Superada la era Carballo, con sus muchas sombras y pocas luces (alguna hubo, como por ejemplo aquella mítica proyección de Je ne suis pas mort, de Jean-Charles Fitoussi, enorme film todavía hoy virtualmente invisible), el Festival Internacional de Cine de Gijón afrontaba su segunda edición bajo la dirección de Alejandro Díaz Castaño, en realidad la primera en la que ha disfrutado del tiempo necesario para poderla preparar a conciencia. Y el resultado no ha defraudado. Especialmente con una Sección Oficial que se antoja la más potente desde hace muchos años, y una programación en general que ha ganado en coherencia, audacia e interés.
A continuación, repasamos las películas a nuestro juicio más interesantes de entre las vistas durante estos días:
Grass / Hotel by the River (Hong Sang-soo) – Sección Oficial
Aunque nunca haya pisado físicamente tierras asturianas (ojalá eso se pueda remediar en un futuro), el maestro coreano es ya un habitual del festival gijonés, que este año presentaba dos largometrajes suyos en la sección oficial, dos obras que quizás nos den alguna pista de la posible evolución de su carrera en el futuro. Grass sigue profundizando en el minimalismo de su cine con otra pieza de cámara que transcurre principalmente en un único café, donde los personajes se van combinando en diferentes escenas resueltas en plano-secuencia (generalmente cogiendo el perfil de los actores, que se alternan en suaves panorámicas). Se da la particularidad de que varios de los personajes son guionistas, escritores o aspirantes a ello, e incluso el que interpreta la musa de Hong, Kim Min-hee, comenta en off situaciones de los demás, lo que sugiere un potencial juego metaficcional de diferentes niveles narrativos. Las rimas y variaciones típicas de su cine se pueden rastrear de manera más sutil que en obras precedentes, ya que nunca se llega a comprometer la linealidad temporal de la película. Aunque si algún movimiento sugiere Grass es la circularidad, una pequeña ronde de encuentros y desencuentros emocionales que fluye armoniosamente.
Por contraste, Hotel by the River se ofrecía quizás menos orgánica, un poco más irregular, también más mágica, pero finalmente más desesperada. Junto a On the Beach at Night Alone, tengo la impresión de que ésta es la película menos estructurada de Hong, la más libre de juegos narrativos, repeticiones y variaciones. Cinco personajes coinciden en un hotel y discuten principalmente de relaciones sentimentales en registros diferentes de sensibilidad hacia el sexo opuesto, lo que resulta en una mirada un tanto pesimista sobre los vínculos humanos. Los desencuentros son reiterados durante la película; incluso en las conversaciones, la desconexión entre los sentimientos de los personajes es la nota predominante. Creo percibir una relativa languidez poco habitual en su cine, que desinfla el registro dramático durante buena parte del metraje, quizás como deliberada antesala al cierre del film. Incluso la puesta en escena parece menos milimetrada, al recurrir a la cámara en mano en ocasiones. Y es en esa languidez cuando de repente emergen algunos de esos momentos mágicos en el cine del director coreano, esos despertares que nos podrían llevar a otra realidad o replantear la precedente, aunque sean sospechosamente parecidas. O que abren un mundo de posibilidades entre ambas. Está claro que el protagonista, ese padre que se despide de sus dos hijos, querría irse a otra realidad diferente de la que vive. Lo que no querríamos nosotros es salir del universo de Hong Sang-soo, de nuevo el gran triunfador del festival.
Tarde para morir joven (Dominga Sotomayor) – Sección Oficial
Sotomayor se inspira en su propia biografía personal para acercarnos una historia iniciática en una suerte de comuna artística a las afueras de Santiago de Chile. Estamos en los estertores de los años ochenta, en tiempos de cambio, con alguna velada referencia a una dictadura ya finiquitada pero cuyo efecto todavía flota en el ambiente, y esa volatilidad también se percibe en las relaciones interpersonales del crisol de personajes que asoman en pantalla, afectando en particular a la joven protagonista. Ella está en pleno tránsito desde la adolescencia a la edad adulta, una etapa que le genera sentimientos de inconformismo y orfandad, en un contexto de exposición y relativa desprotección que propicia una maduración precoz. Como simboliza ese perro que abre y cierra la película, cuestiones como el abandono, la evolución personal o la renuncia están en la médula del film. Sotomayor deja traslucir una cierta falta de responsabilidad en la galería de personajes adultos que retrata, pero su mirada es cálida y así lo refleja el estilo visual de la película. Con una paleta que remeda el paso del tiempo a base de desvaimiento y saturación de los colores, la luz baña generosamente los planos diurnos mientras los nocturnos son acariciados por fuentes lumínicas diegéticas, en encuadres primorosamente compuestos, tanto en las coreografías corales como en aquellos más individuales, a veces jugando con los diferentes términos en el espacio escénico, con aquello que está enfocado y lo que no. Porque, al fin y al cabo, no deja de ser una película que habla de la búsqueda de un lugar emocional en el entorno familiar y amoroso, lo que se puede hacer extensible a una sociedad que siente la necesidad de reubicarse, quizás pasando por una adolescencia extemporánea que alimenta la libertad ganada.
Cassandro, the Exotico! (Marie Losier) – Rellumes
Personalidad desbordante y magnética, Cassandro es una leyenda de la lucha libre mexicana, un pionero como competidor abiertamente gay y un temerario acróbata sobre el cuadrilátero. Tras The Ballad of Genesis and Lady Jaye, Losier vuelve a la androginia, a un personaje que, luchando a cara descubierta en un espectáculo de enmascarados, intenta parapetar su fragilidad emocional bajo el glamour y la fantasía, bajo su jovialidad y su simpatía. Pero su difícil historia personal le ha dejado tantas o más secuelas psicológicas que las físicas, tras tantos años de imprudencias sobre el tapiz, en una lucha interna que puede adivinarse bastante más cruenta que los enfrentamientos coreografiados que diseña, especialmente en los estertores de su carrera profesional, cuando ya intuye que no va a poder refugiarse en la profesión que tanto ama durante mucho más tiempo. De alguna manera la atractiva estética que plantea Losier encaja a la perfección con Cassandro, la fragilidad que sugieren los 16mm. y los planos vaporosos, también la luz, la calidez y el color intenso que bañan los fotogramas. Es en definitiva una obra de belleza singular.
Yara (Abbas Fahdel) – Sección Oficial
Tras la ambiciosa Homeland: Iraq Year Zero, Abbas Fahdel regresa en tono más amable, en una transición que parte del registro con aroma documental de la geografía y el paisanaje de un monumental valle en el norte del Líbano, para contextualizar la ficción de la historia de amor de una joven lugareña, para construir un espacio en principio edénico. El tiempo y el espacio son magnitudes que la película trabaja a conciencia. Accedemos a un ritmo vital conjugado a golpe de montaje, en sucesiones de planos en las que cambia el punto de vista y la incidencia de la luz sobre los mismos elementos. La geografía escénica termina de cartografiarse con recurrentes panorámicas que nos devuelven de manera obsesiva la majestuosa orografía del valle. Hay un evidente placer en la mirada que Fahdel quiere compartir, para que el espectador lo sienta como propio. Sin embargo, ese Edén se va revelando progresivamente ilusorio; podemos intuir que tanto la búsqueda de mejores perspectivas económicas como la presión del tejido social rural propician el despoblamiento, una expulsión del Paraíso que desde el punto de vista social podemos considerar incluso voluntaria.
Closing Time (Nicole Vögele) – Llendes
La suiza Nicole Vögele documenta el microcosmos nocturno alrededor de un establecimiento de comidas en Taipei. Desde unas oscuras y misteriosas escenas introductorias en plena naturaleza amenazante, la noche urbana va cobrando vida, en ritmos un tanto extrañados, propiciados por sugestivos planos de situación y la hipnótica banda sonora que hace ocasional acto de presencia, con unos personajes vagamente rarificados que cumplen sus rutinas trasnochadoras. El latido de la ciudad les acompaña, también la ocasional presencia de fenómenos atmosféricos que nos devuelven la consciencia de una naturaleza siempre latente. Hacia ella vuelve el film en la extraordinaria fuga que se produce durante el segmento final del metraje. Como si de repente fuéramos testigos de una potencial dislocación a lo Apichatpong Weerasethakul, abriendo aún más las posibilidades abstractivas de la película (aunque no terminen de materializarse), es un movimiento de lo más sugerente, que nos lleva al terreno de la ficción y de lo desconocido, que también libera las imágenes de las garras de la noche en un flujo hipnótico hacia las luces del amanecer.
I Do Not Care If We Go Down in History as Barbarians (Radu Jude) – Sección Oficial
El realizador rumano busca confrontar la historia con su percepción en presente por parte de la sociedad, con la construcción mental realizada por los intereses políticos y nacionalistas. Volviendo sobre la temática de su excelente documental Dead Nation, la temprana participación rumana en el Holocausto como aliada de la Alemania nazi y bajo el liderazgo de Antonescu se evoca a través de una escenificación pública cuya mera propuesta levanta muchas ampollas entre el poder político y también entre algunos de los participantes. Desde el principio se juega con el nivel de realidad y de representación, al mostrarnos inicialmente la tramoya del rodaje y finalizar con la grabación de dicha escenificación pública, como si de una retransmisión documental se tratase. Además, registros fílmicos de la época o diferentes textos citados enriquecen la polifonía de la película. Jude se aleja del férreo estilo visual de Aferim! o Scarred Hearts para juguetear con el registro documental, pero mantiene un alto grado de elaboración escénica. Quizás el mensaje queda demasiado evidente, esa denuncia del olvido, en el mejor de los casos, o del blanqueamiento de un pasado ciertamente oscuro. En todo caso, la respuesta de los espectadores que asisten a la representación pública en el tramo final del film, que parece auténtica, se antoja de lo más inquietante. Ante la exacerbación nacionalista, incluso una visión crítica no explicitada puede tomarse como celebración apologística.
El FICX proyectó además una perfecta pieza de acompañamiento, su último cortometraje The Marshal’s Two Executions, que compara la filmación documental de la ejecución de Antonescu con la recreación propuesta por Sergiu Nicolaescu en la película épica rumana The Mirror. Es interesante comprobar cómo, respetando con bastante fidelidad el registro visual de lo sucedido, la utilización de la música y la entonación declamativa le dan un tono completamente diferente a las imágenes, en lo que precisamente es una operación de blanqueamiento del mariscal y de ese periodo histórico rumano. De alguna manera, tanto el largo como el cortometraje vienen a mostrar cómo unos pocos elementos escénicos, incluso extradiegéticos, además del propio bagaje y de las preconcepciones del espectador, pueden modificar el sentido percibido de lo que expresa una acción.
Wildlife (Paul Dano) – Sección Oficial
Paul Dano adapta a Richard Ford en este drama familiar ambientado en 1960 y que, a pesar de la discreta ambientación retro, deja quizás un cierto regusto indie. Seguramente sea porque en el fondo estamos hablando de una coming-of-age story cuyo punto de vista lo domina un adolescente. La circunstancia de ser hijo único en una familia en proceso de desestructuración le lleva a mostrar una precoz madurez asumiendo responsabilidades poco frecuentes para alguien de su edad ante la desatención de sus padres, en una evidente situación de inversión de roles familiares. Ellos parecen una versión frustrada del sueño americano cuyos caracteres serían difícilmente acomodables al molde de una América que acababa de salir de los años 50 y que todavía creía en un viejo orden de valores, especialmente lejos de los núcleos urbanos. En su estreno tras las cámaras, Dano evita sobredramatizar y entrega una obra sorprendentemente elegante, sin subrayados estéticos, realizada a base de planos fijos e iluminación muy suave y matizada, como dejando a los personajes a medio camino entre el artificio colorista que asociamos al American Way of Life y la oscuridad de los dramas noir. Todo ello para ilustrarnos a unos personajes que en el fondo no parecen saber qué lugar les corresponde en el mundo. Bueno, excepto su joven protagonista, que por mucha madurez que muestre, eventualmente se revela como ese niño que sólo desearía poder cobijarse de nuevo bajo el paraguas familiar.
La prière (Cédric Kahn) – Sección Oficial
Es curiosa la coincidencia en este FICX de dos películas que nos mostraban el trabajo de sendos centros de perfil marcadamente religioso para combatir dos problemáticas, fueran reales o figuradas. En The Miseducation of Cameron Post, de Desiree Akhavan, no había demasiado espacio para el matiz en la crítica al proceso que pretendía la des-homosexualización de los internos. Y pudiera decirse que La prière peca de lo contrario, al ilustrarnos el trabajo que se realiza para rescatar de las garras de la drogadicción a quienes voluntariamente se prestan a ello. La fe, la solidaridad, el sentimiento de pertenencia y de grupo, son la tabla de salvación que encuentran estos jóvenes que intentan escapar de sus particulares infiernos. En el plano más aparente advertimos la encomiable y efectiva labor que realizan, el caudal de humanitarismo que da y recibe este grupo de frágiles personas. Sin embargo tengo la impresión de que algo chirría en el trasfondo de la historia. ¿No estarán aprovechando la gran vulnerabilidad de estas personas para inocularles su doctrina religiosa? ¿Podemos interpretar que la religión funciona a modo de sustitutivo de las sustancias estupefacientes? Son preguntas que parecen quedar en aire, aunque no resulte sencillo rastrear connotaciones negativas en las imágenes que vemos, puesto que la puesta en escena es muy limpia, afrontando a los personajes en sus variados momentos emocionales, confiando en que su honestidad traspase la pantalla. Quizás son mis propios prejuicios los que me hacen cuestionarme la intención última de la película, pero precisamente esa confrontación con nuestros principios y certidumbres puede resultar estimulante.
À l’école des philosophes (Fernand Melgar) – Rellumes
Melgar sigue repasando el funcionamiento de diversas instituciones en Suiza, como si fuera una suerte de Wiseman helvético menos interesado en una visión holística y burocrática de las mismas, y más en los efectos prácticos que generan en el individuo, además de la siempre compleja interacción que se sucede en la última fase de la cadena, entre el profesional/empleado y el receptor del servicio prestado. Sin embargo su última obra supone un cambio de tercio en su filmografía, dejando atrás las fricciones de la inmigración ilegal, de las frustraciones preimpuestas desde fuera, para exponer el trabajo de un colegio infantil para niños con necesidades especiales. Son pequeñas criaturas que exigen un enorme esfuerzo para quienes les rodean, que mediatizan la vida cotidiana de sus padres y requieren de una extraordinaria paciencia y atención para progresar en su educación, pero aquí se parte de frustraciones asumidas y cualquier progreso supone un triunfo para progenitores y profesores. De ahí que el tono sea completamente diferente al de sus films precedentes. La puesta en escena de Melgar busca el acercamiento sin resultar invasiva, dando un aspecto naturalista desde el respeto a la intimidad emocional de las personas y circunstancias que retrata.
The Favourite (Yorgos Lanthimos) – Sección Oficial
Lanthimos muestra una evidente evolución en su carrera sin por ello desnaturalizar lo que ha venido siendo su cine, para bien o para mal. Sus films siempre habían dispuesto unas reglas del juego que forzaban los límites del registro realista, perversas y cartesianas alegorías de un mundo cruel. En su última película relaja el corsé del planteamiento inicial, pero no deja de proponer otro juego, la despiadada lucha entre dos mujeres por hacerse con el puesto de favorita de una pusilánime reina, con toda la influencia y poder que ello puede suponer. El destino final no es muy diferente, demostrar la perversidad del ser humano y de los mecanismos de poder, pero el trayecto se hace mucho más interesante, con personajes de mayor densidad y diálogos muy afilados. Siendo un film de época es curiosamente su obra más naturalista. La puesta en escena, metódica, calculada hasta el milímetro, nos devuelve al director omnisciente, demiurgo total que observa la maldad de sus criaturas con la perspectiva global y deformada que proporciona un gran angular que llega a menudo hasta el ojo de pez. En definitiva, Lanthimos de nuevo, para bien o para mal.