Gigante (Adrián Biniez, 2009. Cameo)
Presentada con gran éxito (tres premios) en la Berlinale 2009, vista en las paralelas (otro premio) de San Sebastión, y estrenada en plazas españolas el otoño pasado, Gigante del debutante Adrián Biniez es un film de enorme sensibilidad que reclama lo extraordinario allí donde en apariencia solo hay normalidad y rutina. Jara y Julia se enamoran a pesar de todos los obstáculos que encuentran y se autoimponen. O eso nos gustaría pensar tras ese maravilloso plano final en el que por fin él se decide a hablar con ella: Julia le saluda con una enorme sonrisa y un «hola» que es lo primero y único que oímos de ella (uno de los muchos brillantes detalles que caracterizan las formas de la película). Él, guarda de seguridad de un supermercado y puerta de una discoteca, se ha fijado en ella, limpiadora del mismo establecimiento, mucho antes y la ha seguido a través de las cámaras de seguridad y también por las calles de la ciudad. Y este recorrido, habilidoso en su escritura, potente en su puesta en imágenes, viene a ser una especie de bizarra primera cita en el que Jara afianza su enamoramiento comprobando (de segundas) que les unen muchas cosas, y Julia, intuimos hacia el final, antes o después, ha sido consciente y partícipe de su singular historia. Una película hermosa.
José David Cáceres Tapia
Pack Sam Peckinpah (Sam Peckinpah, Don Siegel, Arnold Laven, 1956, 1961, 1965, 1971, 1983. Suevia)
Curioso el pack que nos presentan los amigos de Suevia sobre el indomable Sam Peckinpah. Curioso e interesante por lo raro de las películas seleccionadas, selección suponemos que ha sido forzada por el catalogo o por lo inédito. Pero no deja de ser extraño que en un pack sobre un director con 14 películas dirigidas la selección este compuesta por 3 que efectivamente dirigió (aunque de una de ellas renegó) y por dos que simplemente escribió. A saber, una obra maestra incontestable como Perros de paja (1971), que ya por si sola hace que la colección merezca la pena, la primera y la última obra dirigida por Peckinpah; el tímido y obsoleto western The Deadly Companions (1961), montado a disgusto del californiano, y la extraña Clave: Omega (1983), una divertida y estrambótica historia de espionaje protagonizada con ira e ironía por Rutger Hauer y John Hurt. Entre las que no dirigió las que solo escribió: el clásico de la serie B, la ciencia ficción, el noir y el cine político, La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956), magistral metáfora sobre invasiones extrañas que nacen de el exterior hacia el interior (o al revés) y que tristemente sigue conservando, además de la frescura, la situación, y Gloriosos camaradas (Arnold Laven, 1965), la única de las películas del pack que este humilde cronista desconocía, un fordiano ejercicio que mezcla el western masculino y jerarquizado de la época con ciertos escapes humorísticos mas cercanos a lo que estaba por venir en la obra de Peckinpah y otros directores. Entretenida y con algún momento admirable, siempre se sospecho que el californiano hizo algo más que escribirla. Eso explicaría alguna cosa, aunque seguiría sin explicar la curiosa composición de este pack.
Manuel Ortega
Pack Indie americano (VV.AA., 2005. Avalon)
Los sellos Avalon y Versus se unen para ofrecer este heterogéneo pack de cuatro películas norteamericanas, producidas a mediados de la década, bajo la referencia comercial, bien grande, indie que tanto funciona entre un determinado target de la audiencia (y más si es económico como ocurre aquí: unos 19 euros), como es mi caso mal que me pese en ocasiones (aunque el tema es tan simple como la lógica existente en que no todo aquello independiente —o vendido como tal— es bueno o interesante). Confieso de partida que Junebug (Phil Morrison), uno de los films incluídos en este pack, me parece discutible en su tratamiento a pesar de sus puntuales aciertos (sobre todo, la excelente dirección de actores: todos están estupendos, si bien Amy Adams, candidata en aquel año —2005— al Oscar® a mejor interpretación femenina, y los veteranos Celia Watson y Scott Wilson están portentosos) y cuesta creer sus conclusiones. Los otros, sin embargo, son excelentes por muy diversas razones. Quizá conviene destacar sobre todo el segundo largo de Rodrigo García, Nueve vidas (2005), cuya estructura, compuesta por las nueve historias a las que se refiere su título, emula la de un volumen de relatos o la de un disco conceptual acercándose, sin embargo, mucho más a una visión puramente cinematográfica: todos los segmentos están ejecutados en planos secuencias que dicen mucho más que la virguería técnica que suponen e incluso potencian el concurso de los actores. Aunque quizá lo mejor sea de nuevo (no podemos olvidarnos de su parecido, en todos los sentidos, debut: Cosas que diría con solo mirarla, 2000) el dibujo que hace de diferentes mujeres y de los conflictos generados en sus entornos, condicionados por su propia visión melodramática del día a día… Los otros dos títulos que completan este pack son quizás los más alejados en forma y fondo entre sí. Brick (Rian Johnson, 2005) es un pastiche muy habilidoso que conjuga el policíaco, la comedia y un poco de crítica social… en un entorno de aventura juvenil, pero matizado por clásicos de la literatura noir clásica, aunque cuesta no pensar en ciertas reminiscencias contemporáneas (Terciopelo azul, 1986, a la cabeza). Para acabar (la reseña porque mejor no concluir aquí una hipotética maratón), Keane (2004) de Lodge Kerrigan, un independiente total, es un trabajo minimalista sobrecogedor que describe el desajuste psicológico de su protagonista más allá de lo soportable y qué tras la revelación final, como escribió Alejandro Díaz en estas páginas, llega «…el silencio, casi bergmaniano, y el perturbador pensamiento de que, en el fondo, todos estamos tan desamparados como lo está Keane».
Nayra Fusté Marí
Las diabólicas (Henri George Clouzot, 1954. Avalon)
De la mano de la siempre sugerente distribuidora Avalon, nos visita Henri Georges Clouzot, al que ya hemos visitado también nosotros previamente en esta sección, algo por lo que siempre hay que estar de enhorabuena, pues poder disfrutar en casa de estas joyas ha de ser tan digno de celebración como unas vacaciones, sean o no merecidas. Precisamente ese periodo tan deseado, más aún en un instituto, como aquel en que imparten clase los protagonistas, es el que da comienzo al suspense que el director galo construyó a partir de la novela Celle qui n’était plus, de Pierre Boileau y Thomas Narcejac. Una historia hitchcockiana en el fondo, y en la forma de Clouzot hasta la médula. La crónica de una muerte anunciada que se transforma en la crónica del horror con que se espera el anuncio de esa misma muerte y después… bueno, lo de después es mejor no contarlo, porque los finales sorpresa ya estaban inventados en los cincuenta y este es de traca, aunque es en el desarrollo donde Clouzot se desenvuelve con destreza desenvolviéndonos el suspense con la sencillez con que se desenvuelve un ovillo, entregando continuas secuencias ejemplares que conforman lo que se puede definir de forma simple como una película perfecta.
Sergio Vargas