Apenas dos años después de que la novela de Remarque apareciera en las librerías, una gran superproducción dirigida por Milestone se estrenaba en las pantallas y se convertía muy probablemente en la película antimilitarista más famosa de la historia del cine, lugar que únicamente Senderos de gloria (Paths of Glory 1957), la excelente película de Kubrick —también sobre la primera guerra mundial y realizada 28 años más tarde— pudo disputarle luego.
Por una vez, al éxito crítico y de prestigio se unió un éxito económico tal, que el Oscar hubo de recaer sobre un film que cometía el sacrilegio de poner en duda conceptos tan absolutamente capitales en la construcción de una sociedad capitalista como patriotismo, militarismo, honor, cobardía, etc., etc. Naturalmente había una excusa que permitía que semejante película pudiera ser llevada a cabo. Aunque la primera novela de Erich Paul Kramer era autobiográfica, resultaba claro que el novelista —que cambió su apellido por el de Remarque en lo que se refiere a su quehacer artístico— no se refería exclusivamente a la juventud alemana que acabó siendo masacrada en la primera guerra mundial, sino que generalizaba a las juventudes de todos los países y a todas las guerras. Que los hechos que se relataban transcurrieran casi una quincena de años antes se explica porque el escritor alemán —más tarde nacionalizado americano— estaba comprobando que se iba a volver a producir en su país una situación semejante a la que había concluido con la aniquilación de toda su generación, y decidió que debía intentar hacer algo para evitarlo.
Sería injusto no señalar la importancia de la contribución del escritor Maxwell Anderson [1] al resultado final en este su primer y afortunado trabajo cinematográfico como guionista.
A los pocos instantes de comenzar la película, Milestone da prueba de su extraordinaria calidad uniendo en un mismo plano —a través de un larguísimo y perfectamente conseguido movimiento de grúa— el desfile de los voluntarios en la calle, el reparto de la correspondencia por parte del cartero y las terribles y demagógicas palabras del maestro en la escuela que prácticamente obligan a que toda la clase se aliste para ir a luchar. La extraordinaria fuerza del film —cuya estructura se asemeja en gran medida a la de La chaqueta metálica (Full Metal Jacket, 1987) de Kubrick— reside en que se nos muestra con total claridad el itinerario que siguen los entusiastas estudiantes desde que se alistan hasta que se integran con el resto de las tropas en el campo de batalla. La primera salida se supone que es pura rutina, únicamente para colocar una alambrada. Pero la muerte de Behm, que se ha quedado ciego como consecuencia del bombardeo, nos hace temer que muy probablemente el destino de esos muchachos va a ser muy diferente de aquel tan glorioso que les auguraba el profesor de la escuela.
Como excelente película sin concesiones que es, Milestone también omite el tradicional romance amoroso. La única película que podía ser comparable a Sin novedad en el frente era El gran desfile de King Vidor, pero allí la historia de amor es absolutamente fundamental en el desarrollo de la historia. Sin embargo en la película de Milestone sólo aparecen mujeres de forma anecdótica. Son francesas y si al inicio se muestran reacias a intimar con los muchachos del ejercito invasor, en el momento en que les muestran la comida están dispuestas a hacer lo que sea preciso para olvidar el hambre por algún tiempo. Pero, además, la película de Milestone, está realizada en 1930, cuando el inicio del cine sonoro había conducido a que la evolución producida durante el cine mudo, no sólo se había detenido, sino que había conducido a una notable involución. Como consecuencia del sonido directo las cámaras se habían blindado, habían aumentado notablemente su tamaño y peso y eran muy difíciles de mover. Frente a esa tendencia mayoritaria hacia el retorno al teatro filmado, Sin novedad en el frente es un film extraordinariamente dinámico, repleto de excelentes movimientos de cámara, desde grúas como ésa a la que me he referido al inicio de este comentario, hasta los travelling laterales con los que Milestone gustaba describir lo acontecido en el campo de batalla y que Kubrick convertiría en una de sus más conocidas figuras de estilo. Esto quiere decir que, además de la gran cantidad de tabúes que rompe, estamos ante una gran película como consecuencia de la manera de narrar de Milestone. La forma en que describe el encuentro entre Paul y Suzanne —en cuya concepción imagino que la existencia de la censura tuvo su importancia—, la manera elegida por el director para que tanto Albert, como el espectador —y ambos a la vez— se den cuenta de que le ha sido amputada una pierna, demuestran la sabiduría cinematográfica de Milestone y dan prueba de lo injusto que es su olvido actual.
El final de la película (Milestone se permite el lujo de acabar el film con una especie de gesto poético, con la muerte de Paul cuando intenta atrapar una mariposa), ha sido muy discutido. Yo mismo he escrito que lo considero contradictorio, puesto que si por un lado resaltaba el sin sentido —uno más, y una vez más— de su muerte, por otro, el tratar de insuflar grandeza y poesía a su muerte iba en contra de los planteamientos generales del film.
Tras haber visto algunas veces más el film ya no estoy tan seguro de poder seguir defendiendo tajantemente esa opinión. Mantengo mi objeción fundamental, pero ahora me parece mas teórica que real. Efectivamente aislada, esa escena iría contra el espíritu del film, pero integrada en el conjunto no estoy nada seguro de que no contribuya a concederle más fuerza, ya que reitera los mismos planteamientos por caminos distintos. De hecho, el que rodara ese final en contra de la opinión del estudio y únicamente con la ayuda de Arthur Ederson, su director de fotografía, y contando con los faros de un coche por toda iluminación es un indicio —aunque sólo un indicio— de que quizá Milestone tenía razón.
[1] Famoso autor teatral nacido en 1886, cuyos dos primeros guiones fueron los de Sin novedad en el frente y Lluvia (Rain, 1932), ambos para Milestone. Colaboró igualmente con Hitch en Falso culpable (The Wrong Man, 1955) y es autor de obras como ¿What Price Glory? (1924; versionada en 1926 por Raoul Walsh: El precio de la gloria), Mary of Scotland (1933; v. 1936 por John Ford: María Estuardo), Elizabeth the Queen (1930; v. 1939 por Michael Curtiz: The Private Lives of Elizabeth and Essex / La vida privada de Elisabeth y Essex) y Key Largo (1939; v. 1947 por John Huston: Cayo Largo), entre otras.
© Antonio Castro. Publicado originalmente en Dirigido por… nº 288, mazo 2000.