Amigos imaginarios, de John Krasinski

Amigos imaginariosEn el año 2004, la cadena Cartoon Network estrenó Foster, la casa de los amigos imaginarios. Esta serie de animación trataba las aventuras de un niño que visitaba a diario a su amigo imaginario en una casa de acogida para estas criaturas, que ya no formaban parte de la vida de ningún niño y buscaban un propósito. Ese mismo 2004 fue el año en el que un joven John Krasinski audicionó para el papel de Jim Halpert en el remake estadounidense de The Office. Han pasado 20 años desde ese momento, y Krasinski hace años que dejó de encarnar al compañero de oficina bromista y bonachón. De hecho, su carrera como actor no ha acabado de despegar, pues es difícil no encasillarlo en su rol más memorable. En cambio, se ha convertido en un director con potencial, que conmocionó el universo del terror con sus dos entregas de Un Lugar Tranquilo (2018 y 2020) (que en menos de un mes expandirán su universo con el estreno de Un Lugar Tranquilo: Día 1, de Michael Sarnoski).

Si Krasinski no ha dirigido la precuela de la saga de terror que él inició es porque ha estado ocupado realizando Amigos Imaginarios, una película original que inevitablemente nos traslada al argumento de esa serie de animación que llegaba a nuestros hogares hace 20 años. De hecho, incluso uno de los amigos imaginarios protagonistas, Blue (Steve Carell), comparte nombre con el protagonista de la serie de Cartoon Network. Y es que la imaginación es el motor de esta película familiar que aleja a su director del cine de terror para sumergirlo en el cine familiar.

Amigos imaginarios

En lo que a la estructura y al tono respecta, Krasinski se ha inspirado mucho en la fórmula que Pixar lleva usando 30 años. Una premisa original y muy emotiva conducida por una aventura de viaje y retorno. En este caso, la trama gira en torno a Bea (Cailey Fleming), una niña cuya madre ha fallecido recientemente y que tiene que mudarse temporalmente con su abuela, pues su padre (encarnado por John Krasinski) está ingresado en el hospital a la espera de una operación. Todo el planteamiento está contado con un montaje inicial que quiere acercarse peligrosamente a la presentación de Up (Pete Docter, 2009) (incluso la partitura es de Michael Giacchino), y se nota algo subrayada y tramposa al buscar un impacto emocional muy brusco.

Pero a medida que se construye la historia, se sustituye este esfuerzo calculado por mucho corazón y el film consigue emocionar, teniendo en cuenta que busca apelar a un público familiar. La soledad y la curiosidad infantil de la protagonista, sumada a su casi olvidada imaginación desbordante, la llevan a conocer a Cal (Ryan Reynolds), el promotor de un grupo de amigos imaginarios que buscan un nuevo niño. Reynolds abandona el sarcasmo socarrón de películas como Deadpool (Tim Miller, 2016) y elabora una interpretación más contenida, que deja espacio a las excentricidades de los personajes imaginarios diseñados por ordenador.

Amigos imaginarios

El punto fuerte de la película es su forma de transmitir un mensaje universal como la nostalgia de la infancia y el poder de la imaginación sin resultar paternalista para el público infantil. Toda la cinta es, al fin y al cabo, una historia de duelo por un ser querido y la película no trata de aleccionar sobre los sentimientos. De hecho, una de las escenas más emotivas de la película consiste en un monólogo del personaje de la abuela (Fiona Shaw) seguida de un baile. Esta secuencia ralentiza el ritmo de una película que hasta ese tono mantenía un tono frenético (característico en las producciones de cine familiar contemporáneo). Krasinski combina con éxito secuencias de aventura y humor frenéticas con momentos emotivos más sosegados para mantener la atención de los más pequeños y arrastrar a los adultos a un espacio mental que muchos teníamos algo abandonado.

Amigos imaginarios no deja de ser otra película familiar, que tiende a abusar de la animación por ordenador, de entrañables personajes bobalicones y de chistes fáciles y tan previsibles como su guion. Pero su fortaleza está en no poner nada de eso por delante de sus ideas ni de su mensaje. Los amigos imaginarios no están en pantalla para vender muñecos y apelar a los más pequeños con ambiciones comerciales, sino porque son, para John Krasinski, el mejor motor para recordar a los adultos que acompañan a estos niños al cine, que una vez sus vidas también estaban dirigidas por su imaginación.