Uno de los estrenos más esperados de la reciente edición del festival de Sitges era Good Boy, la película de terror cuyo tráiler se viralizó gracias a su simpático protagonista: el perro Indy. Su director, Ben Leonberg, se sentó con nosotros para hablar del film y lo que supuso rodar con su mascota como estrella principal.
La televisión y sus imágenes están muy presente a lo largo de la película.
Cierto. En parte, la televisión es una ayuda narrativa. Indy, como personaje, no puede hacer lo que un humano haría en una película de casas encantadas, no puede coger el libro antiguo de la estantería y aprender sobre la maldición de la casa. De este modo, que su compañero humano estuviera todo el tiempo viendo viejas cintas caseras ayuda a preparar situaciones de terror y a proporcionar contexto extra. No tiene por qué tener sentido para el perro, pero como todo lo vemos y escuchamos desde su punto de vista, la televisión era una buena herramienta para explicar la historia.
Hablando sobre la perspectiva, ¿cómo surgió la idea de ocultar las caras de los personajes?
Era tanto una decisión práctica como creativa. Lo primero es que queríamos anclar la película enteramente al punto de vista de Indy. Esto implicaba que la mayor parte del tiempo la cámara solo está a medio metro del suelo y los cuerpos humanos quedan recortados en la imagen, de modo que solo se les ve de cintura para abajo. También creo que, creativamente, el no centrarse en las personas puede ayudar a que los humanos (me refiero a los que ven la película) se vean a sí mismos en Indy. Creo que las películas de terror funcionan mejor cuando el espectador se ve identificado y empatiza con los personajes. Los perros son perfectos para eso, porque son adorables y enseguida se les quiere. Si además no podemos ver detalladamente al humano, es más fácil imaginarse en esa situación.
¿Y el cambio hacia el final, cuando por un momento le podemos ver la cara?
Queríamos que solo se le pudiera ver en ese momento específico. Hasta entonces, el punto de vista siempre es el de Indy, es el único personaje con planos subjetivos y de sí mismo. Cuando finalmente parece que estos personajes se van a reunir y todo parece perdido, de repente el humano está al frente y ve lo que Indy ha estado viendo todo este tiempo. Así que se trata un poco de ponerse en la piel del otro en un momento de reunión, aunque ya no sea como antes.
¿Cómo entró Larry Fassenden en el proyecto?
Encontramos a Larry a través de amigos mutuos. Le enviamos algo de metraje, le hablamos de la película y le interesó el proyecto. Rodamos con Larry cuando ya habíamos rodado todas las escenas de Indy, con alguna excepción como cuando Indy olfatea la televisión y Larry está encima. Vivo en la casa que veis en pantalla con mi esposa (Kari Fischer, también coproductora de la película) e Indy, y entre los tres estuvimos años rodando antes de incluir al resto de personajes. Después rodamos con Larry, y también con Shane Jensen y Arielle Friedman, que daban voz a Todd y Vera en las escenas que les dábamos cuerpo Kari y yo. Incorporamos al resto del reparto una vez finalizado el rodaje principal porque, siendo Indy el personaje central y el más importante, teníamos que diseñar toda la película en torno a él y su disponibilidad antes de complicar la cosas.
¿Tenías alguna referencia en mente para la película?
Sí. Creo que Poltergeist (Tobe Hooper, 1982) es la primera y más importante inspiración. Ya sabes, una película clásica sobre una casa encantada, pero es que además empieza con el perro de la familia. La primera escena es el golden retriever deambulando por la casa, consciente de la maldición antes de que los humanos se den cuenta, y puedes ver ese cliché en cientos de películas de terror. El perro que sospecha de ese vecino que está cavando en el jardín trasero, o el perro que no quiere bajar al sótano… la idea era explorar ese cliché con una película completa. Soy muy fan del terror, pero también otros ejemplos de narrativas centradas en perros fueron muy importantes. Por ejemplo Jack London, que escribió La llamada de la selva (The Call of the Wild, 1903) y Colmillo Blanco (White Fang, 1906), dos historias clásicas de perros. London escribió mucho sobre cómo creó esos personajes y es algo que encontré muy inspirador cuando buscábamos cómo contar la historia.
¿Hacían falta muchas tomas para rodar la película?
Sí, llevó muchísimo tiempo. Solo trabajábamos unas pocas horas al día y las tomas no solían salir como planeábamos. Rodamos en cuatrocientos días a lo largo de tres años. Para una película de 75 minutos, el total de metraje que tenemos tiene una duración de una semana aproximadamente. Si empezaras a verlo un lunes, aún seguirías viéndolo el siguiente lunes, suponiendo que no has parado para dormir ni comer en todo el tiempo. Así que tuvimos que rodar un montón para conseguir lo que puedes ver en pantalla.
¿Estaba todo sobre guion o dejabais que Indy improvisara?
Teníamos un guion y en general lo seguimos bastante, pero había cosas que Indy hacía u otras que no podía hacer que nos llevaban a estar constantemente cambiando nuestros planes para abrazar aquello que le hacía único y especial. Así que no improvisaba exactamente, definitivamente Indy no sabía que estaba en una peli, pero era un factor a tener en cuenta.






