Dog of God, de Raitis Ābele y Lauris Ābele ‐ Anima’t
Salvo por su procedencia, poco o nada tiene que ver la pureza espiritual de Flow (2024) con lo escatológico y terrible de Dog of God (2025). Esta animación por rotoscopia se sitúa en el polo opuesto a la belleza; invocando un retrato frontal de absoluta miseria humana, donde la fe y la hipocresía se debaten en un conjunto casi coral que observa con desdén lo ruin de nuestra existencia. Ambientada en una pequeña villa del siglo XVII, este cuento amoral es un paseo por los infiernos terrenales, ofreciendo un elevado contenido violento y sexual sin ningún tipo de filtro o compasión. Como una actualización moderna de los mundos de Ralph Bakshi, la mitología que propone se mezcla con el barro (y la mierda) de una sociedad permanentemente ebria y enferma, condenada por su misma circunstancia. Sin grandes alardes, la película abraza estas superficies del horror sin ahondar demasiado en un fondo más profundo y/o luminoso. Sin embargo, quizá eso sea lo más conveniente si se trata de reflejar aquello que nos ampara como unos miserables. Que cada uno crea lo que quiera: Dios nos ha abandonado.
The True Beauty of Being Bitten By a Tick, de Pete Ohs – Noves Visions
Tras una discreta pero estimable Jethica (2022), el indie estadounidense coge fondo a través del cine Pete Ohs, quien colabora con un elenco de sospechosos habituales que enriquecen un conjunto, en esta ocasión, ligeramente más plano. The True Beauty of Being Bitten By a Tick (premio al título más original) se desarrolla suspendiendo el interés hasta anular (casi) su propia motivación, haciendo de su devenir un camino incierto que atraviesa algunos momentos de lucidez y un cierto encanto estético. Después de matar accidentalmente a su perro, Yvonne (Zoë Chao) irá a ver a su amiga Camille (Callie Hernández), quien vive alejada en la naturaleza junto a la pareja compuesta por AJ (James Cusati-Moyer) e Isaac (Jeremy O. Harris). En un registro muy minimal, las tensiones entre la invitada y los huéspedes se acentuarán en situaciones profundamente incómodas, que resuenan a través del crujido del parquet o en los silencios sepulcrales de una casa vacía. Sin grandes alardes, su última revelación empaca la película hacia el fantástico y despeja cualquier margen de duda, pero quizá resulte insatisfactorio ante las expectativas volcadas si uno no conecta con su particular y extraño sentido del humor. Una pieza pequeña donde Ohs renueva su propuesta con dotes de estilo e incuestionable personalidad, que advierte un nombre al que vale la pena seguir de cerca, y más sabiendo que su siguiente película, Erupcja (2025), está protagonizada por Charli XCX.
Alpha, de Julia Ducournau – Inauguració
Tras las sensacionales Crudo (2016) y Titane (2021), la francesa Julia Ducournau se consolidó como una de las grandes voces del nuevo cine de terror corporal. Quizá por eso pocos esperaban un cambio de rumbo tan pronunciado en su carrera. Y quizá también por eso —o porque más de uno ya le tenía ganas tras el éxito de Titane— la crítica especializada se ensañó con Alpha en su paso por Cannes. Pero lo cierto, al menos a ojos de quien escribe este texto, es que estamos ante un nuevo golpe sobre la mesa de una de las directoras más interesantes y arriesgadas del panorama actual.
Alpha nos sitúa en un mundo casi apocalíptico, donde una extraña enfermedad —con paralelismos evidentes con el SIDA— transforma la carne de sus víctimas en mármol. Ducournau construye una metáfora que, aunque evidente, no por ello resulta menos poderosa: la de una sociedad a la deriva cuya humanidad se convierte poco a poco en piedra, y después, en ruinas. La imagen feísta y permanentemente gris es la única posible para sumergirnos en la atmósfera desoladora del film.
Las imágenes más poéticas son también las más desgarradoras: los cuerpos maltrechos convertidos en piedra, abandonados en descuidadas camas de hospital; el tatuaje infectado de Alpha, la protagonista; el cuerpo deteriorado de su tío Amin —espectacular Tahar Rahim—, un drogadicto sin esperanzas al que la madre de Alpha se empeña en salvar una y otra vez. La directora reinventa una vez más los códigos del body horror, sustituyendo la carne y la sangre por piedra y arena. Pero más allá de sus imágenes extremas, Alpha se revela en su núcleo como un drama familiar, más emocional y trágico que meramente provocador o desagradable. En su mensaje no hay concesiones. Si el final de Titane, pese a su crudeza, apuntaba a la idea esperanzadora del amor como vía de salvación, en Alpha el amor se presenta como una fuerza de destrucción arrolladora. Y el único antídoto posible es dejar ir, aunque a veces resulte imposible.







