Cuando le comunican a Margherita, directora de cine, en pleno rodaje de una escena de su nueva película, que su madre Ada ha fallecido, ella decide terminar la toma; esta concluye con el líder de los trabajadores recriminando al dueño de una fábrica, que está tratando de llegar a un acuerdo con ellos para cerrarla, que no tiene ni idea de lo que significa para ellos sus trabajos: en ese momento se inserta un plano con Margheritta en foco, y se encadena con ella acercándose a los actores y marchándose seguidamente sola… Todo lo que sigue a partir de este fragmento, en apenas 5 minutos de metraje, es igual de intenso y con la sensibilidad a flor de piel tiene la capacidad de abstraer y proyectar toda la tensión acumulada en pos de ese fatídico desenlace anunciado desde el arranque de la historia (durante el cual hay al respecto detalles tan terribles y auténticos como aquel en el que Giovanni elimina cualquier atisbo de esperanza de su hermana: su madre se está muriendo y ocurrirá en cualquier momento): la escueta escena, en plano fijo con leve, imperceptible zoom, de la hija de Margherita escuchando a su padre hablar por teléfono y recibir la noticia desde su cama y ocultándose tras las sabanas para llorar (la abuela, días atrás, ayudaba a su nieta con el latín en otro pequeño apunte cotidiano insertado con pasmosa naturalidad); los hermanos decidiendo qué vestido poner a su mamá fallecida, inclinándose por uno más alegre que la idea inicial de vestirla de negro; la visita y el recuerdo emotivo de antiguos alumnos de Ada que fue más que una profesora, una madre para ellos… Y esa fuga final, extraordinaria, construida con un plano de Ada en una habitación de hospital, su hija preguntado fuera de cuadro «Mamá, ¿en qué estas pensando?», y la anciana contestando «En mañana», y un contraplano de Margherita, en casa de su madre, donde han pasado las últimas semanas, que dibuja una sonrisa que se apaga casi sin darnos cuenta para mostrarnos el más desconsolado rostro de la tristeza…