Maxxxine, de Ti West

No hay dos sin tres

MaxxxineHay que reconocer ante todo que Ti West se ha ganado con la trilogía compuesta por X (2022), Pearl (2022) y MaXXXine un lugar entre los grandes nombres del cine de terror. La primera obra de la trilogía conseguía una simbiosis entre las constantes clásicas del género (jóvenes despreocupados, sexo, paraje desolado y asesinos siniestros) y una revisión metacinematográfica, utilizando el personaje del director de cine porno que aspira a reelaborar este género mediante herramientas estilísticas tomadas de la nouvelle vague… hasta que sus aspiraciones eran cortadas, literalmente, de raíz por una pareja de ancianos nada inocentes. Ti West jugaba ofreciendo pequeñas variaciones sobre una trama de resonancias tan conocidas como disfrutables, manteniendo un crescendo de tensión admirable. En la segunda parte del terceto, con la inestimable implicación de Mia Goth, se lanzaba a una reelaboración de las películas de Judy Garland y Mickey Rooney, revisitando la historia de la joven humilde (y en este caso, un tanto inquietante) que aspira a triunfar en el mundo del espectáculo… hasta que topaba de bruces con una realidad que desequilibraba por completo su vida y su mente. La desbordante creación de Mia Goth como Pearl y el tratamiento visual empleado por West (imitación de los colores clásicos de la Metro) daba a la precuela una solidez admirable, a nivel formal y narrativo, con la desazón añadida al hecho de identificar a la monstruosa Pearl con Maxine, ambas interpretadas por la misma actriz y ambos personajes ansiosos por alcanzar fama y triunfo.

Con un listón tan alto, Ti West se complicaba la vida al tratar de completar una trilogía. Tanto más cuanto la idea de la primera dupla era previa a la producción inicial, habiéndose rodado casi simultáneamente X y Pearl. MaXXXine, a diferencia de aquellas, parece surgir como un producto secundario al (merecido) éxito de las dos anteriores, si bien se daba alguna pista en aquellas sobre parte de la trama actual. El resultado es una cinta tan atractiva como entretenida, aunque queda lejos de la elaboración, cuidada y bien planificada, de las obras anteriores. En esta ocasión, Maxine trabaja en la industria del porno de Los Ángeles (situándose la acción seis años más tarde de los hechos narrados en X), pero se esfuerza por integrarse en la industria del cine “de verdad”. Ser seleccionada en el casting para “La puritana 2” podría asegurarle el camino a la tan deseada fama, pero, por supuesto, hay alguien que se interpone en su camino.

Maxxxine

West se lanza en esta ocasión a elaborar un pastiche que homenajea meritoriamente a los slasher de finales de los 70 y década de los 80, a nivel argumental, y recuperando, buceando, en su estilo y puesta en escena. Ello incluye el uso del color y la banda sonora, así como referencias diversas que alcanzan a Hitchcock de modo evidente y, en cierto modo, a De Palma. Goth, coproductora de nuevo, se luce en el papel de la ambiciosa Maxine, dispuesta a alcanzar la fama por todos los medios (incluso, si fuera preciso, por encima de su propio cadáver). Cada uno desde su ámbito desarrollan un doble guiño, inicial y final, vinculando al personaje con la leyenda de Bette Davis según la cual “sólo si te consideran un monstruo serás una auténtica estrella en Hollywood”.  Al inicio de la cinta, Maxine aplasta una colilla sobre la estrella de la fama de Theda Bara (la admirada actriz de quien Pearl tomó su nombre para su cocodrilo), tal y como aplastará los testículos de un agresor más adelante o se lanzará en un arrebato contra un asesino inmisericorde. Goth pisa fuerte y da energía a todas las escenas en que aparece (prácticamente la totalidad de la película), hasta que la canción “Bette Davis Eyes” cierra la historia glosando el personaje a la perfección. El resultado, no obstante, se resiente de cierta dispersión argumental. Tenemos un psychokiller que aterroriza LA, un detective amenazador y grotescamente desagradable (una creación inefable a cargo de Kevin Bacon, quien sube el nivel de perversión en cada aparición), un malvado invisible, una secta satánica, una directora histriónica… Si el mérito de X fue la concentración de dos conceptos en un mismo punto y el de Pearl fue el desarrollo preciso del personaje central, la cuidada ambientación cinematográfica del thriller de terror no basta para compensar una trama cuya conclusión parece haberse escrito con demasiadas prisas, evidenciando cierta gratuidad de algunos hilos argumentales. Aunque, tal vez, ello formaba parte también de buena parte de las cintas de terror que, como ésta, animaron las carteleras en la década de los 80.

X, de Ti West

Pearl, de Ti West