La musicalidad del capitalismo
Herzog es un cineasta de lo más atípico. Fascinado por soñadores que emprenden imposibles aventuras. Seducido por personajes que desafían la normalidad. Interesado, al fin y al cabo, por gente a contracorriente, ya sean éstos iluminados, parias o marionetas.
Cuando uno se acerca a la obra que nos ocupa, lo hace en un primer momento desde el recelo. Porque una documental sobre un concurso donde compiten 53 personas para demostrar quién es el mejor y más rápido subastador de ganado no es precisamente lo que uno espera de Herzog.
Es cierto que este capricho del alemán se puede relacionar con su querencia hacia personajes que no parecen humanos. Los subastadores, cuando hacen su trabajo, parecen pájaros cantarines con una ininteligible y fuera de lo común forma de hablar.
El problema es que esta circunstancia no da para más que un par de minutos al final de un telediario de Antena 3. No hay emoción, no hay reflexión. Y se hace aburrido al poco tiempo. Una estructura narrativa basada en casi una hora escuchando a un subastador tras otro demostrando sus locuaces cualidades, acaba siendo muy pronto soporífero.
El director reconoce en la voz en off que su interés proviene del lenguaje de los subastadores. Que por un lado, por su musicalidad, le parece fascinante, y que, por otro, le da miedo, por cómo el sistema económico de nuestra sociedad es capaz de producir algo así.
Herzog se queda en lo anecdótico, cuando podía haber indagado en esa dualidad, en cómo el mundo parece despreciar el capitalismo pero, al mismo tiempo, se muestra atraído irremisiblemente hacia sus fauces, cautivado por el perfume de su poder.
Al principio del documental, uno de los participantes reconoce que se convirtió en subastador porque de pequeño presenció una de estas ventas colectivas y le entusiasmó cómo un hombre era capaz de atraer la atención de cientos de personas.
Si el alemán hubiera utilizado el concurso como algo simbólico para tejer un discurso o pintar un fresco acerca de esta paradoja y para mostrar cómo el poder del capitalismo se ramifica para crear excentricidades de todo tipo, estaríamos ante un trabajo a la par con su carrera como artista.