El gigante de hierro, de Ted Hughes

Muchos conocimos El gigante de hierro gracias a la fantástica ópera prima de Brad Bird, que después firmaría también Los increíbles y su secuela, Ratatouille, Misión Imposible: Protocolo fantasma y la también estimable Tomorrowland. Pero en realidad el germen de la película estaba en una novela juvenil publicada en 1968 por el poeta y escritor Ted Hughes, que en su primera edición contó con ilustraciones a cargo de George Adamson, llevaba por título El hombre de hierro y que también había sido adaptada previamente por uno de los fundadores de The Who, Pete Townshend, en un musical cuyos temas también inmortalizó en un LP

La novela ha conocido muchas ediciones posteriores (las americanas decidieron renombrar al título, que a su vez replicó el film, para evitar confusiones con el famoso superhéroe de Marvel) y varios ilustradores entre los que se cuentan Andrew Davidson o Dirk Zimmer, aportando cada uno de ellos su personal visión sobre el buen gigante que se alimenta de metal y se relaciona con un niño.  En castellano ya existían ediciones previas: una de los años 80 de Alfaguara, ilustrada por Philippe Munch, o la de Vicens Vives y la de Lumen, que escogieron la versión de Laura Carlin. Concretamente la que publica ahora Blackie Books, con nueva traducción de Rebeca González Izquierdo, es la versión británica de 2019, con dibujos de Chris Mould, que por vez primera retrata al gigante tal y como se mostraba en la citada película de 1999, es decir, muy similar, por no decir idéntico, al diseño que el responsable de los efectos visuales de Star Wars (entre muchas otras) Joe Johnston, también director de Cariño, he encogido a los niños o El hombre lobo (2010) hizo para el film de Bird. El trabajo de Gould es, si bien no tan original como el de propuestas anteriores, probablemente un acierto comercial que conecta al potencial lector con algo que le resulta visualmente familiar ya desde la propia portada, pues es innegable que una gran mayoría se acercará al título de Hughes conociendo previamente la película de animación.

Y aunque es cierto que esta acredita a la novela y ya desde el título la está referenciando, en realidad la peculiar dieta del enorme protagonista, la relación que establece con el niño (un mero apunte en la novela, donde el joven Hogarth se convierte de alguna forma en el portavoz terrestre para comunicarse con el gigante —en el film sí termina por convertirse en una entrañable amistad—), y algún afortunado guiño como aquella mano que salía a pasear, son prácticamente las únicas similitudes entre ambas. El gigante de hierro de Ted Hughes es un relato completamente diferente, un alegato antibelicista en el que el enorme protagonista, que no deja de ser un monstruo incomprendido, como tantos otros antes y después que él en la historia del fantástico, termina convirtiéndose en un aliado de los humanos (que, sí, también le tratan algo mal al principio, pero convendremos en que toda relación sana de vez en cuando ha de tener sus roces, ¿no?) ante una amenaza alienígena, de la que no daremos detalles para conservar la capacidad de sorprenderse de los potenciales lectores, que el gigante afronta con inteligencia y un reto digno de las mejores fábulas clásicas. 

Independientemente de lo ameno del relato, que lo es (y cuya adaptación cinematográfica, como decimos es una estupenda película, pero quizá adaptar no sea el término adecuado y podríamos más bien hablar de inspirar), esta edición en concreto está mucho más densamente ilustrada que la mayoría de las anteriores, de modo que aunque sigue tratándose de una novela, se eleva a la categoría de libro ilustrado con propiedad, no solo por tener todas y cada una de sus páginas con una o varias ilustraciones, en ocasiones a modo de viñetas, sino también por incluir páginas sin texto, únicamente ocupadas por el colorista trabajo de Gould (otra diferencia frente a versiones anteriores como la de Davidson o la de Zimmer, cuyos dibujos eran en blanco y negro), haciendo también que el ejemplar tenga más páginas que la mayoría de ediciones previas.

Respecto a la maquetación de Blackie Books, como siempre un trabajo impecable al que nada se puede reprochar, y una inmejorable ocasión de acercarse a la obra que inspiró el citado trabajo de Bird y su guionista Tim McCanlies.

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