Fitzcarraldo

Ars contra natura

Cuenta Werner Herzog al director Les Blank en Burden of Dreams (Les Blank, 1982) que la mayor inspiración para el guión de Fitzcarraldo no se encuentra —como cabría pensar— en la vida de Carlos Fermín Fitzcarrald, magnate del caucho que cruzó su barco por la selva desmontándolo en catorce piezas, sino en el mito de Sísifo. Según Homero, Sísifo, presa de recias torturas en el infierno, movía «un peñón monstruoso y, apoyándose en manos y pies, empujaba su carga hasta el pico de un monte; mas luego, llegado ya a un punto de dejarla en la cumbre, la echaba hacia atrás su gran peso» . Si bien Sísifo movía la piedra como castigo por sus crímenes en vida, en el filme de Herzog, las motivaciones de Fitzcarraldo para su hercúlea misión son notablemente distintas. Y es que la épica de Fitzcarraldo no es la de un condenado, sino la de un artista. Es la épica de Werner Herzog. En este filme, más que en cualquier otro de los que haya rodado hasta la fecha, Herzog encuentra en su personaje protagonista -interpretado por su habitual Klaus Kinski- un perfecto alter ego. La historia del rodaje de Fitzcarraldo y el empeño (titánico) de Herzog por terminar la película tras cuatro años de trabajo así lo demuestran. Cambios en las localizaciones tras amenazas de muerte, unos bajos niveles de agua que impedían botar los barcos en los que se desarrollaba la acción o deserciones como las de los actores Jason Robards —quien, originalmente, interpretaba a Fitzcarraldo hasta que contrajo disentería— y Mick Jagger —que abandonó a Herzog a causa del retraso provocado por la marcha de Robards y que interpretaba al asistente de Fitzcarraldo, papel que acabó por desaparecer del guión con su marcha—, son algunas muestras de lo que supuso para el artista completar su obra .

Todo lo anterior hace que en Fitzcarraldo, el arte se nos presente como elemento central de la trama. De modo circular, el filme se abre y se cierra con una representación operística —de Verdi al inicio, de Bellini al final—. Caruso, ídolo manifiesto de Fitzcarraldo, es introducido por Herzog desde el arranque del filme como un personaje capital del mismo. Va a ser de Caruso (léase, del arte) de quien se valga el artista (Herzog/Fitzcarraldo) para aplacar a los temibles jíbaros y erigirse en el dios blanco cuyo advenimiento llevan siglos esperando. La imagen de Kinski, despeinado y con la mirada perdida, enfrentándose a los indígenas con su gramófono en plena selva mientras suena la música de Caruso no es la de un loco, sino la de un genio, un artista, un dios. Es Sísifo en el infierno empujando una piedra por una ladera con el convencimiento de que esta vez logrará coronarla. Es Herzog contra natura en pos de completar la que será recordada como su obra maestra.


Homero: Odisea (XI, 593).

Todos estos tormentos por los que hubo de pasar Herzog se pueden encontrar en imágenes en el ya mencionado documental de Les Blank sobre el rodaje de la película, Burden of Dreams.