La actriz navarra Itsaso Arana, conocida por su papel protagonista en La virgen de agosto, de la que también escribió el guion junto al cineasta Jonás Trueba, salta a la dirección con este emotivo cuento de verano en el que cinco actrices pasan siete días en el campo ensayando (y creando) una obra de teatro.
El elenco está formado por Irene Escolar y Bárbara Lennie, caras conocidas del cine y el teatro español, y Helena Ezquerro e Itziar Manero, en sus primeros papeles como protagonistas. Arana, que también aparece en la cinta como escritora de la obra, ha querido mostrar en Las chicas están bien su total admiración hacia este grupo de actrices increíbles, y a su vez celebrar el amor a las mujeres en un canto a la amistad femenina, el crecimiento personal compartido y la libertad creativa.
Existe una imbricación buscada entre ficción y realidad durante todo el film, hecho que se constata en una de las escenas más significativas, donde las cinco intérpretes juegan a presentarse y el resto del grupo las relacionan con el personaje que, según ellas, más las representa. Todas dicen su nombre real, que en la película es también el nombre de sus personajes, acercando aún más a la espectadora a la veracidad que esconde esta aparente autoficción construida sobre sus historias personales, que bien podrían ser las de cualquiera de nosotras. Del mismo modo se elabora el guion de la obra de teatro que están preparando: a partir de las conversaciones que mantienen durante la convivencia, charlas que ofrecen el espacio idóneo para expresarse, hablar de sus temores e inseguridades y ahondar en los traumas de antaño. De estos momentos compartidos, tan cotidianos como mágicos, nace una complicidad sólida, profunda, una conexión fehaciente que las vincula más allá de lo vivencial. El simple hecho de ser escuchadas se convertirá en el motor del desarrollo individual, ayudándolas a ser ellas mismas, dejando a un lado el peso de la vergüenza o el lastre del pasado. La proyección de un futuro nuevo (y mejor), es posible gracias a la sororidad que fluye de un abrazo sincero, de una palmadita en la espalda cuando más lo necesitas, o de la confianza ciega en tus compañeras, pero también en una misma.
En apariencia sencilla, esta fábula veraniega en la que no faltan ni sapos ni princesas, cercana a los cuentos de Rohmer tanto en forma como en contenido, no deja lo trascendental a un lado, sino que se atreve a reflexionar sobre temas como la muerte o el amor. Algunas comparten su relación con la pérdida, otras la dificultad de representar el enamoramiento sin haberlo vivido, generando una interesante reflexión alrededor del cine, focalizada especialmente en la actuación y en averiguar cuáles son las herramientas para transmitir lo que se busca, en cada momento, de la mejor manera. Y es ahí donde brilla Las chicas están bien, en su capacidad para derrocar la cuarta pared, explícitamente rota por Lennie en un breve discurso sobre su profesión que interpreta mirando a cámara, no sin antes pedirle permiso a la directora (de la obra y de la película), quien ha escrito el texto para ella. Una película sin trampa ni cartón, cercana y humilde, pero también generosa y evocadora, cuyos títulos de crédito, sencillos a la par que ingeniosos, destapan la naturaleza de este viaje: una “película-ensayo” donde Arana demuestra con creces su exquisita destreza tras las cámaras. Las chicas no siempre estamos bien, pero no se me ocurre mejor manera de intentar solventar cualquier revés que yendo a ver esta película rodeada de amigas.