Trampantojo animado
En el mundo contemporáneo, internet ha creado un espejismo donde toda información puede ser alcanzable a tan sólo unos clics de distancia. Resulta ya muy lejano aquel mundo donde la única manera de informarnos sobre la actualidad cultural era a través de revistas en papel. Aun así, esta percepción es sólo parcialmente cierta y en la práctica aún quedan muchos rincones que se resisten a ser completamente escrutados. En el caso que nos ocupa, cabe recordar que de las decenas de estrenos anuales de animación japonesa en pantalla grande, apenas una pequeña parte consigue llegar a ser localizada o accesible para el público occidental (incluso considerando plataformas y festivales).
En este sentido, resulta agradable poder descubrir en las salas de nuestro país producciones más modestas como Anzu. Gato fantasma (2024, Nobuhiro Yamashita, Yôko Kuno). Podemos especular fácilmente con los motivos de que Selecta Visión se haya interesado por esta apuesta, pues la cinta contiene elementos que en su superficie mimetizan con los grandes éxitos de la animación (la mascota protagonista parece una parodia de la del Studio Ghibli y el drama familiar de su sinopsis puede atraer a los fans del cine de Mamoru Hosoda). Nada más lejos de la realidad, Anzu despliega una propuesta propia, por supuesto de menor calado emocional que los grandes referentes citados, pero sin duda refrescante si dejamos de lado dichas preconcepciones del género.
La trama de la película nos sitúa en una región indeterminada del Japón rural contemporáneo. Karin (la niña protagonista) es dejada al cuidado de su abuelo, monje budista del templo donde también vive Anzu, el fantasma de un gato al que rescató hace 30 años. Huérfana de madre y abandonada por un padre incapaz hundido en deudas, Karin muestra un carácter fuerte y distante; en contraposición con el estilo más despreocupado y enérgico de Anzu. Esta ambientación se entronca en cierta tradición del coming of age japonés —El verano de Kikujiro (1999, Takeshi Kitano) o los videojuegos de la serie Boku no Natsuyasumi— donde las vacaciones estivales infantiles consagran un lugar de recogimiento que posibilita una transformación espiritual profunda. En estos espacios alejados de lo urbano y lo cotidiano, aparece con mayor naturalidad lo fantástico y ancestral (el gato fantasma Anzu cuenta con numerosos yokais del folklore nipón como compañeros de aventuras).
Pese a este fondo de mayor densidad dramática, la mayor parte del metraje se despliega con pequeños episodios cómicos independientes, de un humor netamente japonés (lleno de chistes escatológicos) y un ritmo narrativo más bien pausado; recordando a tiras de periódico como Garfield o Calvin and Hobbes. No es hasta su tramo final que el guión aborda plenamente el conflicto central de la protagonista, con una mayor predominancia de la fantasía y la acción. Ambas partes llegan a sentirse como algo descompensadas e incluso antagónicas, siendo este cambio de tono y ritmo uno de los puntos más difícilmente defendibles del conjunto.
En lo estético encontramos un cóctel singular, donde a pesar de una producción modesta (que incluye la colaboración del estudio francés Miyu) se consigue un resultado distintivo y refrescante. La animación hace gala de un cierto “feísmo” que contribuye al registro satírico y desenfado que presenta. Los personajes principales, apoyados en el uso de rotoscopia, recuerdan al estilo de Mamoru Hosoda, con paletas de colores suaves y rasgos suaves con líneas simples y poco definidas. En contraposición, los fondos recargados pero desdibujados al estilo impresionista dejan notar la influencia del cómic europeo. En resumen, tanto la propuesta estética como argumental de Anzu ofrecen un punto de vista alternativo al panorama más conocido de la animación japonesa, valiéndose de sus limitaciones en pos de una libertad creativa que desborda los cánones más comunes en su ámbito. Desvinculados así de exigencias y comparaciones, es donde mejor se perdonan sus altibajos narrativos para disfrutar plenamente de toda su extravagancia e irreverencia.



