Poder y gloria

The Power and the Glory fue el primer guión firmado en solitario por Preston Sturges. De él, escribió el productor Jesse L. Lasky en su autobiografía, que «era el guión más perfecto que había visto. Se convirtió en la primera historia original escrita para la pantalla por la que se percibieron derechos de autor como ocurría con las obras teatrales» (James Ursini Preston Sturges. Un humorista americano, Filmoteca Española, Madrid, 2003, p. 270). Sin duda, Lasky quedaría impresionado por la arriesgada estructura del guión, en unos años, casi convendría decir que toda la década de los 30, en donde la linealidad de los sucesos era una regla básica que los guionistas debían de respetar. Se convertiría en una rareza, eclipsada ocho años después por el guión que firmaron Herman J. Mankiewicz y Orson Welles (a quien parece ser que le molestaba que le recordaran esta película) para lo que se convertiría en la película más célebre de la historia del cine, Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1942).

Entre ambas películas las similitudes son evidentes, no solo en la estructura temporal, sino en el análisis de un personaje central. Se afirma en la película de Howard, refiriéndose al protagonista, Tom: «No puedes juzgarlo con los criterios normales, no le hacen justicia. Él era demasiado grande», frase perfectamente aplicable a Charles Foster Kane. Pero también es justo reconocer que el análisis de la personalidad de Kane toma forma de caleidoscopio, mientras el retrato de Tom dista de la profundidad de Kane.

La estructura de The Power and the Glory parte de una liviana confrontación de pareceres entre Henry, fiel guardián de Tom, y su esposa, durante una noche, tras el funeral por Tom, confrontación que ejerce una «suerte de memoria colectiva donde la esposa de Henry sería la memoria del agravio. Un relato quizá polifónico —dos voces, dos discursos— aunque la de Henry, al ser la instancia filtradora del relato, parece prevalecer» (Alonso, J., Preston Sturges. Un espíritu burlón, Ediciones JC, 2003, pp. 35-36). Sí, prevalece, pero varios de los flashbacks tienen un carácter omnisciente y otros están filtrados de forma bastante parcial por la presencia invisible de Henry.

Esta descabezada estructura tiene un principio y final único y cerrado. Se producen ambos el día del entierro de Tom Garner. Desde allí saltamos hacia delante o atrás durante cuatro periodos de la vida de Tom (infancia, juventud, madurez y el día de su muerte). El mérito del retrato es el de buscar dotar de consistencia a Tom. Lo consigue parcialmente al intentar en cada flashback, crear en el espectador, a través del recuerdo filtrado por el narrador de unos hechos trascendentes algunos, aparentemente banales otros, de una virtud o de un defecto del personaje. La estructura se basa en esa acumulación de virtudes y defectos, siempre en referencia a Tom. El resto de los personajes, apenas sí son comparsas.

Los dos primeros bloques muestran a Tom en su infancia. El primer recuerdo muestra su coraje y valentía al saltar a una charca desde una altura considerable; le queda como recuerdo una cicatriz en la mano. Años después, descubrimos su analfabetismo cuando le pide a una amiga, Sally, que será su futura primera esposa, que le lea una carta que Henry le ha enviado. Con esos datos viajamos a la edad adulta, cuando anuncia en una junta de su compañía de ferrocarril, la necesidad de comprar otra compañía ferroviaria, la Santa Clara. Hasta su aparición, solo le hemos visto fuera de campo y de espaldas, remarcando cierta sensación de invulnerabilidad. Cuando se hace visible es para que sus socios aprueben una compra, ya hecha, diez minutos antes. Es Tom, el individualista, un self made man. En un momento de furia aporrea la mesa y vemos la cicatriz que se hizo de pequeño. Hasta aquí, el relato muestra que Tom parece que no ha necesitado estudiar para ser quien es. Es el coraje personificado.

Pero volvemos a la juventud y comprobamos que sí ha aprendido a leer con gran esfuerzo y dosis de trabajo. Esa cultura aprendida se nos señala a continuación como infructuosa para ciertas cosas cuando, ya de adulto, no sirve de nada ante los encantos de una joven, hija del antiguo propietario de la compañía Santa Clara. Tras esto, en el pasado, Sally, que ya es su esposa, le inculca una ambición para prosperar y no quedarse como guardavías, incitándole a estudiar en la universidad. Ha nacido Tom el ambicioso, el que se avergüenza de que su hijo sea un maldito vago, el que es capaz de divorciarse de Sally y casarse con la joven Eve, tan osado como para abandonar a su nueva esposa en su luna de miel para aplacar una huelga que dejará como rastro más de 406 muertos, el mismo que, cuando cree tenerlo todo, siente la máxima soledad al comprobar como el retoño que ha tenido con Eve no es suyo, sino del redomado vago de su hijo. Sólo le queda nombrar a la ya difunta Sally.

Ése es el retrato de Tom Garner, con cierto parecido con Charles Foster Kane, pero éste, nunca se suicidaría.