que Ud. ha pretendido defender, sino que replicase, si tiene Ud. capacidad intelectual para ello, a esas personas que con mucho más tino y paciencia que yo han intentado aclarar su confundido punto de vista.
Hola Kantatewerk. Primero quiero decirle que nunca he contestado a nadie por aquí que haya estado de acuerdo conmigo, entre otras cosas porque estos mensajes han sido muy escasos. He contestado únicamente a las personas que estaban en desacuerdo y de alguna manera argumentaban su punto de vista o que me preguntaban directamente. Lo puede ver en los mensajes de abajo.
Su mensaje sólo me dice de usted que disfruta del cine en V.O. y que no está de acuerdo con su asociación con el cine de arte y ensayo. Como sabe, esta asociación es una de las bases del artículo y me parece muy bien que no esté de acuerdo con ella. También me parece bien que disfrute viendo cine en versión original y espero que también comprenda que yo también pueda disfrutar viendo películas dobladas.
La gente mezquina no es digna de compasión. La gente ignorante tampoco.
Me gusta lo de plumífero. Mucho, de verdad. Su mensaje también ha servido para algo.
Conclusión: que cada perrico se chupe su pijico
Resumiria todo esto en: «eh eh, miradme, soy especial y guay! » tachas a los que les gusta la cultura de eso, pero tu tambien lo eres al intentar diferenciarte de ellos. Por lo menos ellos tienen cultura. Jorl.
Por favor, la próxima vez escribe sobre algo que justifique semejante parrafada…esto no va a ninguna parte tio. Berborrea gratuita…¿que hemos hecho los que queríamos leer algo sobre cine para encontrarnos semejante castaña? ¿que?
Qué espanto de artículo. Y no, no lo digo por su defensa del doblaje, eso es irrelevante. Qué forma de escribir farragosa, vulgar, infantiloide, con un humor estúpido..Vamos, objetivamente impresentable (sí, he dicho objetivamente),
Pero es que en esta página ya no aplican ningún tipo de filtro? Es una lástima.
La situación catalana se me escapa un poco, pero sí sé que en Galicia el doblaje en la TVG ha hecho más por la normalización lingüística que cualquier otro esfuerzo del gobierno (si es que Fraga y compañía alguna vez se esforzaron en este tema).
Quizás le haya cogido cariño al tema de las voces porque pertenezco a la industria del doblaje y me da de comer (y es que sí, hay gente que come de la traducción, el marcaje de guiones, la producción, la interpretación y la mezcla, por ejemplo). Sólo falta que el autor, además de amante del doblaje sea fumador, carnívoro empedernido y seguidor de los toros, para encontrarse dentro de los más buscados del país.
El peor artículo de la historia de Miradas de cine.
QUE TAL LA VOZ POR EJEMPLO DE CLINT EASTWOOD DOBLADA AL ESPAÑOLETE. A USTEDES SE LES OLVIDO EL ESPAÑOL HACE MUCHO. LO QUE HABLAN ES UNA VERGÜENZA.
Bien por Miradas de Cine y por la libertad que demuestra dar a sus colaboradores. El artículo es una vergüenza para cualquier persona que tenga un mínimo de sensibilidad cultural y de respeto por el trabajo de todos los actores y actrices que trabajan en una película.
Infumable artículo. El punto de visto del autor quedó claro en el primer párrafo. No era necesario escribir la Biblia en verso para expresarlo. Horrible. Tanto en su forma como en su fondo.
Me queda claroque no te gusta el cine subtitulado, y prefieres el doblaje. Espero que conozcas una plabara castellana: «sintetizar» , Es lo que le falta a tu artículo. Dices en 5000 palabras lo que habáis dicho en 50 en el primer párrafo, me empezó a resultar inetresante peor dejé de leerlo de puero aburrimiento.
En cuanto a Subtitular o no, la razón principal es que altera la obra. Para los que creemos que el cine es arte, subtitular es como si viene una exposición de La Gioconda y alguién la redibuja para que parezca una muejr española. Como si hubiese que grabar encima de la música de The Doors otro cantante para sepultar a Jim Morrison porque no entendemos lo que dice.
Más sentido común, no todos vemos «Salt», y películas de Vin Diesel. Hay gente que respeta el arte, obviamente no es tu caso.
El tal Pablo Vázquez es un tanto payasete y egocéntrico, me recuerda a cómo escribía cuando tenía 15 años. Desde luego el artículo es pura provocación, pero nada me ha parecido más patético que la ristra de comentarios gafapastiles que lo acompañan y le hacen eco.
Un poco de sentido del humor no le vendría mal a nadie.
Que cada cual vea la versión que le dé la puta gana. Yo recomiendo que se vean subtituladas y dobladas, ir variando, y os aseguro que entenderéis mejor el cine (y ya que estamos, el mundo).
Quillo, no veas la de bocanás de m*erda que sueltas. Supongo que en el fondo no eres tan cortito ni llevas permanentemete esa pose tan cool y post-postmodernista de adalid de la requetecontraculidad, que en el fondo sólo eres un hijo de su mamá algo traviesillo,y que lo que en realidad te gusta es castigar al personal con tu prosa. ¿Y a quién collons puede importarle lo que hagas con tu chati en una revista de cine, copón? Anda y te preparas un bocadillo de mantequilla con colacao para merendar, machote.
Creo que nunca había leído tantas estupideces seguidas… o por lo menos escritas con tanta prepotencia.
Doblaje=incultura
Directores de doblaje que no conocen el idioma de la obra original=terroristas del lenguaje y de la adaptación
Es verdad…..que los que tienen aires de grandeza para hacer los subtitulos tienen mas idea que un equipo de produccion de doblaje….
Ay que joderse con lo que hay que leer…
Yo nunca me he dedicado a subtitular nada, y te puedo contar mi experiencia como espectador; cuanto mayor es el presupuesto de la cadena/productora/loquesea, mejores son las traducciones de los subtítulos. Mi comentario sobre el doblaje viene de mi experiencia en ese triste sector. En los 10 años que duró mi experiencia trabajando en Barcelona, creo que no conocí ni un solo director del que pudiera decir que dominara la lengua inglesa (por poner un ejemplo), y conocí a muchos que pensaban que lo sabían porque, con las imágenes en la sala, no hay que ser precisamente un filólogo para entender que lo que viene después de un «gracias», es un «de nada». He dicho triste sector por muchos motivos; el principal, ver que se perdía mucho más tiempo encajando unos labiales que dándole al texto el auténtico sentido que el creador de la obra original pretendía transmitir. ¿Equipo de producción de doblaje? Tal como lo has dicho, parece que estés hablando de personal de la NASA. ¿Pero tú sabes quién lo componen? ¿La que pauta los guiones sabe idiomas? ¿La que convoca actores sabe idiomas? ¿El director del doblaje, de veras crees que sabe idiomas? En serio, tal vez haya cambiado mucho desde mi época en dicho sector, pero yo viví la época en la que TV3 empezaba a dar trabajo a punta pala, y eso es lo más serio que he visto dentro del doblaje; al menos nadie podía ajustar un guión si no estaba «aprobado» por la cadena. Pero… ¿doblaje de vídeo o de televisiones minoritarias? Vamos hombre, que me da la risa.
Quizás demasiado largo el artículo eh!!
En todo caso. Mi particular versión del asunto, y es debate con los amigos, es el siguiente:
Tanto doblaje como subtítulos distorsionan el producto. AMBOS son distorsiones y ambos manipulaciones. Ni uno ni otro se pueden considerar respetuosos con el producto, con lo que sólo nos queda saber cual distorsiona menos.
En mi opinión, si lo que interesa básicmanete es el trabajo de dirección, fotografía, edición, diseño de produccción, banda sonora, sonido!… es evidente que el subtítulo, que requiere lectura cuando menos, desconcentra la atención en estos aspectos, y además el doblaje no perjudica en NADA a su disfrute.
Por contra, si tu atención recae en el trabajo de los actores… es evidente que con el doblaje no sacas nada en limpio, por lo que la VO es lo más respetuoso.
Ahora bien… Si quieres disfrutar de la obra en su con junto… ¿cual es la mejor opción?… dificil pregunat para la que no encuentro una respuesta universal… cada quien que la disfrute como más la disfrute no?… eso sí! sin considerar una opción mejor que otra, y ni mucho menos más respetuosa, porque ambas faltan al respeto del producto final…
Si acaso, y ya es mi opinión personal, considero que el doblaje es mucho más respetuoso con el producto original, pues una película está pensada en todo su diseño para ser vista y oída! y ningún director cuenta a la hora de dotar de ritmo a su película, de establecer la puesta en escena, etc… con que la atención del espectador se vaya a leer algo!, el director cuenta con que la escuha y la imagen sea simultánea, y lo espúreo es meter una letra que no existe.
Soy mexicano y gracias al internet e oido doblajes españoles,italianos,japoneses,norteamericanos, y todos tienen la misma virtud y el mismo problema, bien realizados pueden mejorar la historia ejemplo El Cid con Charlton Heston, en lo personal me gusta mas la version doblada que la original, hay un factor emotivo que realza la pelicula, se nota que el equipo de doblaje puso empeño, en las peliculas Sherck se ponen chistes que se identifican con las culturas no son los mismos chistes en México y en España, pero en casos como Los diez mandamientos,el Padrino, Star Wars,Un tranvia llamado deseo (con Marlon Brandon),Psicosis y demas cine de Hitchcook, algunas versiones de Drácula (con Bela Lugosi, Christopher Lee, la versión de Coppola) el doblaje les quita toda la calidad o como decimos en México les da en la madre. El doblaje es un arma de doble filo bien realizado puede mejorar la calidad de una pelicula, pero generalmente solo se vuelve una mutilacion a esta.
Soy mexicano y gracias al internet e oido doblajes españoles,italianos,japoneses,norteamericanos, y todos tienen la misma virtud y el mismo problema, bien realizados pueden mejorar la historia ejemplo El Cid con Charlton Heston, en lo personal me gusta mas la version doblada que la original, hay un factor emotivo que realza la pelicula, se nota que el equipo de doblaje puso empeño, en las peliculas Sherck se ponen chistes que se identifican con las culturas no son los mismos chistes en México y en España, pero en casos como Los diez mandamientos,el Padrino, Star Wars,Un tranvia llamado deseo (con Marlon Brandon),Psicosis y demas cine de Hitchcook, algunas versiones de Drácula (con Bela Lugosi, Christopher Lee, la versión de Coppola) el doblaje les quita toda la calidad o como decimos en México les da en la madre. El doblaje es un arma de doble filo bien realizado puede mejorar la calidad de una pelicula, pero generalmente solo se vuelve una mutilacion a esta.
Pensaba que el articulo iba en broma… pero leyendolo entero (casi como si estuviese leyendo una pelicula subtitulada) y dandole otra vuelta. Me quedo ojiplatico!
Por lo menos me he reido… la verdad. Al igual que me rio cuando veo y OIGO a Robert De Niro, Al Pacino y Bruce Willis con la misma voz.
No hay vuelta de oja… admito que haya gente que le guste mas la version doblada (mi madre de 65 anos por poner un ejemplo)… pero hombre, hay que decir que siempre la pelicula cambia (o gana, a veces). La pelicula se sobreactua (se dobla por actores) y cambia la entonacion y un monton de matices… es lo mismo que estar viendo una pelicula de dibujos animados… Me gustaria que vieras «Mujeres al borde de un ataque de nervios» doblada al tailandes… y luego me lo cuentas. Esto no es moda ni narices.. es ser lo mas justo y real con la obra del director y de todo sus integrantes. Sin aditivos ni colorantes… pero oye! que a ti te gusta.. pues nada.. le pones la voz de Joaquin Prats y «Ajugar!»
Me he reido mucho… ya cualquiera hace de critico de algo o de cine. je
Perdon y se me olvidaba… «En medio del coito..» Pues si que follas mal majo… o no sera que perro ladrador poco mordedor.. es que no puedo parar de reir..
Se lo voy a contar a mi novia cuando nos lo estemos montando, en medio del coito, y con los walkman puestos (rollo Canino) para ver si tiene el megaorgasmo. Si lo consigo te prometo que le digo a mi tio el del pueblo que me preste su voz para doblar «Luz Silenciosa» y ya veras que exito de taquillas… lo que nos vamos a reir!
Yo sospecho que, independientemente del contenido el artículo está escrito en un tono de humor que los analfabetos no entienden, porque a mí sí me ha hecho cierta gracia, en ocasiones mucha, por su despliegue de ingenuo.
También está claro que es un tema que toca bastante los cojones y el autor es consciente de ello, y seguro que está regodeándose viendo cómo aumentan en número sus enemigos, pues yo no voy a ser menos: botarate, es el peor artículo jamás escrito en la historia de los hombres y de las mujeres también, pero menos!
¿Por qué aturdir con tanto ruido? (Nadie diría que prefieres el doblaje a la VOS). Aburres y desconciertas. Demasiada incoherencia sin control, y demasiada dialéctica intelectualoide de todo a 100. Con los 2 primeros párrafos ya quedas retratado.
Fdo: a blockbuster lover
No le falta gracia a eso de que hables de pretenciosidad ajena y sin embargo en medio de un polvo eres de los que amuermas a tu chica con la conveniencia o no de los subtítulos de ´La Cinta Blanca´. O me creo muy poco lo de tu escasa pretenciosidad o hablas más que follas.
bravo!
Nada más comenzar a leer, lo he tenido que dejar.Hay que ser más breve e interesar al lector en el tema del título. Algún día que tenga más tiempo, quizás vuelva sobre este tu artículo. carmeloansoteguiochoa@hotmail.com
Te daría la razón sobre tu afirmación de mi incapacidad de llegar al público si esta no fuera una respuesta al comentario número 85.
si nos ponemos así, que doblen toda la discografía de los beatles , de los rolling y de los Sex Pistols. . No domino muy bien el Ingles y me gustaría saber lo que dicen y el toque personal que le darían los actores de doblaje. Sobre todo me da mucha curiosidad la interpretación que haría Constantino Romero doblando a Jhony Cash. Si se hace en el cine por que no en las canciones???? total es arte……
Totalmente en contra y solo he leído el título.
Este artículo me gustó. Sos groso pablo. Le pongo un dies
Hay historias que no se comprenden sin oir el idioma original.No me imagino a «El bola» doblado al sueco.La versión original no es de intelectuales, es como hay que ver el cine.
A mí me parece que todo el mundo tiene derecho a ver las películas como le dé la real gana. Pero esta diatriba pueril de «como lo cool ahora es verlas subtituladas, yo soy tan cool que hago lo contrario» me ha parecido una paletada monumental, que califica de inmediato, y nada bien, no sólo al acomplejado que la escribe sino al medio que da cabida a semejante muestra de ignorancia. Menuda sarta de naderías e imbecilidades sonrojantes. Así que ver el cine en el idioma en que fue concebido, escrito y rodado es de «progres», de «gafapastas» y pretencioso, y verlo doblado es una muestra de carácter, de autenticidad y de lucha contra el mundo. Pues muy bien, hombre.
Excelente artículo, enhorabuena. Siempre es agradable poder leer una reflexión sobre tan controvertido asunto más allá de las preferencias
personales. Estoy de acuerdo contigo en que la mayoría de las
defensas del cine en VOSE proceden de personas que quieren reafirmar
un supuesto estatus cultural superior basándose en su interés por
aprender lenguas extranjeras.
¿Respeto por la obra original? Sin duda. El respeto es gratuito. Pero el cine
es una experiencia audiovisual, es decir, que el espectador debe ser
capaz de decodificar los mensajes visuales y acústicos que le llegan
para que la comunicación sea plena. La perversión de la obra
original que nos ofrecen los subtítulos es, desde luego, mucho mayor
que la del doblaje; y no nos olvidemos que el director de doblaje de
una película está, a su vez, creando una obra que no por ser una
adaptación de una VO ostenta menor valor.
En cuanto a lo de mejorar la competencia en idiomas extranjeros mientras
se ve cine, pues será estupendo para aquel que tenga en mente
marcharse de España o trabajar en el sector del turismo o el
comercio internacional, pero lo que es innegable es que la inmersión
en la ficción es mucho menor cuando uno escucha un soniquete
incomprensible, deja de focalizar su atención en la fotografía para
descender la mirada a los subtítulos y procesar un paratexto
incrustado en mitad de la pantalla para, acto seguido, volver a
levantarla con la sensación de que “me he perdido algo”.
Ya sé que a muchos esto les provocará hilaridad. Pero no se trata de
que los defensores del doblaje no seamos capaces de hacer dos cosas
al mismo tiempo, sino de que queremos concentrar nuestra atención en
la película salvando de la manera más inmersiva posible la barrera
del idioma. Del mismo modo en que me niego a ver una película
mientras hago la cena, limpio la habitación o tengo relaciones
sexuales (porque no prestaría atención a ninguna de las dos cosas),
tampoco estoy dispuesto a leer unos subtítulos si dispongo de un
buen doblaje profesional.