El mayor en una familia de artistas, Mark Frost ha sido un guionista y productor que ha trabajado en varios proyectos a lo largo de su carrera, tanto para cine como para televisión. Incluso, en algunos casos, se puso al cargo de la dirección. De entre todos sus trabajos, entre los que se incluyen Los 4 fantásticos (tanto la de 2005 como su secuela de 2007), resulta especialmente icónica su colaboración con David Lynch, que juntos crearon la maravillosa Twin Peaks. Más allá de la industria audiovisual, Frost comenzó sus andanzas en la literatura con el libro de ficción La lista de los siete (The List of Seven), publicado en 1993, para el que escribió una secuela publicada en 1995 bajo el título The Six Messiahs. Este texto se centra en la primera novela, ahora recuperada para España por la editorial Impedimenta, una buena excusa para aventurarse a explorar el debut literario del escritor estadounidense.
Para su novela La lista de los siete, Mark Frost escogió como protagonista al escritor Sir Arthur Conan Doyle. Esta versión ficticia del autor de las novelas de Sherlock Holmes se sumerge en una aventura cargada de misterios, enigmas que le hacen cuestionar sus conocimientos del mundo y, en general, un batiburrillo de elementos varios que combinan ficción y realidad, convirtiendo el homenaje y las referencias en la propia narración. Directa al grano y sin rodeos, la novela comienza con un Doyle asistiendo a una sesión de espiritismo que, para su sorpresa, cambia por completo su vida. Y no haberse encontrado con un espectáculo al que no encuentra explicación, eso es lo de menos ante el hecho de que la sesión culmina con la ejecución de asesinatos y en un ataque directo al propio Doyle. El incidente pone en marcha una fuga que se prolonga y extiende por todas partes, dejando al famoso escritor sin refugio alguno, siempre observado desde las sombras y en constante paranoia de estar en peligro. En su constante huida, la agilidad narrativa encadena los pasos de una investigación con las abundantes escenas de acción y aventura, frenéticas y a menudo desenfadas, si bien permitiendo la presencia de elementos que son más propios del terror que incrementan la sensación paranormal de los sucesos. El argumento no se detiene demasiado en los hechos inexplicables, su aclaramiento aparece por sí solo entre peripecia y peripecia, a menudo en base a lo explícito de ciertos diálogos. Las conversaciones, que principalmente sirven a la exposición de la trama, se sienten ligeras y infundan a sus personajes de personalidad.
El cocreador de Twin Peaks narra vertiginosamente las aventuras a las que Doyle se ve obligado a enfrentarse, centrándose en expresar su punto de vista ante los acontecimientos y personajes con los que se cruza. Adoptando un rol como el de Watson, Doyle se ve bajo el amparo del misterioso Jack Sparks, un personaje que es tan extraordinario como exasperante en su hermetismo, y si bien pretende ser una suerte de alternativa a Sherlock Holmes, puede recordar puntualmente al alegre agente Cooper de la mencionada Twin Peaks. A modo de homenaje, Frost construye su mundo en base a referencias a personalidades reales y las relaciona con situaciones que sugieran la inspiración de sus obras. Por poner un ejemplo, además del mencionado Doyle, hay una aparición de nada menos que Bram Stoker, y las escalofriantes historias que se explican del villano suenan sin pudor alguno a una versión alternativa de Drácula. En su universo particular, el escritor estadounidense incluso se permite extraer elementos característicos de ciertos eventos históricos presentes en el imaginario colectivo e insertarlos en medio de la narrativa ficticia, añadiendo capas que extienden los acontecimientos del libro. El entrelazado de ficción y realidad de Frost se balancea entre el homenaje y el universo propio, dejando que la mezcla busque su propio sentido en medio de la frenética aventura. Con La lista de los siete, Frost expone las referencias que nutren la narrativa convirtiendo el guiño en elementos argumentales, dándole a la novela un cierto regusto a fanfiction, pero la cohesión que consigue al combinar tantos elementos distintos demuestran tanto afición como conocimiento de causa.






