Un par de semanas después de su visionado, Sunset Song (2015) vuelve a mi retina una y otra vez. Sabíamos que el cine de Terence Davies se anclaba en el melodrama clásico. Pero, habitualmente, se metamorfoseaba, acunado por melodías populares, mediante travellings y fundidos. Sin embargo, Sunset Song, adaptación de una novela popular en la Escocia del primer tercio del siglo XX, evita mayormente tales estratagemas y remite directamente al cine de King Vidor, tal vez también al de John Ford o David Lean. Sunset Song nos recuerda, repetidamente, que lo único permanente es la tierra y que todos estamos de paso. Pero también nos recuerda que sólo el Amor justifica esta vida temporal.
Luciendo unos exteriores rurales bellamente fotografiados (inmensos campos de trigo meciéndose en la naturaleza) en contraste con interiores retratados con luces artificiales, Davies parece esforzarse en hacer aparente el artificio en el que se mueven los personajes. Un artificio, una representación, que es la película pero que es la misma vida. La historia de una joven inteligente a la que la tradición le cierra un futuro profesional pero que puede superar la miseria se desliza ante nosotros, estación tras estación, año tras año, mostrando el paso y la relatividad de nuestras vidas. Sunset Song resulta un tanto desequilibrada en su narración, en la que pesan algunas imágenes estridentes y, muy especialmente, el flashback, un salto a otro espacio geográfico que se hace físicamente inadecuado tras dos horas de escenarios arcádicos. Sin embargo la obra se redime mediante otras secuencias bellísimas y, muy especialmente, gracias a una historia de amor antológica, delicada y veraz, con la sutil aproximación de dos amantes destinados a estar juntos.