Sin excesos, sin reivindicaciones. ¿Sin riesgo?
Jordan: —Hablamos de negocios, sólo negocios.
Leslie: —No os preocupéis por mí, por favor. Continuad. Estaré calladita como un ratón.
Jordan: —Te aburrirás, cielo. Es pesado.
Leslie: —Seguro que me interesa.
Jordan: —Leslie, estamos hablando de política.
Leslie: —Te casaste conmigo en Washington. He crecido con la política. Sigan hablando, me gustará.
Jordan: —Esto es cosa de hombres.
Leslie: —¡Cosa de hombres! Que Dios nos ampare. Preparad mi rueca [chicas], que me incorporo al harénGigante (Giant, George Stevens, 1956)
Hay algo en esta Wonder Woman que me descoloca. Quizá sea por la simplicidad de un relato que se centra en contar la historia de un personaje tan relevante de forma limpia, es decir, sin hacerla interaccionar desmedidamente con el universo al que pertenece. Quizá sea por un guión que, además, no peca de grandilocuente. Sencillo y directo, bebe de la fuente original sin tergiversarla demasiado, sin buscar subtextos o interpretaciones más allá del porqué de la común soledad del superhéroe.
Quizá sea porque no es ya lo que siempre me ha interesado de las adaptaciones de DC, ese universo oscuro que busca la transcendencia poniendo el foco en la parte más humana de sus personajes para destacar su superioridad (frente al puro entretenimiento, ya cansino, por el que se ha obsesionado Marvel). Y, no obstante, tampoco lo deja completamente de lado…
Quizá sea porque no explota, porque hasta en las típicas escenas de batallas (nunca) finales mantiene la calma y destaca lo que realmente importa a una superheroína que ha nacido para proteger al ser humano, pero que no es ajena a sus propios sentimientos.
Quizá sea porque, aunque no es pura película DC, no es la película marveliana que, lamentablemente, me esperaba (y más tras aquél despropósito llamado Escuadrón Suicida —Suicide Squad, David Ayer, 2016—).
Diana: —I used to want to save the world. To end war and bring peace to mankind. But then, I glimpsed the darkness that lives within their light. I learned that inside every one of them, there will always be both.
Una introducción necesaria para desarrollar el relato: Bruce Wayne hace llegar a Diana aquella fotografía que ya se incluía en la fascinante Batman vs. Superman: El amanecer de la justicia (Batman v Superman: Dawn of Justice, Zack Snyder, 2016). No es necesario ver a Batman, todos sabemos dónde y cuándo se encontraron por primera vez (esa escena a lo Eyes Wide Shut —íd., Stanley Kubrick, 1999— que tanto me apasiona…), y cuál va a ser la relación entre ellos. A partir de ahí, a lo Eduardo Manostijeras (Edward Scissorhands, Tim Burton, 1990), Diana rápidamente pasa a rememorar y a explicarse/explicarnos la historia que lleva rodeándola de melancolía tantos y tantos años…
Solo que ella es la absoluta protagonista, no únicamente la acompañante.
La propuesta de Wonder Woman puede reducirse a tres conceptos: una idea, encontrar a Ares; una resolución: el ser humano debe ser protegido, aunque la oscuridad le gobierne desde su creación; y una excusa, el amor por un hombre. Por todos los hombres.
La idea, la mitología: amazonas, dioses y humanos. Y la común e irremediable guerra
General Erich Ludendorff: —You know your ancient Greeks. They understood that war is a god. A god that requires human sacrifice. And, in exchange, war gives man purpose. Meaning. A chance to rise above his petty mortal little self. And be courageous. Noble. Better.
Siguiendo el relanzamiento del personaje de The New 52, Diana ya no es insuflada a la vida a partir de una figura de arcilla (algo muy bien ligado por Heinberg a partir de la historia creada también por el injustamente defenestrado Snyder, que se palpa en el resultado final), ni tampoco es una amazona como tal. Esta perspectiva da mucho juego a un guión que reconoce en Ares, el dios de la guerra, también una doble faceta que tanto el espectador como la propia Diana deben sopesar en un primer momento. Y es que en el mundo humano, los dioses no existen porque ya no se cree en la mitología pero, como no podía ser de otra forma, unir estas dos dimensiones de la forma más realista posible proporciona una potente credibilidad (más incluso que en el Thor de Kenneth Brannagh —íd., 2011-, que peca de diferenciar demasiado Asgard de la Tierra, creando un mundo de cartón piedra que hace salir al espectador continuamente de la historia).
La doble lectura que plantea Wonder Woman puede resumirse en dos grandes planteamientos:
El primero, el que nos lleva a partir de que si Ares no existe, ¿existe un Zeus/Dios que creó al ser humano? En principio no y, por tanto, nos topamos, en la guerra, con la maldad humana en su máximo esplendor. Y si Dios no existe, Diana es, simplemente, una mujer extraordinaria que lucha por defender sus ideales, y los de las mujeres y hombres que representa.
Llevar la historia a la Primera Guerra Mundial también sería, con este planteamiento, un acierto. La Gran Guerra parecía infinita, única. Se corresponde perfectamente con la visión de esta nueva adaptación y los orígenes y objetivos encomendados a la fuerte amazona, a la independiente mujer. Se corresponde también con los primeros años en los que los movimientos sufragistas comienzan a obtener varios resultados igualitarios fuera de Europa (llegando finalmente a Inglaterra en 1918), etapa histórica a la que se hace en el film una referencia muy fugaz, pero muy presente. Al fin y al cabo, Wonder Woman nacía como la heroína que debía representar a la mujer del futuro. Un futuro que, por cierto, nunca llega. Y que ahora vuelva a estar “de moda”, como lo estuvo también hace algo más de cincuenta años (de ahí la cita que abre este texto), y como lo está siendo, esperemos que no indefinidamente, de forma cíclica.
Esto me lleva a destacar una de las mejores decisiones del film: la historia de Diana se presenta más neutra que en los cómics que dieron inicialmente vida al personaje, rebajando mucho el tono sexual de sus líneas/viñetas (Marston ya manifestaba sin tapujos su ideal de mujer, icono de fortaleza mental pero también medio objeto sexual —bondage y lazo de la verdad… ¡entre otros muchos ejemplos!)—. Neutra en el sentido que no sobrevalora a la superheroína frente a sus compañeros masculinos más de lo necesario. No la idealiza, sólo demuestra lo que es capaz de hacer. No reivindica el poder de la mujer, ni se impone tampoco ante los hombres. Se dedica a ser quien es: una mujer por encima de la media, con potentes convicciones y valores. La escena en la que los habitantes de un pueblo a los que acaba de liberar del enemigo se acercan para agradecerle su actuación recuerda mucho a aquella de Snyder en Batman vs. Superman: el amanecer de la Justicia… pero aquí se elimina el aura de endiosamiento que Superman comenzaba a sentir y que, paradójicamente, Diana no vive en ningún momento. Porque la Diana de Gadot es fuerte, igualitaria, empática y transparente. Pero no única.
Personalmente no considero que esto se haya conseguido, ni mucho menos, por ser dirigida por una mujer. El film, como adelantaba, busca el realismo, incluso en la isla de las amazonas, que caracteriza a los films de DC (aunque las ansias de parecerse a Marvel —y aumentar así su recaudación— le impiden llegar plenamente a su objetivo): son mujeres preparadas para la batalla, pero de gran corazón. Sus actos hablan por ellas, en la isla y en el mundo humano. Jenkins se ha limitado a centrar su discurso en la igualdad, en descubrir a la mujer que todos, todos, llevamos dentro. Y ha acertado plenamente al mantener las imágenes a la altura del guión: sin excesos visuales (unos efectos CGI demasiado evidentes pero tan limitados en el metraje que se aceptan medianamente bien), sin complicadas subtramas, incluso con una banda sonora clásica que (una pena) no abusa de la melodía que se identifica en este universo DC con Wonder Woman y sí lo hace de la melodía romanticona en escenas que no la necesitan. A mi hasta me sobra el uso de la cámara lenta pero, en cualquier caso, Wonder Woman encuentra un inestable pero constante equilibrio.
Volvamos a la reflexión, desde el punto de vista opuesto. El segundo planteamiento, por supuesto, es partir de que si Zeus/Dios existe, puede que también exista Ares (y Diana. Y, por qué no, Superman el extraterrestre, y…). También sería de recibo que puedan infiltrase entre los humanos, yendo más o menos de incógnito. Y, siguiendo con la especulación, puede que las acciones humanas estén inspiradas por fuerzas superiores. Eso no exculpa sus/nuestros actos, pero convierte al ser humano en un títere sin voluntad propia… aunque sí con capacidad de decisión. Y a esta referencia se acoge, también, Heinberg.
Si podemos tomar decisiones y llevarlas a cabo… ¿por qué no cambiamos?
La resolución, la oscuridad humana: sexismo y racismo. Poder y creencias
Diana: —I will fight for those who cannot fight for themselves.
Interesante la visión global que Wonder Woman recoge en todo su metraje acerca de los problemas que sigue arrastrando la sociedad: hablará de las diferencias (aún existentes) entre hombres y mujeres en cuanto no sólo alcanzar posiciones de poder (traducción actual: poder obtener el mismo reconocimiento social y económico por realizar un mismo trabajo), sino también en cuanto a considerar que sus opiniones son igual de inteligentes; hablará de la discriminación racial a través del personaje de Sameer, un hombre que siempre quiso ser actor, sueño inalcanzable “por culpa” de su color de piel (algo que también aparece de forma reivindicativa en la ya citada Gigante de forma exquisita: haciendo ver que el futuro pasa por la integración, a través de los ojos de los protagonistas, ya abuelos); hablará de que no hay que sentirse superior a nadie, sino que hay que buscar la forma de hacer ver que todos somos una mezcla de amor y odio, de bien y mal, de envidia y deseo. ¿Eso nos convierte en una raza a extinguir? Claro que no. Y mucho menos debemos permitir que lo hagamos nosotros mismos.
Quizá la respuesta está en el amor.
La excusa, las vivencias personales (y su extrapolación)
Diana: —It’s about what you believe. And I believe in love. Only love will truly save the world.
Con la cita anterior que pronuncia Wonder Woman en un momento del film… difícil no hacer en la sala de proyección la conexión mental Wonder Woman – Amor – Inception – Nolan – Batman.
¿Wonder Woman y Batman? ¿Wonder Woman y Superman? No entraremos… pero sí en Wonder Woman y Steve Trevor, que es el romance principal del film, y el que centra la historia en la vertiente más humana del personaje.
Siendo justos, el fichaje de Chris Pine, aunque bueno, nos hace pensar demasiado en el Capitán Kirk. Descarado pero de buen corazón, con líneas picantes pero también trascendentales… su registro parece limitarse al del guapo/galán imprescindible de Hollywood que, para más inri, se describe (y varias veces) como tal en la película. Así que aunque el personaje está muy bien llevado (contrapunto al de Diana, que no se convierte en el típico personaje femenino secundario —al que no deberíamos estar tan acostumbrados— sino que es de vital relevancia) y la historia de amor está bien aunque insuficientemente construida… quizá Pine no era el mejor para el papel. Y a la vez sí. ¿Contradictorio? Puede.
Esta historia es la que trae pellizcos de un humor simple, pero no ridículo, aderezada con el personaje de Etta que es uno de los más memorables secundarios de la película. En esto sí se parece a lo mejor de Thor, basándose aquí más en la inexperiencia sexual de la protagonista que en su desubicación espacio-temporal. Se echa de menos, como decía, profundizar más en esta inusual relación, cuando en definitiva es la que potencia la reflexión y decisión de la princesa.
Porque el amor por Steve, por los lugareños, y por la raza humana mueve a una Wonder Woman que encuentra (demasiado) rápidamente su sitio en la Tierra (y a la que su aparición tampoco descoloca en demasía a la población de inicios del siglo pasado. Lógico). Seguramente nuevas entregas permitan construir mucho mejor a un personaje que ahora hemos conocido, exclusivamente en su, digamos, tierna adolescencia. Hay ganas de saber, cinéfilamente hablando, cómo se convierte en la mujer de la fiesta que se encuentra al famoso Bruce Wayne….
El resultado
Hipólita: —Be careful in the world of men, Diana.
La estructura de Wonder Woman es muy similar a la de cualquier otra película de introducción de personaje de superhéroes (dejando aparte la maravilla que es Watchmen —íd., Zack Snyder, 2009—, que conserva la rigurosidad de llevar el cómic a la pantalla, con todas sus consecuencias): pasado y presente de la protagonista y rápida identificación de buenos y malos, desarrollo del conflicto, lucha final, y conexión con partes venideras, si es el caso (que lo es). Pero:
Fiel y contenida, con garra y con un sello propio que ya quizá no es el que se quiere ni por parte de un espectador que desea más entretenimiento, ni por una compañía que no obtiene el éxito deseado. Así que volvemos al quizá:
Quizá la recaudación haga a DC repensarse el mirar tanto a Marvel.
Quizá el espectador se ha cansado también de que se potencie excesivamente la acción vacía de contenido.
Quizá Wonder Woman ha encontrado, sin quererlo, la fórmula que no contenta a todos, pero sí a una grandísima mayoría creciente.
Quizá Wonder Woman no ha querido arriesgar, pero en realidad sí lo ha hecho.
Apunte final. ¿Por qué Wonder Woman parece sí va a conseguir cambiar la mente de muchos (hombres, pero también mujeres) y no lo consiguió, por ejemplo, la reiteradamente citada Gigante? ¿Es, sencillamente, una cuestión generacional? ¿Es porque se trata de reflejar una realidad social a través de los ojos de una mitológica superheroína y, por tanto, irreal? ¿Será verdad que la buscada “propaganda psicológica” que defendía el propio Marston al hablar de su personaje Wonder Woman es la herramienta que dejará, por fin, el poso que se busca desde hace siglos?
¿Es el género de superhéroes, bien llevado (léase DC) y consumido por masas, la puerta al cambio?