The International. Dinero en la sombra

Los puentes de Tykwer

Una de las cosas más difíciles en esta vida es saber qué puentes cruzar y cuales quemar. Salinger (Clive Owen) le dice esto a Eleanor (Naomi Watts) en un momento clave de The International: Dinero en la sombra, la última película del director alemán Tom Tykwer, autor entre otras de Corre, Lola, Corre (Lola Rennt, 1998) y La princesa y el guerrero (Der Kriege und die Kaiserin, 2000). El propio realizador seguramente tuvo que decidir en un momento indeterminado previo al rodaje de la brillante Heaven, realizada en 2002 pero nunca estrenada en España (una más entre los millones de razones para quejarse de la distribución en nuestro país), qué hacer con sus puentes. Muchos pueden llegar a pensar que la elección que tomó es evidente. Cruzó, dirán, el puente que le tendía Hollywood a lomos de sus grandes presupuestos, quemando, o más bien sacrificando (porque como dijo Jimi Hendrix cuando quemó su guitarra en Monterrey en 1967, uno sacrifica las cosas que ama) ciertos aspectos de su cine (relacionados sobre todo con una personal puesta en escena algo llamativa) que no encajan bien con el formato de superproducción en el que ha ubicado sus dos últimas creaciones (la inmediatamente anterior, Heaven, se encontraba tal vez a caballo entre ambos puentes), pero al final, el último bloque de su filmografía —Heaven, El perfume (Perfume: The Story of a Murderer, 2006), The International: Dinero en la sombra—, no ha hecho sino confirmar su verdadero talento y su capacidad de adaptación sin apenas sacrificar las cualidades técnicas que nos regalaba en su primera etapa, dándoles tan sólo un pequeño lavado de cara (un montaje menos complejo y menos florituras con la cámara). Y es que como también le dice Salinger (todo un filósofo, sí) a Wexler (Armin Mueller-Stahl), a veces encuentras tu destino en el camino que tomaste para evitarlo. Como ocurre con los puentes de Königsberg, que no se pueden cruzar cada uno una sola vez y después volver al punto de partida (aunque parezca obvio, la demostración que hizo Leonhard Euler en 1736 era necesaria), creo que ocurrirá lo mismo con los puentes de Tykwer, tendrá que cruzarlos en más de una ocasión y volverá (o no) al punto de partida, pero como dicen en los anuncios, porque él lo vale.

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The International: Dinero en la sombra es un thriller moderno que apela a uno de los malvados más maquiavélicos que se pueden imaginar en estos tiempos que corren. Porque hoy en día los esclavos no recogen algodón en las plantaciones del sur de los Estados Unidos ni se dedican a servir en la Roma o la Grecia antigua o a preparar samovares en la Rusia zarista (tal vez los siervos tuvieran mejores condiciones, pero a mí siempre me han inspirado misericordia). Actualmente, y al margen de la trata de blancas y las mafias que se nutren de los niños trabajadores, esclavos en el sentido más antiguo de la palabra en los que ahora no vamos a centrarnos a pesar de que es otra realidad bastante más desagradable que aquella de la que toca hablar, habitan en el primer mundo, y sus dueños y señores son las llamadas entidades financieras, que como apunta Umberto Calvini (Luca Barbareschi), otro de los personajes del film, controlan la deuda. Y como dice Calvini, poco antes de dar su último discurso, controlando la deuda, el verdadero valor de un conflicto, lo controlan todo. Porque los bancos empiezan controlando las deudas de los ciudadanos de a pie, esto es, sus pesadas hipotecas (hoy en día parece obligatorio tener una, algo paradójico porque luego todo el mundo se queja; menos los bancos, claro está, que lo tienen todo controlado) y de ahí van ascendiendo a las grandes empresas, a las que prestan el dinero que obtienen de las hipotecas para que estas puedan pagar todos los meses a sus empleados, eso sí, cobrándolas unos intereses criminales (aunque las empresas los pagan con gusto, porque lo sacan con creces de otros sitios; por ejemplo de los bancos, a los que cobran por analizar el riesgo de sus clientes o por segmentárselos para que puedan exprimirlos al máximo en función de determinadas características comunes aprovechando que al final somos todos como borreguitos), y luego, con esos intereses financian a las industrias de los países, la armamentística entre otras.  Por último, manejan las guerras como si se tratara de un tablero de risk. Y se me olvidaba lo más importante: Estos bancos matan a todo el que se interpone en su camino. ¿Ficción? Bueno, tal vez la última frase sí. O tal vez no.

Esto es, muy a grandes rasgos, lo que nos ofrece The International: Dinero en la sombra, la historia de un agente de la Interpol (Owen) y la ayudante del fiscal de NY (Watts) en su afán por desenmascarar una trama en la que el primer y último eslabón, el alfa y el omega, de la corrupción es un importante banco mundial. En el guión de Eric Singer tienen cabida el cine negro, muy actualizado desde luego, pero la madeja que van desenvolviendo los protagonistas no desmerece en complejidad argumental las historias de los violentos años 30 y 40, el terror, también sui generis, no hay más que ver la secuencia en que Wexler le describe a Salinger la imposibilidad de destruir una red de corrupción en la que absolutamente todos los estratos están implicados, que es algo bastante más que inquietante, el drama, que es el de su protagonista, torturado por una lucha en la que se enfanga más de lo concebible, a pesar de saber que tiene todas las de perder, y también la acción. A este respecto, los diez minutos que dura la secuencia del tiroteo en el Guggenheim son una auténtica lección de cine que confirma lo que vamos viendo durante el resto de la película: El buen hacer de Tykwer (también coautor de la minimalista y solvente banda sonora) detrás de la cámara y en la puesta en escena (con detalles brillantes como el truco con la silla de ruedas, el empleo del sonido del móvil para generar tensión durante todo lo que resta de secuencia, o la propia conclusión; también la eficaz utilización de la profundidad de campo), con una minuciosidad aplastante (como muestra la oreja de Clive Owen goteando sangre desde el momento en que le hacen el piercing con bala es suficiente) y, como comentaba al principio, con un montaje sencillo que utiliza los planos justos, probablemente muchos menos de los que consideraría justos más de un director de acción actual. Este es el punto álgido, pero hay otros highlights en la planificación y en la presentación de las escenas, como pueden ser el momento en que los dos protagonistas examinan la trayectoria de las dos balas en el atentado o el mismo comienzo del film cuando uno de los compañeros de Salinger es envenenado, secuencia que encuentra su reflejo más tarde en el propio personaje de Owen creyendo haber sido pagado con la misma moneda.

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Para acabar, y aunque sea redundar en el tema, es completamente cierto que en The International: Dinero en la sombra, el director se muestra más rígido, sin el agradable frescor de Fa que desprendían sus primeras películas, notándose también el cambio de registro en la ausencia de los temas habituales en su obra como son la intrusión del azar en los destinos de los protagonistas o los romances poco convencionales (aquí ni siquiera se insinúa la historia de amor), pero lo que sí puede observarse en cada plano es que detrás hay un director con verdadera personalidad y con ideas que sabe cómo llevar a cabo, revalorizando así una profesión que muchos parecen no creer necesaria y la prueba es que si se intercambiase el director por un chimpancé en el cincuenta por ciento (siendo generosos) del cine actual, probablemente la película no sería muy diferente. Puede que más divertida, eso no digo que no.