El yacaré y el correcaminos
Trenque Lauquen (Laura Citarella, 2022) arranca con la voz en off de dos hombres inmersos en la búsqueda de Laura (Laura Paredes) tras su enigmática desaparición. El relato oral deviene desde el comienzo en una poderosa herramienta para intentar racionalizar y descubrir el misterio, pese a su eterna incapacidad de atraparlo por completo. Durante el transcurso de la cinta, en una suerte de persecución infinita, diversos relatos encadenados tratan de dar forma a sucesivos misterios en un desarrollo no lineal y multiforme, con constantes cambios en el punto de vista a través de flashbacks entrelazados en varios niveles. 250 minutos, 2 partes y 12 capítulos intentan acotar los límites de una narración inabarcable, ya desbordada desde su concepción inicial al ser planteada como secuela de Ostende (2011, ópera prima de Laura Citarella).
Pese a no tratarse de una continuación directa, ambos films comparten un mismo universo ficcional, habitado por el personaje central de Laura (Laura Paredes), además de una serie de inquietudes formales y temáticas solidificadas y expandidas tras el paso del tiempo. En Ostende ya está presente la figura del misterio, con su papel disruptivo sobre el hastío de la cotidianidad. Como su opuesto interdependiente, el relato destaca por su fuerza poderosa y cautivadora en sí misma, aunque impotente a la hora de darle sentido a los interrogantes del misterio (o quizás precisamente por ello). Sin embargo, entre ambas películas ha pasado más de una década y las experiencias personales de la actriz protagonista y la directora (coescritoras del guion) se ven plasmadas en una cierta evolución y consolidación. A modo de ejemplo anecdótico, el rodaje se ha visto interrumpido varios años por el embarazo de algunos miembros del equipo, reflejándose con la aparición fortuita pero recurrente de personajes embarazados a lo largo del metraje. Así mismo, la madurez del personaje de Laura en Trenque Lauquen la empuja a actuar con un rol activo, no sólo buscadora sino ahora también generadora de acertijos; más allá del sujeto pasivo que encarnaba en Ostende.
Aun así, en la planicie argentina donde se encuentra la pequeña ciudad de Trenque Lauquen, no es fácil encontrar el rumbo correcto; ninguna dirección está marcada y todos los caminos son posibles. Siguiendo la tradición de las road movies, observamos frecuentemente a los personajes deambulando sin rumbo fijo, perdidos en su propia existencia. Ante la desorientación emergen los bares, hoteles y restaurantes; lugares de encuentro (con uno mismo y con los demás) que representan espacios donde, de nuevo, se construyen y transmiten leyendas y fábulas. Historias donde lo femenino se posiciona en eje central de la intriga; los deseos y motivaciones de las mujeres de Trenque Lauquen son una incógnita que nunca hallará una respuesta certera ni siquiera para ellas mismas.
Supone un gran mérito para Laura Citarella el lograr construir sin esfuerzo aparente un equilibrio imposible entre todos estos dualismos (lo desconocido frente a la explicación, la búsqueda errante frente al encuentro, …). Con una sobriedad hipnótica e impasible, la película navega con rumbo pausado pero firme e incesante. Esta mezcla entre la quietud y el movimiento le confiere al conjunto un aire entre lo onírico y lo realista que parece inspirado en la obra de Murakami por su fuerte carga psicológica. Sorprende cómo, a pesar de los múltiples cambios de género que atraviesa (thriller, drama de época, comedia, ciencia-ficción, …), se mantiene de manera soterrada y constante este registro calmado y magnético, conseguido gracias a la cohesión otorgada por la omnipresencia de la narración oral. En esta pelea interminable entre lo racional y lo irracional radica lo sustancial de la propuesta, trascendiendo el extenso metraje del filme y permaneciendo en el espectador durante más allá de los títulos de crédito.