Buscar trabajo es complicado. El número de puestos es limitado y son muchas las personas que optan a ocuparlo, con lo que el mercado laboral se convierte en un campo de batalla en el que anteponerse a los demás y eliminar a la competencia, aunque sin llegar a lo literal en esto último. Perder el empleo es un miedo universal que no desaparece con el tiempo. Eso afirmaba el director Park Chan-wook en la rueda prensa en el marco del festival de Venecia, en la que explicaba que la idea de rodar No Other Choice, basada en la novela The Ax (Donald Westlake, 1997), surgió hace 20 años y, en el transcurso del tiempo, el director coreano aseguraba encontrarse con este tema de conversación repetidas veces.
En esta situación tan desagradable se encuentra Yoo Man-soo, un padre de familia encarnado por la estrella surcoreana Lee Byung-hun que es despedido tras 25 años trabajando duramente para su empresa. Incapaz de mantener el estilo de vida que llevaba —se ven obligados a cancelar la suscripción de Netflix, un pequeño gag que gana al pensar en el reciente trabajo del actor en El juego del calamar— se ve bajo la presión de recuperar un puesto con el que volver a recibir una nómina. La solución, eliminar a la competencia, pero en este caso sí en un sentido literal, porque cómo indica el título, no había otra opción. Con esta premisa se construye una alocada comedia cargada del humor negro coreano, y concretamente de Chan-wook, que explora la inhumanidad del capitalismo llevándolo ingeniosamente a un argumento de crímenes macabros. El cotidiano Man-soo se sumerge en una espiral de autodestrucción moral (y destrucción ajena) donde la torpeza marca cada una de sus decisiones y acciones. Las situaciones, macabras y siempre exageradas, se tornan delirantes en el caos que favorece el exceso, orquestando extendidas secuencias que por sí solas tienen su propia historia.
El manierismo de Chan-wok rebusca en el lenguaje cinematográfico los recursos que le puedan servir para cada escena. En la rueda de prensa, explicó que la belleza de la fotografía no era su principal objetivo, si no la precisión a la hora de expresar la narrativa y el rigor en mostrar a sus personajes. Según él, siguiendo esos principios incluso algo feo y desagradable puede resultar en una imagen elegante. Lo cierto es que la película, y su filmografía en general, atestiguan este hecho, porque hasta en las situaciones de violencia más cruda hay un componente hipnótico en los planos. Pese al recargado estilo de Chan-wook, en la película que nos ocupa hay una depuración formal que suaviza el artificio en comparación a obras anteriores, si bien eso no quita algún que otro recurso tan intrusivo como poético. Así, No Other Choice atrapa en su retorcida historia que se cuenta vertiginosamente desde la empatía por el protagonista y su capacidad de crear situaciones realmente delirantes.
A pesar de ser una comedia tremendamente divertida, No Other Choice tiene un trasfondo realmente cínico, una mirada muy pesimista de la sociedad y las actitudes que se fuerzan sobre el individuo bajo la presión de las obligaciones. El caritativo Man-soo, preocupado por el bienestar del resto de trabajadores que se esfuerza por evitar sus despidos al comienzo de la película, acaba tomando un rumbo individualista que no solo busca únicamente su beneficio, sino que también está dispuesto a pisotear a los demás. Chan-wook enfatiza la humanidad del protagonista pero, en medio de todo el humor, señala como en ultima estancia debe renunciar a esa parte de él, porque no hay otra opción.
Park Chan-wook se sirve de la odisea particular de Man-soo para retratar un estado general, entremezclando el desenfado de la comedia con el pesimismo de una visión negativa de la actualidad y de cara al futuro, en el que un poco de sana competencia saca lo mejor, o en este caso lo peor, de cada persona.


